ABC (Castilla y León)

Johnson insiste a los británicos que eviten los viajes a España

La herencia de Benedicto XVI consiste en recordarno­s que hay que anteponer a Dios, no presuponer­lo

- IVANNIA SALAZAR CORRESPONS­AL EN LONDRES

El Gobierno español anunció esta semana la apertura de sus fronteras para los pasajeros de Reino Unido a partir de mañana lunes. Pese a ello, es poco probable que muchos nacionales o residentes en territorio británico pisen España a partir del lunes, ya que el Ejecutivo de Boris Johnson de momento mantiene a nuestro país en su lista ‘ámbar’ del sistema tipo semáforo que regula los viajes al extranjero y que obliga a quienes viajen a estas zonas a hacer una cuarentena de diez días en casa al regreso, además de tres test PCR.

Según dijo ayer el primer ministro, solo se debe viajar a los países de esta lista «por alguna circunstan­cia extrema, como la enfermedad grave de un familiar», pero nunca por vacaciones, una opinión secundada por el ministro de Sanidad, Matt Hancock, mientras que otros miembros del gabinete han expresado que los viajes para visitar familiares o amigos son legales «siempre que respeten las reglas de cuarentena a su regreso». Johan Lundgren, director ejecutivo de la aerolínea EasyJet, denunció que la posición oficial «es muy confusa y frustrante» para los pasajeros, y aclaró que es legal viajar a países de la lista ‘ámbar’, aunque el Gobierno lo desaconsej­e.

Que nadie se preocupe por el título de esta columna. No me refiero a ningún caso en el que la Iglesia se haya tenido que sentar en el banquillo de los acusados. Hace unas semanas la editorial Didaskalos, de los Discípulos de los Corazones de Jesús y María, una de las institucio­nes de vida consagrada más fecundas en la actualidad, publicó un interesant­e libro titulado ‘La Iglesia en el banquillo. Comentario a los Apuntes de Benedicto XVI’. El volumen es un acreditado comentario al texto del Papa emérito sobre la crisis de la pederastia, con fecha de 2019.

La herencia de Benedicto XVI consiste en recordarno­s que hay que anteponer a Dios, no presuponer­lo. Lo que primero necesita la Iglesia no es reorganiza­r las parroquias, profesiona­lizar la gestión, ajustar el patrimonio a las actividade­s reales, manejar adecuadame­nte los procesos de decadencia numérica, entre otras tareas. Lo decía el cardenal Journet: «Es santidad, no ‘management’, lo que necesita la Iglesia». Lo digo porque los datos que recoge la ‘Memoria de la Iglesia Católica 2019’ no indican una buena tendencia en lo que a sacramento­s se refiere. Si en España nacieron 360.617 niños, se bautizaron 175.844. Los matrimonio­s que se celebraron ese año fueron 165.578, la cifra más baja desde 2014, de los cuales 36.650 fueron canónicos, por la Iglesia. Es cierto que 9,3 millones de personas asisten a misa regularmen­te y se celebran 9,56 millones de eucaristía­s. Según el barómetro del CIS de mayo de 2021, el 58,2 % de los españoles se declaran católicos, y un 25% asisten al culto con regularida­d. Pero si comparamos algunas cifras con las de hace diez años, entonces había 19.621 sacerdotes, ahora 16.960, un 13% menos. Religiosos en 2011, 59.882, 37.286 ahora, un 38% menos. En aquella fecha había 14.000 misioneros españoles en el mundo; ahora 10.893, un 22% menos. Para contrarres­tar, ha crecido la ayuda a Cáritas y Manos Unidas y el número de catequista­s. A estas alturas no se trata de tener el certificad­o de bautismo, sino de una experienci­a y una mente cristiana.

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