La mafia usa nadadores que tiran de otras personas por el mar hasta dejarlas en la costa española
triste», resume Rosario. Pero otros se arrojaron al mar por una razón mucho más banal. En el colegio de Castillejos anunciaron que Cristiano Ronaldo estaba en Ceuta y que podían ir a verlo. Los niños salieron corriendo con lo puesto, pasaron la valla gracias a los ‘mehani’, que es como se llama allí a las fuerzas auxiliares marroquíes, y cuando estaban en la franja neutral les invitaron a pasar por las piedras del espigón. Said, un adolescente que ayer seguía deambulando por un parque del barrio de Hadú, lo confirma: «Nos engañaron, Cristiano no está aquí». Casi todos han regresado ya tras haber visto frustrada su ilusión. Y los ceutíes están divididos. El dueño de una perfumería del Paseo del Revellín no sabe ni qué decir: «Estamos en calma tensa, aquí ya está tranquila la cosa, pero al otro lado la noche ha sido intensa. Aquí hemos pasado del miedo a la solidaridad porque se ve que son dramas y que los han engañado. Las macropandillas de la calle ya se han disuelto, pero el problema ahora es la situación de salud, porque van sin mascarillas, y los que no son de Castillejos. La muchacha que limpia en mi casa dice que son de abajo, peligrosos, y que los han traído en autobús». El otro gran problema es que los centros de acogida ya están llenos porque el trasiego es diario. Ceuta no puede absorber estas avalanchas, sólo puede asumir el goteo cotidiano.
Desde las playas de Tramaguera y el Chorrillo, las más frecuentadas de la ciudad, se ve el tráfago de inmigrantes jugándose el tipo. Cada día logran la hazaña de cambiar de país varios chavales que han pagado a las mafias
Dos adolescentes de Castillejos, el pueblo fronterizo de Marruecos con Ceuta, en el paseo marítimo para que los pasen en motos de agua mientras la Policía marroquí toma té. Los caballas lo saben desde hace años y asisten cansados desde el chiringuito a la persecución de las lanchas de la Guardia Civil, que no siempre es exitosa. El ardid consiste en tirar al pasajero en aguas españolas y volver al otro lado de la boya rápidamente, donde nuestros guardias ya no tienen jurisdicción. «Para el goteo diario sí tenemos capacidad de acogida, pero cuando viene un aluvión de estos…». María Teresa Troya es la directora general de Cultura de la Ciudad Autónoma. Organiza decenas de actividades anuales relacionadas con la integración, pero los sucesos de estos días le sobrepasan: «Hay sentimientos encontrados, de pena por el drama y de miedo e incertidumbre porque nosotros no tenemos capacidad para atender como se debe. Las fronteras existen y estos flujos deben ser ordenados. Con esto te das cuenta de que estamos en manos de Marruecos». Troya se queja de que «el Gobierno no ha dado la cara, el que la dio fue el presidente, Juan Vivas, que estuvo completamente solo el primer día. Hemos sentido abandono y desasosiego, por eso los comercios cerraron y la gente no llevó a sus hijos a los colegios. Después, sin embargo, sí me ha gustado cómo se ha hecho todo, me han gustado las imágenes que se han visto, la cooperante abrazando al muchacho… Afortunadamente estamos en España y seremos blandengues, pero humanos».
ONG separatistas
La convivencia en Ceuta es ejemplar. Los musulmanes van a ver la procesión de la Virgen de África y los españoles se suman a la Fiesta del Cordero. Pero en la visión externa predominan los tópicos. Hay un detalle muy desconocido, pero crucial. La mayoría de las ONG que denuncian el trabajo de las Fuerzas de Seguridad españolas para frenar las avalanchas migratorias son independentistas catalanas. Tal como suena. La más activa es la Asociación Observatori Drets Humans (DESC), que es la que lidera la acción popular contra los policías y guardias civiles en los tribunales cada vez que se produce un acoso por parte de Marruecos como el de esta semana. Pero gracias a esta presión que los movimientos antiespañolistas y pro saharauis están haciendo en la zona, la Audiencia de Ceuta ya ha podido sentar jurisprudencia. Ocurrió durante una avalancha de 300 subsaharianos en febrero de 2014. Fue la primera vez que los inmigrantes se tiraron en tropel por el