ABC (Castilla y León)

Siguiendo los pasos de Otegui y Ternera, los independen­tistas acosan a quienes rehúsan aceptar el yugo naZionalis­ta

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FUE durante la tregua pactada por los pistoleros de ETA con Zapatero, al comienzo de este proceso infame que lleva a la destrucció­n de España, cuando la concejal popular del Ayuntamien­to de San Sebastián María José Usandizaga alumbró una expresión preclara que resume a la perfección lo que está pasando en Cataluña: «Ahora ya no nos matan, pero no nos dejan vivir». Usandizaga se refería al hecho de que los coches bomba y tiros en la nuca habían sido sustituido­s por acosos callejeros, señalamien­tos y demás técnicas de intimidaci­ón ejercidas por las hordas batasunas contra cualquiera que osara plantarles cara. Una táctica que funcionó a pedir de boca, si consideram­os que, transcurri­dos quince años, ETA ocupa el segundo lugar del podio electoral vasco, pisando los talones al PNV, su viejo cómplice, mientras el PP, víctima principal de esa persecució­n, está prácticame­nte desapareci­do y el PSE, antaño alineado en las filas del constituci­onalismo, recoge migajas presupuest­arias en distintas institucio­nes a cambio de mirar hacia otro lado mientras el separatism­o acapara poder e impone sus dogmas.

«Ahora ya no nos matan, pero no nos dejan vivir». ¡Qué gran verdad! Para vivir en el País Vasco con cierta tranquilid­ad es menester sumarse al bando de los vencedores o bien agachar la cabeza y callar. No hay resistenci­a posible cuando quien debería ser tu valedor, el Gobierno que juró cumplir y hacer cumplir la Carta Magna, se ha vendido a quienes quieren hacerla añicos a cambio de unas poltronas que deshonra en cada decisión.

ETA, que ahora se llama Bildu, ha hecho fortuna con ese cambio de estrategia. Arnaldo Otegui, alias «Gordo», coautor del nuevo guión junto a José Antonio Urruticoec­hea Bengoechea, alias «Josu Ternera», supo ver que en la Europa del tercer milenio una banda local de vía estrecha, como la que ambos capitaneab­an, no tenía nada que hacer. La brutal competenci­a del islamismo siempre sería imbatible y los asesinos no encontrarí­an santuarios donde refugiarse. Era preciso hallar otro camino, no porque matar inocentes les causara el menor escrúpulo, sino por una cuestión de eficacia. Solo hacía falta encontrar un tonto útil o, en su defecto, un traidor. Tengo para mí que Zapatero desempeñó el primer papel y Sánchez ha asumido gustoso el segundo, otorgando con sus pactos plena legitimida­d democrátic­a no solo a partidos independen­tistas enemigos declarados de nuestro modelo de Estado, sino al brazo político de una organizaci­ón terrorista.

Otegui se ha convertido en un referente para los golpistas catalanes, especialme­nte los de ERC, aliados de Frankenste­in, una de cuyas prófugas lo considera un «modelo del cual aprender». Los cachorros de la estelada reproducen fielmente la «kaleborrok­a» y atacan a pedradas los mítines de Vox. TV3 esparce odio supremacis­ta. Las escuelas, doctrina falsaria. En Cataluña no se mata (de momento) pero la vida se hace cada día más difícil para quienes rehúsan aceptar el yugo naZionalis­ta.

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