José Ramón Ónega (1939-2021)

Delegado de la Casa de Galicia en Madrid Dedicó gran parte de su trayectoria a la función pública, donde ocupó distintos cargos en el Ministerio del Interior

José Ramón Ónega era lo que se dice un hombre de bien, un hombre bueno para los demás, porque casi nunca dejaba pasar una oportunidad donde se le pudiera necesitar, sin que él se ofreciera de antemano.

Lo hacía con los más próximos, pero también ejercía esa bondad aunque no conociera a las personas, de ahí su interés en tratar a todos por igual desde la función pública, como lo hizo tantas veces. Siempre tenía una sonrisa ejemplar entre sus labios para pronunciar y hablar sin maldad de los otros, aunque fueran sus perfectos adversarios.

De su época en el País Vasco (82-84) como gobernador civil en el palacete de Chávarri, en plaza Moyúa, recordó en una ocasión que como era la época de ETA –y se pasaba largas horas encerrado en su despacho–, en el colegio preguntaron a su hija María Jesús que a qué se dedicaba su padre, y ella contestó: «A nada, es un vago, porque se pasaba el día sentado en una silla».

Recordó también –de esa época en el País Vasco– que cuando se iba a celebrar un importante concierto internacional en San Mamés, días antes él hizo llegar varias entradas, pagadas por él, al círculo filo etarra, para así garantizar que no hubiese un atentado. Eran los años del plomo, mano de santo.

Vivió la vida política de forma apasionante, a la vez que trepidante...

Era el hermano mayor del periodista Fernando Ónega. Tuvo con Esther tres hijos: María Jesús, fallecida prematuramente con 40 años; José Ramón, fallecido hace tan solo 15 días, y Gonzalo, magistrado actualmente en Marbella.

Como escritor tenía varios libros: ‘Los judíos en el Reino de Galicia’, o un ‘Gallego en Vietnam’, entre otros.

Actualmente era el representante de la Xunta de Galicia en Madrid, su embajador por excelencia.