Domínguez: «¡El toro me ha matado, me ha roto el corazón!»
«¡El toro me ha matado, me ha matado, me ha roto el corazón!», gritaba Juan José Domínguez al entrar en la enfermería. Aquellas palabras, que recordaban a las del Yiyo, acongojaban y asustaban al miedo. Al doctor Enrique Crespo aún le resuenan en la mente: «Podríamos estar hablando de una tragedia. Podría haber muerto en el ruedo o en la enfermería», señala con crudeza el cirujano que, junto a su equipo, obró el milagro de la salvación. «El milagro es de Dios», dice. A la pavorosa cornada en el hemitórax, con cuatro trayectorias, se sumaba otra en el brazo y ayer le descubrieron dos fracturas costales más. Un escalofriante parte de guerra: «Es una lesión muy delicada, en la zona dañada están el pericardio, los pulmones y el corazón», cuenta el médico. El toro de Vegahermosa se cebó con saña con el banderillero, que ayer pasó a planta, estable y con fuertes dolores.
Cogida a Juan José Domínguez Cuando el subalterno de Roca Rey iba a salir del hule, otro torero entraba: el sexto colgó del pitón a Pablo Aguado y le propinó una dura cornada en el muslo derecho. Su evolución era favorable, le retiraron un drenaje y ya le permiten levantarse en su habitación de planta. Según los doctores, podría abandonar mañana el hospital madrileño Nuestra Señora del Rosario, donde también se recupera el novillero Manuel Perera, «sin fiebre pero con un importante dolor abdominal».
«Lo de Aguado preocupa menos al lado de los percances de Perera y Domíguez, quien, dentro de su malísima suerte, tuvo buenísima suerte». Los tres viven para contarlo en este Isidro de Vistalegre de dolor y gloria.