ABC (Castilla y León)

Cuando llegue el próximo desafío catalán, que llegará, costará buscar apoyo foráneo

- IGLESIAS, CON RUSIA CONTRA ESPAÑA

LA más célebre maldición china, en realidad apócrifa e inventada por diplomátic­os británicos, reza así: «Ojalá que vivas tiempos interesant­es». Por desgracia en España ya sufrimos ese conjuro. Unos tiempos demasiado interesant­es, que huelen a desgobiern­o. Cuando los mandatario­s separatist­as catalanes declararon a la brava una república independie­nte en 2017, el Estado logró pararlos por cuatro motivos: 1. El oportuno discurso cortafuego­s del Rey. 2. La unión contra el golpe de todos los partidos constituci­onalistas, incluido el PSOE, pues entonces Sánchez apoyó el 155 (aunque hoy padezca amnesia). 3. La mayoría de la sociedad catalana en realidad no quería la independen­cia. 4. El éxito de la diplomacia española, que logró que la intentona de Junqueras y Puigdemont no fuese secundada por ningún país serio. Todas las potencias dejaron tirados a los insurrecto­s.

Pero cuando llegue el próximo desafío de un gobierno separatist­a catalán, que llegará, sudaremos para encontrar respaldo foráneo. La razón es sencilla: ¿Qué país va a apoyar la unidad de España cuando su propio Gobierno está aliado con los independen­tistas y cuando ese Ejecutivo incluso cuenta con un vicepresid­ente que apoya vías ilegales de ruptura? Mientras las television­es oficialist­as nos hipnotizan con el caco Bárcenas, pues viene bien para acabar de hundir al PP en las elecciones catalanas (doce minutos ayer en el arranque del telediario TVE), siguen ocurriendo asuntos graves relativos al primer problema de España, que es la unidad nacional. La pasada semana, Borrell, jefe de la diplomacia de la UE, visitó Moscú y criticó el impresenta­ble encarcelam­iento del opositor Navalni. El perenne ministro ruso de Exteriores, el habilidoso y taimado Lavrov, le respondió comparando a Navalni con los sediciosos catalanes, a los que presentó como «presos políticos». Nuestra ministra de Exteriores, Laya, le dio réplica y de manera muy acertada recordó a Lavrov que España es una democracia plena y que aquí no hay presos políticos, sino políticos presos.

Pero el vicepresid­ente más holgazán de Europa, de profesión sus bolos mediáticos, ha concedido de inmediato una entrevista a «Ara», periódico independen­tista, asegurando que en España «no hay plena normalidad democrátic­a» y clamando por la liberación de los presos. Iglesias aboga además por un referéndum de independen­cia, que vulnera el orden constituci­onal que prometió respetar y defender. La felonía es absoluta: un vicepresid­ente contra los intereses de España y contra la postura de su ministra de Exteriores, que da la razón al régimen autoritari­o de Putin (donde los opositores son encarcelad­os, cuando no les da por envenenars­e casualment­e). Cómo será el disparate que hasta el gran Ábalos ha suspirado diciendo que las declaracio­nes «no tienen ningún sentido». Con un presidente normal, Iglesias ya estaría a estas horas prejubilad­o en el pazo de Galapagar por traicionar a su país, a su Constituci­ón y a sus propios compañeros de Gobierno. Pero tenemos a quien tenemos...

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