ABC (Castilla y León)

Concierge para Vips

«Aunque me ocupe de la frivolidad, mi trabajo es muy serio»

- SALVADOR SOSTRES

—Ibiza. Fiesta.

—Más bien te sacas la peluca. A veces la fantasía consiste en estar con tu familia, porque durante el año no puedes. —Hippies.

—Dieron fama al principio, con sexo, drogas y el balearic house, su estilo de música. Hoy son muy minoritari­os. —La fama. La serie ‘White Line’.

—La fama está cambiando. La serie es terrible, injusta.

—Abel Matutes.

—Es una persona seria que trabaja por el bien de la isla. Caracteriz­arlo como un gángster está fuera de lugar. —Campos de golf.

—Matutes trabaja para que Ibiza tenga actividade­s todo el año y el golf es una. —Pero.

—Los ecologista­s no se lo ponen fácil. —Mala gente de verdad.

—Y además se nos vino el ‘rustic luxury’, lo que está de moda ahora. Con poca inversión te meten buenos palos. No tiene amenities como gimnasio, piscina o spa. Es de categoría hostal, pero a partir de 500 la noche.

—Hablemos de cosas serias.

—Con un amigo fundamos hace 12 años un club de polo en Ibiza. ‘Sostenible’ es tener un turismo más familiar, más de todo el año.

—Ibiza es lo más caro del mundo. —Es la oferta y la demanda, pero está bajando un poco.

—Mikonos.

—Surgió esta competenci­a hace 10 años. —Destino gay.

—Bueno, a los gais los billetearo­n y se instalaron los ricos de verdad. —Pero pronto volvieron a Ibiza. —Mikonos es más y además un caos.

—Concierge para vips.

—Yo me dedico a alquilar villas de lujo y a organizar las vacaciones de mis clientes. Soy un facilitado­r.

—Villas.

—Son residencia­s de entre 100.000 y 350.000 euros a la semana, con 10 habitacion­es, 12 personas de servicio, tennis, spa y varias piscinas. No es para todo el mundo.

—La seguridad va aparte.

—Les llamamos ‘seguridad’ pero son asistentes que te facilitan la vida. —¿No es un poco aparatoso?

—Hay gente que le gusta hacerse ver. La vanidad.

—¿Qué hacen los asistentes?

—Te preparan el acceso a los restaurant­es, a la discoteca, llevan a tu mujer al baño y le dan una propina a la que lo vigila para que no tenga que hacer cola.

—Cada asistente cuesta 550 euros las ocho horas.

—Hay asistencia­s más caras.

—No es muy caro si piensas que una mesa en Lío te cuesta por lo menos 5.000. También protegen tu espacio, y si un día bebes más de lo que puedes controlar, te solucionan los problemas en los que absurdamen­te te metes.

—No me creo que a usted le gusten las vacaciones.

—A mí me gusta trabajar. Mis vacaciones son las vacaciones de los demás. Aunque me ocupe de la frivolidad, mi trabajo es muy serio.

—Sólo trabajar es serio.

—Y jugar a polo. Lo hago en Argentina con mis amigos cuando Ibiza cierra. —Un argentino, dueño de Ibiza. —Llegué para vender collares en la playa. De casualidad conocí a Vicente Ganesha en su mítica tienda. Fue mi mentor. A los dos días me presentó a la hija de Mick Jagger. Y a la semana conocí al padre en una fiesta de Carlos Martorell. —Carlos es maravillos­o.

—Lo es. Siempre me interesa lo que hace. Tiene un gran sentido del humor aunque no todo el mundo lo entiende. —Carlos le presentó a Custo.

—Sí, y con Custo empezó todo. Me pidió que llevara a famosos y periodista­s de Ibiza a sus desfiles de Nueva York. Y empecé a alquilar las mejores casas de Ibiza, que eran de amigos míos, a mis amigos de Nueva York.

—Este verano.

—Será mejor que el anterior. Aunque no recuperare­mos la normalidad hasta que puedan abrir las discotecas.

—Lío, sí. Pachá no se sabe.

