EL ÁNGULO OSCURO
Mientras sigamos considerando el infanticidio un crimen ‘subsidiario’ de la ideología, los monstruos como Gimeno no harán sino proliferar
RESULTA muy característico de nuestra época cínica y enferma que los mismos que promueven, enaltecen y patrocinan el infanticidio tempranero se escandalicen del crimen perpetrado por ese infanticida rezagado en Tenerife.
En una de sus paradojas más hirientes e intrépidas, Chesterton ponderaba a los infanticidas como «pioneros progresistas», dispuestos a consumar de forma plena y sin tapujos lo que otros progresistas más remilgaditos sólo se atrevían a hacer de forma simulada y cobardona. Chesterton exhortaba a los progresistas de su época a legalizar el infanticidio, que sin duda ofrece ventajas extraordinarias sobre el aborto. «Tal comportamiento –dictaminaba Chesterton– sería propia y razonablemente científico, porque podríamos seleccionar tranquilamente a los mejores, o al menos a los más saludables, y sacrificar a aquellos a quienes juzguemos inadaptados». El infanticida, en efecto, es más científico que el abortista (pues el aborto es matar a voleo, mientras que el infanticidio es matar con precisión y certeza); y, además, tiene la valentía de mirar a los ojos al hijo que se dispone a asesinar, frente al abortista que los cierra (ojos que no ven, corazón que no siente) mientras a su hijo despedazado lo utilizan para fabricar cremas o vacunas.
Pero nuestra época cínica y enferma no se conforma con condenar al infanticida rezagado, a la vez que aplaude al infanticida tempranero. Además, puesta a calificar el crimen del infanticida rezagado, le examina primero las gónadas. Si la que mata a sus hijos es una mujer, tiende a disculparla y a buscar grotescas circunstancias eximentes de índole psicológica (sobre todo si el infanticidio se perpetra durante el puerperio) que, por supuesto, no se contemplan cuando el infanticida es el padre. De este modo, el infanticidio se convierte en un crimen ‘subsidiario’ del derecho discrecional de la mujer a disponer del fruto de sus entrañas, que desde luego incluye todo su período de gestación e incluso puede prolongarse durante algún tiempo más. Así, la calificación de un crimen se supedita a intereses ideológicos.
Resulta, en fin, muy revelador que nuestra podrida sociedad se movilice contra el ‘crimen machista’ subyacente en este infanticidio canario, anteponiendo el daño moral que el infanticida quiso causar a la madre sobre la naturaleza intrínsecamente criminal del infanticidio. Pero mientras sigamos considerando el infanticidio un crimen ‘subsidiario’ de la ideología, los monstruos como este Tomás Gimeno no harán sino proliferar. Pues los infanticidios no son más que la consecuencia lógica de la pérdida del sustento colectivo y del sano equilibrio de la vida comunitaria perpetrado por esa misma ideología. Borrados los frenos morales y religiosos que propiciaban aquel sano equilibrio, azuzados hombres contra mujeres, abocados todos al desarraigo y a unas relaciones humanas cada vez más utilitarias y adventicias, no harán sino crecer todas las formas de infanticidio, tanto las precoces como las rezagadas.
EN un esplendoroso domingo de junio, con treinta grados cascando sobre el asfalto y todavía en los coletazos de la pandemia, puede haber planes más sugerentes que sumergirse en una manifa en el centro de Madrid. Sin embargo miles de personas sacrificaron su ocio para protestar contra Sánchez. El baile de cifras de las policías provoca bochorno, pues uno de los dos Cuerpos tiene que haber mentido como un bellaco (25.000 según la Nacional y 126.000 para la Municipal). Pero aun así es innegable que allí había una marea de gente. ¿Ha sido esta protesta un indicio más de que ha comenzado un inexorable declinar de Sánchez? ¿O es todavía muy prematuro hablar de su declive? Hay dos hipótesis:
—Según la visión monclovita, la manifestación de ayer y los últimos patinazos del Ejecutivo –crisis con Marruecos, el circo de las medidas mutables de Sanidad, la vergüenza de unos indultos arbitrarios– son anécdotas que se olvidarán rápido en la taquicardia de la información continua (¿quién se acuerda hoy de que tenemos un ministro del Interior señalado por la justicia en el caso Cobos, en el que además mintió al Congreso?). Falta un mundo para las elecciones de 2023. Los indultos y la devaluación del Código Penal para pelotillear a los separatistas se colarán de rondón en medio del despiste vacacional y las emociones de la Eurocopa. La economía va a repuntar espectacularmente, porque venimos de una sima (mayor caída del PIB de la OCDE). Unido a que este verano se completará la vacunación y se aliviarán las restricciones, imperará un clima psicológico de alivio y contento, que capitalizará Sánchez. El maná europeo facilitará una red clientelar progubernamental, que rentará en los comicios. En cuanto a la patata caliente catalana, es posible comprar dos años de tranquilidad inflándolos a dinero –a costa de otras regiones– y mareándolos con el señuelo de algún tipo de consulta. Unido a que Casado tampoco es ningún ‘crack’ electoral y que Podemos bajará sin Iglesias –con trasvase de voto al PSOE–, al final Sánchez volverá a ganar en 2023 y seguirá.
—Sánchez ya no cuela. El público le ha visto el plumero. Bajo su carcasa de propaganda es un presidente débil en el Parlamento, con un gabinete muy flojo y escaso poder autonómico. Presenta además un enorme talón de Aquiles: su alianza imposible con los separatistas, que no se conformarán con las mercedes en curso y en breve le darán un ultimátum con el referéndum. Como no puede concederlo por ser inconstitucional, sus aliados lo abandonarán y tendrá que convocar elecciones anticipadas. Los indultos han sido un grave error, porque ha irritado a votantes centristas que a veces votan PSOE y a veces no, y que ahora lo abandonarán. El declive de Podemos le dificultará reeditar su coalición. El problema económico se dejará sentir (y más cuando acabe el camuflaje de los ERTE). Pero sobre todo el personaje ha saturado a los españoles: no quieren un presidente ególatra que vive del engaño, ni un Gobierno patoso y ‘amateur’.
¿Hay Sánchez para rato o no? Apelo a mi condición de gallego: depende.
A esa cuestión habría que responder a la gallega: depende