ABC (Castilla y León)

La Guardia Civil habló dos veces con Gimeno antes de deshacerse de las niñas

▶Paró «un momento» en casa de sus padres y dejó su perro a escondidas, con los cuerpos sin vida en el maletero ▶La novia del asesino abrió un estuche con 6.200 euros y una carta de despedida con Olivia y Anna aún vivas

- CRUZ MORCILLO MADRID Las mató en su casa Paró con los cadáveres Cambio en la búsqueda

Tomás Gimeno planificó al milímetro el asesinato de sus hijas Olivia y Anna, el 27 de abril, tal y como detalla la juez de instrucció­n en un auto devastador. El único objetivo de este plan maquiavéli­co fue provocar a Beatriz Z. «el mayor dolor que pudo imaginar, a la que de forma deliberada quiso colocar en la incertidum­bre acerca de la suerte o destino que habían sufrido en sus manos Olivia y Anna».

Esa ruta del mal comenzó la madrugada anterior, a las 00.30 cuando llevó su Alfa Romeo hasta la finca de Guaza

(Arona) en la que trabajaba y lo tapó con una funda. Al día siguiente, ya con los cadáveres de Anna y Olivia en el maletero de su otro coche, el Audi hallado en el pantalán de la Marina, pasó «un momento» por la casa de sus padres y a escondidas dejó allí a su perro Oto, las llaves del Alfa Romeo, dos tarjetas de crédito y las claves de las mismas. Eran las 21.13 y se dirigía a su barco, al mar, a la tumba de sus hijas.

La juez describe otros hechos de esa planificac­ión ya el 27: entregó a su novia un estuche con 6.200 euros y una nota de despedida. Le pidió que lo abriera a las once de la noche, pero ella lo hizo a las 17.20.

Todo comenzó mucho antes, hace un año cuando Beatriz, la madre de sus hijas lo dejó. Estaba embarazada de Anna y harta de sus infidelida­des. Desde entonces, según la juez, Tomás mantuvo hacia ella de forma constante «un trato vejatorio y denigrante, dirigiéndo­le a diario comentario­s descalific­ativos, ofensivos y ultrajante­s». La despreciab­a porque ella había rehecho su vida y le dejó claro que no toleraba que la nueva pareja de Beatriz «compartier­a momentos con sus hijas». No había resolución judicial, pero las niñas quedaron bajo la custodia de la madre con la que convivían en Radazul (El Rosario).

El 27, como otros días, iba a pasar la tarde con las niñas. Recogió a Anna en casa de su madre a las cinco y a Olivia en el centro educativo al que asistía martes y jueves. Allí le dio a su novia, la directora, el estuche con el dinero y la nota. Dejó a la pequeña con los abuelos paternos y llevó a la mayor al club de tenis. La niña terminaba a las 18.30 y mientras él se dirigió a la Marina y pasó unos minutos probando el motor de su barco.

Gimeno mató a sus hijas presuntame­nte en su casa, según la juez entre las ocho y las nueve. Las envolvió en toallas y las introdujo en bolsas de basura y éstas en petates de deporte.

Antes de embarcar, con los cuerpos sin vida de sus hijas en el maletero, paró en casa de sus padres «un momento», a escondidas, para dejarles a su perro, las llaves de su Alfa Romeo, dos tarjetas de crédito y las claves de las mismas.

La juez acuerda orden internacio­nal de búsqueda por dos delitos agravados de homicidio y uno contra la integridad moral en el ámbito de la violencia de género, dirigida «a evitar la posibilida­d de que Gimeno, cuyo cuerpo no se ha localizado, pueda sustraerse a la acción de la justicia».

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