—Ibiza marca la diferencia con otros destinos igualmente hermosos, como la Toscana o Porto Chervo, con su oferta musical.

—Yo es que no salgo de Nobu. Nunca he podido soportar no estar en Nobu. Desde que cerró en Barcelona no me acabo de encontrar bien.

—Nobu nunca falla. Pero yo te he visto en el Jondal de Rafa Zafra.

—Bueno, pero es que Rafa es un genio. —Coronó el año pasado. Y ya es el restaurant­e por excelencia de la isla. —¿Cómo van las reservas de sus villas para este verano?

—Acabo de cerrar una a 150.000 euros por semana que junto con otras dos parecidas me van a salvar el verano. Vamos bien. Podríamos ir mejor.

—La felicidad.

—Hay gente que nunca está contenta con nada. Cuando se van te dicen que lo pasaron bien, pero tú les ves la cara. —La felicidad depende del dinero, pero la amargura, no.

—Sí, pero prefiero ser un amargado rico que un amargado pobre. —La mujer.

—Es la clave de todo. Los clientes están contentos si las mujeres están contentas, tanto si son sus esposas como si son sus fulanas. Ellas siempre mandan.

—Familias.

—No gastan tanto pero dan menos trabajo.

—Los amigos.

—Mis clientes gastan más cuando vienen con sus amigos y chicas que con sus familias. —Déjeles disfrutar.

—De hecho muchos me dicen, «oye, bájame un poco el presupuest­o que esta vez voy con la familia y no quiero gastar tanto».

—Ir a Ibiza con la familia es como ir a Valencia con la paella.

—Don’t bring sand to the beach.

JUNQUERAS tiene las llaves de la cárcel. Entra y sale del agujero con más naturalida­d que el Chapo Guzmán. Yo pensaba que estar en el trullo era una jodienda porque tenías que vivir encerrado en un hoyo friolento con una letrina y porque socialment­e quedabas señalado como un delincuent­e hasta que cumplieses tu condena. Pero el trajín de Junqueras saliendo de la trena entre vítores como quien sale de la oficina me tiene despistado. Tengo la impresión, no sé usted, de que para él Lledoners no es una cárcel, sino un hotel. Habitación individual, buena comida, buen colchón, misa diaria, un poco de ejercicio, un teléfono con tarifa plana y, sobre todo, un despacho para recibir a quien le plazca y seguir negociando contra España. El Gobierno de Cataluña lo han tramado un preso y un fugitivo. Empátelo.

El abrazo de Junqueras a Aragonés me ha dejado traspuesto. ¿Se puede salir de la cárcel para abrazar la causa que te ha llevado a ella? Los españoles hemos estado un año y medio separados por mamparas del abrazo de nuestros padres, pero los antiespaño­les entre barrotes se pueden dar achuchones cuando quieran. Delinca y será un privilegia­do. No se me ocurre un atajo mejor en un país tan surrealist­a. Mañana van a morir varias decenas de personas por la pandemia y el presidente nos está contando milongas futuristas sobre cómo se gestionará el urbanismo de la luna para nuestros apartament­os de verano en 2050. Y su partido, que ganó las elecciones en Cataluña y ha sido desplazado del gobierno por convictos, les está preparando a cambio el indulto. El síndrome de Estocolmo es de libro. Gracias a las facilidade­s que el Estado está dando a los sediciosos, se ha producido un retruécano esperpénti­co en la visión de este desastre. Los reclusos son los jefes de los carceleros y usan la llave de la mazmorra a capricho mientras nos repiten el cuento de que en España hay presos políticos. Pero es justo al contrario. ¿Pueden salir de la cárcel los demás criminales para dar mítines contra las leyes que han incumplido? Pues entonces Junqueras ha consolidad­o en el Hotel Lledoners un nuevo concepto que ya se atisbaba en el trato de favor a los etarras: el liberado por razones políticas.

Atención al disparate: el recluso Junqueras es ahora el jefe de los carceleros

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—Saltarse la cola del baño para una mujer es como para mí poder ir a Nobu sin reserva.

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