Bisturí e hisopos para dar «Lux» a Las Edades del Camino
treinta y tres años como Fundación, con 24 exposiciones a sus espaldas, ha permitido que uno de los principales mensajes de Las Edades del Hombre, la necesidad de conservar para luego dar a conocer un patrimonio religioso exclusivo e irrepetible, vaya calando. Son muchas las obras rehabilitadas, y también una gran labor de concienciación, por lo que «los casos de mala conservación son cada vez más escasos», pero un nuevo proyecto expositivo siempre es una revolución en sus talleres, y más cuando la nueva iniciativa implica a tres provincias
Tdistintas —Burgos, Carrión de los Condes (Palencia) y Sahagún (León)—, cinco sedes y la reunión de más de 200 obras. Bien lo sabe Silvia Lorenzo, jefa de estos talleres, que junto a otros cuatro expertos en restauración afronta estos días, a poco más de dos semanas para la inauguración de la nueva edición, el pico de trabajo.
En el taller, ubicado en dos plantas de un ala del majestuoso Monasterio de Santa María de Valbuena, en el municipio de San Bernardo (Valladolid), piezas empaquetadas a la espera de ser trasladadas a las sedes donde serán expuestas conviven con otras que aguardan su puesta a punto. Ahora «rondan entre las 50 y 60, pero vendrán más», prevé Silvia Lorenzo. La «mayoría» de obras llegan para ser revisadas, «quitarles un poco el polvo, y retocar alguna cosa» antes de ser «retratadas» para el catálogo –trabajo que también se aprovecha para hacer en los talleres–, aunque también hay alguna intervención de mayor envergadura. Con todas se sigue el mismo proceso. Primero, «un estudio tranquilo y una buena revisión de las patologías que tiene». A partir de ahí, se comienza a trabajar: «Si es una obra de madera, se analizará si tiene ataque de insectos, si su policromía está bien asentada o tiene levantamientos o si los barnices están muy oxidados». Si es un lienzo o está «en un soporte similar», se estudiará también «si está fuerte o sufre ataque de hongos».
Ninguna obra, por muy similar que sea a otra, precisará del mismo tiempo de intervención, recalca esta especialista: «Depende de muchos condicionantes». Incluso a veces se complica más de lo que en principio pensaban, como les ha ocurrido con un lienzo procedente del Convento de San Isabel de Valladolid: «Vino hecho trizas. Estaba tirado y ni siquiera puesto en un bastidor», comenta sin reparos Beatriz Conde, otra de las restauradoras. Su intervención, a punto de concluir, les ha llevado «dos meses y medio»: «Primero tuvimos que ver dónde iba cada pieza, luego parchearlo y entelarlo y tras su limpieza nos hemos puesto con la reintegración cromática».
No ha sido su única tarea complicada en estos últimos cinco meses. En la planta baja del taller, que alberga las obras de mayor tamaño, aguarda su turno un grupo escultórico procedente de la Catedral de Cádiz. Aunque sus tallas «están bastante bien», no ocurre lo mismo con el fondo del retablo, donde encontraron restos de «una resina que se comenzó a utilizar hace 50 años» que les está costando «mucho» eliminar. Su propósito es recuperar los colores del fondo para luego hacer una reintegración, detalla Conde.
Este pequeño retablo es una de las muchas obras procedentes de catedrales de fuera de Castilla y León que nutrirán «Fe y arte en la época de las catedrales (1050-1550), el capítulo de «Lux» que albergarán los dos claustros de la seo de Burgos y la sala Valentín Palencia. El objetivo de esta parte de la muestra es dar una visión global de todo lo relacionado con estas edificaciones en su época de mayor es