Las otras víctimas del comisario Villarejo
▶La Fiscalía Anticorrupción fue durante años su gran bestia negra, y sus integrantes, objetivo a batir ▶Policías y guardias civiles engrosan la larga lista de enemigos contra los que movilizó toda su artillería «Soy un poquito hijo de perra con los enemig
El estallido del caso Tándem con la detención en noviembre de 2017 del comisario José Manuel Villarejo y la ingente cantidad de investigaciones que se han ido derivando de aquella operación han llevado a más de uno a acudir a la Audiencia Nacional en busca de justicia. «Me llamo X y fui víctima del comisario Villarejo. Esto denuncio. Este es mi abogado». Pero es difícil que a esa lista se apunten funcionarios públicos, especialmente si están en activo, aunque siempre los hubo. Los audios, las agendas y las notas invervenidas al comisario vienen evidenciando que declaraba la guerra a todo aquel que se cruzase en sus intereses, ya fuesen personales o de los clientes para los que realizaba algún encargo.
Y ahí tiene puesto privilegiado la Fiscalía Anticorrupción, la gran bestia negra de Villarejo durante años, pero también miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que, por una cosa o por otra, molestaban. «A lo mejor soy un poquito hijo de perra con los enemigos», dejó dicho en uno de sus audios.
El primer capítulo de la inquina contra Anticorrupción tuvo un objetivo claro: el fiscal David Martínez Madero, como informó ayer ABC. Estaban dispuestos a hacerle pasar por un corrupto que cobraba 7.000 euros al mes de la mano de un conocido confidente policial: Manuel Gutiérrez Carbajo. A través de Madero intentaron llevarse por delante a todos los funcionarios con los que se relacionaba. El entonces jefe de Judicial de Mossos, José Luis Trapero, el teniente coronel de la Guardia Civil, Alarcón, otros dos comandantes, Baena y Cortés, y un teniente de Drogas. El fin era doble: quitar de la circulación al fiscal y proteger a supuestos agentes corruptos investigados por dar protección a los clubes Riviera y Saratoga y por estar implicados en un robo de droga en el puerto de Barcelona.
En otra investigación de drogas, de mayo de 2009, con un segundo confidente detenido, tres policías de la comisaría de Cornellá se presentaron para hablar con un arrestado por la Guardia Civil. Solo tenían por objetivo que delatara a Carbajo, para así, debilitar a Martínez Madero y a los mandos de Guardia Civil y Mossos que trabajaban con él en las causas mencionadas. Villarejo, el entonces jefe de UDEF José Luis Olivera y el inspector jefe Antonio Giménez Raso comentaron el tema de forma críptica en una comida en 2009. Lo interesante es que un sargento del Instituto Armado confirmó, en una declaración ante el juez que investigaba la relación de Guardia Civil y Mossos con Carbajo, la actuación de los agentes de Cornellá de la que se habla en la comida y cuál era su objetivo.
En el capítulo de policías, mención especial merece Marcelino Martín Blas, que fue jefe de la Unidad de Asuntos Internos, que puso a Villarejo en el radar a partir de las pesquisas sobre el
En un audio que obra en la segunda pieza separada del sumario, relativa al espionaje a un despacho de abogados, el comisario José Manuel Villarejo se confiesa «un poquito hijo de perra con los enemigos». Esos «enemigos» lo son por épocas no sólo fruto de sus batallas personales, generalmente, contra investigadores que tocan sus intereses o los de sus «troncos», sino también personas que se convierten en objetivo por los encargos de sus clientes. En esa lista hay particulares, empresarios, políticos y hasta jueces.
Pequeño Nicolás y que de hecho, llegó a desplegar a su equipo a las puertas de las oficinas del comisario para detenerle antes de que la Audiencia Nacional entrase en el tema. La operación se frustró por una llamada ‘in extremis’ pero tal y como reveló en su día ABC, Villarejo se enteró de todo. Llegó a hacerle una investigación patrimonial que luego fue filtrada en prensa. En 2017, con Martín Blas fuera de la jefatura, se jactaba: «Yo le corté la cabeza». Ahora está imputado en Kitchen. Villarejo, como el que fue jefe de ambos y también imputado Eugenio Pino, le señaló.
Tampoco salió bien el encontronazo con Jaime Barrado, el comisario de reputación intachable –lideró la investigación del caso de Anabel Segura–, que decidió investigar la denuncia de una mujer contra Villarejo por apuñalamiento. Llegó a ser suspendido de empleo y sueldo. Ese asunto está ya camino de sentar en el banquillo al comisario, pero en los inicios, intentó pararlo, moviendo los hilos con otros policías de su cuerda e incluso con el entonces secretario de Estado de Seguridad.
Entre los archivos del comisario se encontró una carpeta relativa al fiscal Anticorrupción José Grinda que, según las fuentes consultadas, contenía dossieres difamatorios graves, y en los audios de la causa aparecen varias referencias a su interés por apartarle. Las agendas apuntan además a que movía esa información, era «lo de Grinda». La enemistad venía de lejos. En la conver