ABC (Castilla y León)

La exquisita naturalida­d sevillana de Juan Ortega, gloria pura

- ANDRÉS AMORÓS

MADRID

Por la mañana, en Las Ventas, se rinde homenaje a César Rincón, en el 30 aniversari­o de sus cuatro Puertas Grandes. Vuelve a salir por ella, a hombros de Juan José Padilla. A pesar de la competenci­a del final de la Liga, atrae mucho público un excelente cartel: dos primeras figuras y una de las mayores promesas, entre los nuevos.

Los toros de Garcigrand­e no responden a lo esperado, flojean y dan poco juego, salvo el buen quinto, al que El Juli corta las orejas por una faena de mucho mando. Con un mal lote, Morante sólo puede dibujar unas hermosas verónicas. Juan Ortega enamora al público con su precioso estilo: por la espada se queda en una oreja.

Las dos caras

Recordaré mucho tiempo –y señalaré como ejemplo a imitar– los ayudados a dos manos de Morante, cumbre de clásica tauromaqui­a. Con los toros de

Juan Pedro, mostró las dos caras de su moneda. Aceptamos que abrevie con el que no permite lucimiento: así se ha hecho siempre, aunque Gallito, su declarado modelo, lidiaba esas reses, no se inhibía. A cambio, nos deleita con el toro noble. Ya de salida, mece el capote con suavidad a la verónica, con la mano de salida un poco alta: un ‘Delirio’, como el toro. Al doblarlo por bajo, rueda en la arena dos veces : ¡qué desastre! Parece acariciar en los suaves derechazos a media altura a una res muy parada: nada que hacer. Mata a la cuarta y todo se diluye. El cuarto sólo le deja dibujar una preciosa media pero despierta y aprieta, en banderilla­s. En la muleta, es incierto, pega arreones y Morante no se da coba, se lo quita de delante con habilidad, entre el lógico enfado del personal.

Por el mal manejo de la espada perdió El Juli las orejas, el día de San Isidro. Sus últimas grandes faenas en Madrid le han dado todavía más confianza. El segundo flojea, embiste sin celo alguno: bronca. Con suavidad, lo mete en la muleta. La técnica

El Juli, con la bufanda del campeón de Liga, pasea las dos orejas del quinto es muy buena pero la emoción, imposible, por la flojera de la res. Mata con salto. García Lorca cantó a Antoñito el Camborio, «digno de una emperatriz». Julián ha estado digno con este claudicant­e ‘Emperador’: no cabía más. Recibe con buenas verónicas de compás abierto al quinto. Se dobla con él, rodilla en tierra; liga muletazos mandones por los dos lados, culminando con naturales de mano baja. El toro repite, se come la muleta y El Juli hace honor a las repetidas invitacion­es de este ‘Tabernero’ (una profesión tan estimada en Madrid, según algunos). En medio de gritos inoportuno­s, se vuelca, al matar: dos orejas, que pasea con una bufanda del Atlético de Madrid.

Regusto de otra época

El sevillano Juan Ortega comparte con su paisano Pablo Aguado ser una de las más ilusionant­es novedades, en la actualidad. En la minitempor­ada de 2020, le he visto alguna faena realmente extraordin­aria: toreo clásico, natural, aparenteme­nte fácil, algo frágil. Debe mejorar en el dominio del toro, la regularida­d y el manejo de la espada. El tercero embiste cruzado, en el capote; le falta raza, es muy poco ‘Impulsivo’. Un gran par de Andrés Revuelta. Cuando nadie daba un duro por la faena, Ortega se sale con el toro a los medios, andando con torería; dibuja muletazos de exquisita naturalida­d, con suavidad de terciopelo. Casi sin toro, arma un verdadero lío, con regusto de otra época, muy diferente de lo que ahora solemos ver, pero lo estropea con la espada: si mata a la primera, las orejas eran seguras. Da una justa vuelta al ruedo. También se le cruza el sexto, de salida, y ha de salir de naja. Después de la vuelta de campana y la gran lidia de Revuelta, mejora. Brinda a Juan del Val. Con ayudados a dos manos, lo lleva al centro y vuelve a lucir la finura de su estilo, en lentos y suaves naturales, aunque el toro flaquea. Algunos muletazos producen la ilusión de que se suspende el tiempo: eso es el gran arte, con acento sevillano. Me ha hecho recordar a mi gran amigo Manolo Vázquez... Vuelve a matar mal y se queda en una oreja pero nos deja saboreando lo que hemos visto: gloria pura. Posdata. Causaron revuelo, hace poco, unas palabras de Morante en las que parecía descalific­ar a José Tomás. Sé bien lo que quería decir porque yo estaba delante: al estilo vertical, amanoletad­o, basado en quedarse quieto y aguantar, como José Tomás, prefiere Morante el de cargar la suerte y andarle al toro para dominarlo (algo que no tiene nada que ver con moverse, por miedo), como Domingo Ortega. Esto último es lo que ha hecho esta tarde Juan Ortega.

CARTEL DE HOY Toros de Adolfo Martín para Juan del Álamo, Román y José Garrido

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GUILLERMO NAVARRO Juan Ortega deleitó con su torería en la corrida de Garcigrand­e
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