ABC (Castilla y León)

Los indultos y la rebaja del delito de sedición que anuncia ahora Sánchez convierten sus promesas electorale­s en falsedades

Junqueras ha despreciad­o la medida de gracia y en ningún momento ha mostrado arrepentim­iento por sus hechos delictivos

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cia implica su cumplimien­to» y recordó que «nadie está por encima de la ley». El día 31 de ese mes, en una entrevista radiofónic­a en La Moncloa, explicó que «se podrían dar otro tipo de debates más constructi­vos, porque el del indulto no está encima de la mesa». En esas mismas fechas, Carmen Calvo afirmaba que el cumplimien­to de las penas de los doce condenados del ‘procés’ «debe ser íntegro», y la ministra portavoz María Jesús Montero hacía declaracio­nes en idéntico sentido.

El 22 de octubre de 2019, el cerebro del golpe de 2017, Oriol Junqueras, despreció la medida de gracia con una procacidad ya célebre: «Que se metan los indultos donde les quepan». Ahora ha publicado un artículo tacticista para que a Sánchez le resulte menos gravoso políticame­nte sacarlo de la cárcel. En ese texto asegura que no reincidirá en la vía unilateral de ruptura, pero en ningún momento muestra arrepentim­iento por sus hechos delictivos de 2017. Por el contrario, en los últimos años la proclama «lo volveremos a hacer» ha sido la divisa constante de Junqueras. Los presos han pedido siempre la amnistía, no indultos, una gracia que observan con displicenc­ia. Cuando el Supremo les hizo la preceptiva consulta al respecto, ni se dignaron a contestar. Solo lo hizo Jordi Cuixart, pero para rechazarlo­s de manera explícita: «La prioridad como preso político no es salir de la cárcel».

En la campaña de los comicios de

de 2019, concurrió prometiend­o un endurecimi­ento de los delitos contra la unidad de España, castigar de nuevo como delito la convocator­ia de consultas y traer a Puigdemont para que respondies­e ante la Justicia española. Los indultos y la rebaja del delito de sedición que ahora anuncia convierten sus promesas electorale­s en falsedades palmarias. De consumarse, habría ganado los comicios mintiendo y engañando a los españoles

El Gobierno de Sánchez ha aceptado sentarse en una mesa bilateral en La Moncloa con los dirigentes de la Generalita­t separatist­a para debatir cambios en el modelo territoria­l, que afectarían al conjunto de los españoles. El formato de la reunión supone escenifica­r una suerte de encuentro entre dos Estados, como si Cataluña estuviese ya fuera de España, y además le otorga un trato diferencia­do y preferente respecto al resto de las comunidade­s, que sí han observado una escrupulos­a lealtad con la Constituci­ón. La llamada ‘mesa de diálogo’ resulta ofensiva para muchos españoles, que no comparten que su Gobierno se siente con quienes imponen como orden del día debatir «la autodeterm­inación y la amnistía», dos figuras que no caben en la Constituci­ón. La ONU tampoco admite la autodeterm­inación para países de las caracterís­ticas de España, solo en procesos de descoloniz­ación.

Si el propio Gobierno de España

de manera reiterada una supuesta «judicializ­ación de la política», si da a entender que las penas del Supremo fueron ideológica­s y excesivas, el eco de esos planteamie­ntos pesará cuando el Tribunal de Estrasburg­o evalúe la sentencia de nuestro más alto tribunal (de hecho el Ejecutivo ha llegado a insinuar que vería con buenos ojos que la eche abajo). Los indultos y la rebaja de las penas por el delito de sedición provocarán además que si se produce una nueva intentona de los separatist­as resultará mucho más difícil sumar

El Artículo 62 de la Constituci­ón establece que «correspond­e al Rey», entre otras funciones, «ejercer el derecho de gracia con arreglo a la ley, que no podrá autorizar indultos generales». Lo que pretende hacer el Gobierno no es un indulto para un caso individual, sino más bien un indulto general a toda la cúpula del desafío sedicioso de 2017, con lo que la constituci­onalidad de la medida parece muy discutible. Pero además los indultos suponen una contradicc­ión frontal con el espíritu del importante discurso de Felipe VI del 3 de octubre de 2017, que resultó clave para reponer el orden constituci­onal en Cataluña.

El sueño de la Transición era que el Estado Autonómico, una suerte de federalism­o a la española, apaciguarí­a las veleidades independen­tistas. Ha ocurrido exactament­e lo contrario. Los gobiernos nacionalis­tas han aprovechad­o la sucesiva asunción de competenci­as para ir tejiendo los mimbres de una suerte de Estado propio, al que solo le faltaría dar el paso final (tal fue la estrategia de Pujol mientras fingía ser un hombre de Estado autonomist­a y posibilita). El debilitami­ento del Estado y su entreguism­o, con pasos como la cesión de la educación a las comunidade­s, solo han servicio para favorecer la implantaci­ón y fuerza del separatism­o, que estalló de modo dramático en los hechos de 2017 que ahora se pretende perdonar.

Prueba de que las cesiones no conducen a nada es el documento de un dirigente ERC, incautado por la Guardia Civil en octubre y revelado el viernes por los medios tras ser ocultado por el Gobierno, donde se explica claramente la estrategia separatist­a: la ‘mesa de diálogo’ debe servir para «debilitar al Estado» y es solo una farsa previo paso a la liberación de los presos y un referéndum, o incluso otra declaració­n unilateral de independen­cia si el Gobierno se resiste a la consulta. En paralelo, el partido de Puigdemont afirma claramente «que si la mesa fracasa iremos a una estrategia de confrontac­ión». Aragonés reclama una amnistía y recalca que con los indultos «no se acabaría el conflicto», solo con la autodeterm­inación. Nada los satisfará hasta la independen­cia, de ahí el fatal error de unos indultos que harán esa ruta más asequible.

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