Del embrujo al hormigón
Asolo 28 kilómetros de Lisboa, se alza Sintra con su majestuosa sucesión de palacios, torreones y jardines de aspecto idílico. Una villa romántica que fascinó a Lord Byron y que la Unesco reconoció como Patrimonio de la Humanidad en 1995. El síndrome de Stendhal habita aquí, tal la acumulación de belleza arquitectónica y de patrimonio cultural heredado de un Portugal que emite destellos desde la noche de los tiempos. Exuberancia cercana, oasis de sutileza, elegante prestancia. Pero ahora puede saltar por los aires el estatus que lleva tres décadas atrayendo a viajeros deseosos de rendirse ante la Quinta da Regaleira, el Palacio da Pena, el Convento dos Capuchos o el Castelo dos Mouros mientras se degustan dos de los deliciosos dulces locales: las «queijadas» y los «travesseiros» de Sintra.
La polémica no ha hecho más que comenzar. ¿Se transformará la conocida como Casa da Gandarinha en el
Los detractores del proyecto de construcción del hotel Turim Palace temen que el nuevo edificio rompa el encanto que embrujó a Lord Byron y que lo convirtió en uno de los destinos preferidos de los visitantes a Portugal hotel de la discordia? ¿O tal vez en el hotel de los líos, como si fuera el título de una comedia que, en realidad, no tiene ninguna gracia? El caso es que la construcción del Turim Palace ya está en marcha y que la cadena hotelera portuguesa que invierte en semejante edificación lo anuncia en su propia web con el marchamo de cinco estrellas. La apertura del establecimiento se prevé «a lo largo de 2021».
Corre así peligro el equilibrio estético del entorno, y esa posibilidad de la armonía rota se refleja en el Informe del Patrimonio Mundial en Riesgo, elaborado por el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, adscrito a la Unesco. Cierto que la entidad emite unos dictámenes consultivos, es decir, sus estatutos no le permiten adoptar decisiones ejecutivas, pero resulta incuestionable su influencia en las determinaciones del organismo con sede en París y al enclave portugués se le podría incluso retirar el diploma de Patrimonio de la Humanidad que tanto enorgullece a sus moradores.
Solo dos precedentes
Sería la tercera vez en la Historia que un lugar perdiera el preciado título, habitual sinónimo de aluvión de visitantes (excepto en el contexto actual de restricciones por el coronavirus, claro), después de que en 2007 una reserva natural de Omán saliera de la lista porque el Gobierno autorizó reducirla en un 90 por ciento para destinar ahí sendas explotaciones de gas y de petróleo. Dos años después, el implacable análisis de los expertos despojó a Alemania de otro de estos sellos por aprobar el puente del Waldschlöshen, con lo cual el Valle del Elba salió expulsado de la clasificación de honor. Para no reproducir la misma escena, la voz de alarma comienza a escucharse bien alto gracias al movimiento ciudadano «Salvar Sintra», promotor de un manifiesto para que cientos de vecinos y extranjeros residentes protesten ante las autoridades lusas e internacionales. Objetivo: detener la «atrocidad» desplegada en la calle Luis de Camoes, en paralelo a la Cuesta de los Clérigos y a las puertas del casco antiguo. «Es una intervención inadmisible, que representa un preocupante síntoma de cómo se está gestionando el patrimonio de Sintra», declaran los defensores de esta iniciativa. Y concluyen: «Sintra no es eso, Sintra será mucho mejor si ese hotel no se construye».
La sorpresa está en que el alcalde (socialista) de la mágica localidad, Basilio Horta, se muestra a favor de que las obras del inmueble sigan adelante. Una postura muy contestada desde diversos sectores y en absoluto por cuestiones ideológicas. Es la perspectiva de la conservación del legado histórico lo que se esconde detrás de la eclosión popular de rechazo, canalizada a través del dominio de internet www.qsintra.com, la plataforma que saca los colores al proyecto. «Ese informe del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios es un completo disparate», declara Horta justo antes de disponerse a subrayar que «el Ayuntamiento cumplió todos los requisitos».
La Dirección General de Patrimonio, dependiente del Ministerio de Cultura, había bloqueado la construcción en una primera instancia, paso previo para la paralización de los trabajos. Sin embargo, las presiones internas en el seno de los socialistas terminaron en una marcha atrás a la portuguesa, con la Corporación municipal haciendo ver que, si había «imperfecciones» en el esquema de las directrices, era cuestión de retocarlas. Al final, acabó emitiéndose un documento favorable a mantener las excaes