Cómo morir en cada encrucijada
«La fascinación de ERC por ETA es antigua y muy larga. Etarras y batasunos de todas las calañas han sido los referentes de sus dirigentes»
mana de campaña se hace larga. Como también apuntaba el sondeo flash improvisado por el CIS, Borràs es la candidata con mayor margen de crecimiento hasta el próximo domingo.
Otro dato que apuntan los sondeos es que, de nuevo, la elección de un presidente independentista, sea Aragonès, sea Borràs, dependerá de la CUP, que podría pasar de sus cuatro diputados actuales a siete u ocho, aprovechándose de la prima que puede suponer para los partidos pequeños con electorado fiel la previsible caída de la participación, que puede ser superior a los 20 puntos con respecto a 2017, volviendo a una abstención similar a la de los años anteriores al ‘procés’.
El mismo efecto es el que podría empujar hacia arriba a Vox, partido al que las encuestas, sin calibrar el efecto aún que pueden tener los ataques sufridos estos últimos días, irrumpiría con fuerza en el Parlament. Siete diputados según la media de las encuestas, por delante del PP, que de cuatro ahora pasaría a tener entre cinco y seis. Lo que sí se da por descontado es el desplome de Ciudadanos, de 36 a una horquilla de entre once y doce. Fuentes del partido naranja apuntaban ayer en base a sondeos propios que los partidos constitucionalistas podrían ganar al bloque independentista por un escaño de diferencia, y que el sorpasso de Vox sobre el PP estaría consolidado, informa Juan Casillas.
Desde ayer sin posibilidad de publicarse nuevas encuestas, los partidos afrontan la recta final de la campaña tratando de convencer a la importante bolsa de indecisos que se detecta y calibrando en qué medida la abstención se produce en campo propio o ajeno. La posibilidad de un cambio real se adivina difícil, pero no imposible.
Llevo años intentándome convencer –por mantener aún alguna esperanza en los catalanes– de que Esquerra encarna la superación del irredentismo aldeano, hipócrita y corrupto en que la Convergència posterior a Pujol se ha instalado. Y que Oriol Junqueras, pese a su independentismo fundamental, puede ser la solución posibilista, pragmática, en la línea del PNV de Ortúzar y de Urkullu, que pese a no renunciar en lo teórico a su Shangri-La, saben cuál es su cometido en lo práctico y nunca se equivocan cuando miden el alcance real de su fuerza. En cambio, Junqueras y
Esquerra, fenecen en cada encrucijada y toman por definición el camino que no es. De hecho, si alguien quiere acertar en política catalana, basta con que aplique la fórmula matemática de hacer lo contrario de los republicanos.
La fascinación de ERC por ETA es antigua y muy larga. Etarras y batasunos de todas las calañas –sin obviar que en el fondo todas son la misma– han sido los referentes de los dirigentes más jóvenes y veteranos del «partido de Macià y de Companys». Aún resuena la vergüenza y el ridículo de Carod-Rovira yendo a Perpiñán a entrevistarse con la banda terrorista y reprochándole los atentados en Cataluña con el argumento de que «la próxima vez que queráis atentar en España, mirad bien el mapa».
Junqueras negoció con la entonces vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, llevar primero el referendo del 1 de octubre, y luego la declaración de independencia, a un callejón sin salida que desembocara en la convocatoria de elecciones, pero en ambos casos cedió ante la presión convergente, tomó las peores decisiones y acabó derrotado en las urnas y condenado a 13 años de cárcel. En las entrevistas que ha concedido desde que ha salido, se ha comparado, sin escrúpulo ni rubor, con Mandela, con Gandhi y con Pepe Mújica; y la gran foto de la campaña se la ha tomado con Arnaldo Otegui y con el puño en alto, echando por tierra cualquier moderación, cualquier centralidad y por supuesto cualquier vocación mayoritaria.
«30 años de lucha»
Por videoconferencia, la fugada Marta Rovira presentó al exmiembro de ETA como alguien de quien «tenemos mucho que aprender» y aseguró que «nadie mejor que él puede decirnos cómo hemos de continuar hasta llegar al final». Durante su discurso, Otegui ofreció como ejemplo y aval sus «30 años de lucha», lo que no puede ser considerado otra cosa que una abierta apología del terrorismo.
Esquerra siempre lo intenta y siempre fracasa. En su pretensión por ocupar la centralidad de la política catalana, acaba siempre traicionada por su complejo de inferioridad y por su tradición criminal y totalitaria. Si fuera su ideología, sería discutible pero por lo menos comprensible en el ejercicio de cada cual defendiendo aquello en lo que cree. El drama es que no es ideología. Es lo que de ellos dijo Ortúzar en 2017: «Se comportan como cocheros». El drama es la falta de inteligencia, la brutalidad, el daño que se hacen sin enterarse y que todavía un 20 por ciento de los catalanes permanezcan tan estropeados, extraviados y ajenos a cualquier capacidad de raciocinio que no hayan entendido que, quieran lo que quieran, Esquerra no es en modo alguno el camino para conseguirlo.
Poca fiabilidad Los partidos ven poca fiabilidad en los sondeos por la alta abstención y los indecisos