ANÁLISIS
TV3
Cada vez que se celebran elecciones TV3 rechaza los protocolos de la Junta Electoral sobre el orden de los bloques informativos de campaña; va en detrimento, aducen, de los «criterios periodísticos». Esta semana hemos visto qué entiende TV3 por «criterios periodísticos»: los sediciosos son «presos políticos»; los fugitivos de la justicia «exiliados».
TV3 soñó con ser la BBC catalana, pero el sueño duró poco. En 1984, cuando la manifestación en loor a Pujol por Banca Catalana, Alfons Quintà impuso en los informativos la versión autóctona del No-Do: Òmnium, proclamas convergentes, banderas, canto de «Els Segadors», himno del Barça, «Virolai» montserratino y «L’Estaca»; pegatinas de «Jo, Pujol»; gritos de «¡Catalán, sí, bilingüismo no!». Y un helicóptero para tomas aéreas que alquiló Tatxo Benet.
Lo cuenta Jordi Amat en «El hijo del chófer». Los periodistas de TV3 no se sentían cómodos: «En realidad, están invitando a la audiencia a asistir a la manifestación». Con la consolidación del régimen, se acostumbraron a la neolengua del nacionalismo y el quimérico «Países Catalanes».
Con el «procés», la televisión y radio públicas actúan, más que nunca, como cadenas privadas del independentismo. 250 millones de propaganda que pagan, también, los catalanes no independentistas. Si la Junta exige la neutralidad informativa que comporta la condición de servicio público es «censura». Victimismo. ¿Otro criterio periodístico?