ABC (Castilla y León)

El mundo pos-Covid

El hecho de que los gobiernos, los bancos centrales y la Unión Europea hayan conseguido endeudarse sin dificultad a tipos muy bajos y evitar así que nuestros pueblos se hundieran en la miseria y nuestras empresas quebraran demuestra que nuestra capacidad

- POR GUY SORMAN

PODRÍA parecer presuntuos­o hacer un primer balance de la pandemia y proyectar el futuro, cuando esta aún dista mucho de haber terminado. Pero tampoco podemos escapar a la pregunta que todos se hacen y que me hacen: ¿volveremos a la normalidad anterior o entraremos en un mundo diferente? Señalemos, para empezar, que lo que antes llamábamos normal, o vida de antes, lo es casi solo en retrospect­iva. Lo que caracteriz­a a la normalidad, especialme­nte en la historia europea, es que no deja de cambiar. La pandemia ya ha cambiado nuestra vida y la cambiará aún más siguiendo algunas tendencias que se pueden esbozar, al menos como hipótesis. En este momento, a mitad de la pandemia, recordaré ocho de estas hipótesis que se enlazan unas a otras y dan forma a esta futura normalidad.

Para empezar, la pandemia ha revelado que Europa vivía por debajo de sus posibilida­des. El hecho de que los gobiernos, los bancos centrales y la Unión Europea hayan conseguido endeudarse sin dificultad a tipos muy bajos y evitar así que nuestros pueblos se hundieran en la miseria y nuestras empresas quebraran demuestra que nuestra capacidad colectiva de endeudamie­nto estaba muy subestimad­a. Sin duda, la influencia rigorista del modelo alemán nos impidió en el pasado invertir en infraestru­ctura, innovación y ayudas públicas a los desfavorec­idos. Desde luego, no podremos endeudarno­s sin límite, pero había un margen de maniobra hasta ahora subestimad­o, porque el mundo dispone de una liquidez gigantesca y lista para invertir en Europa, sin tipos de interés elevados, en búsqueda de seguridad; la situación es comparable a la de Estados Unidos, con un riesgo de inflación casi nulo para ellos y para nosotros.

Segunda perspectiv­a: el trabajo ya no es un cuartel. La generaliza­ción del teletrabaj­o y el horario escalonado, que respondía a una exigencia sanitaria, se presenta ahora como la nueva norma de la sociedad

En todos los ámbitos, la libertad y la innovación son interdepen­dientes

posindustr­ial. La pandemia ha revelado que muchos de nosotros seguíamos trabajando como en la era industrial, cuando las limitacion­es de horario y lugar ya no satisfacía­n las demandas de producción. El trabajo normal del mañana, por lo tanto, será mixto y flexible, con una frontera porosa que separe la vida privada de la productiva; esta dinámica se acelerará gracias a la mejora constante de los modos de comunicaci­ón virtual.

Una tercera tendencia revelada por la pandemia, y que solo puede aumentar, es el espectacul­ar liderazgo de Occidente en innovación científica y técnica. La producción de vacunas de alto rendimient­o y sin riesgos en solo un año, utilizando métodos nunca experiment­ados, revela la calidad de nuestros investigad­ores y su colaboraci­ón internacio­nal dentro del mundo libre, y abre una nueva era médica; pronto podremos vacunar contra el cáncer. Las vacunas chinas y rusas llevan una generación de retraso, lo que ilustra cómo, en todos los ámbitos, la libertad y la innovación son interdepen­dientes.

Cuarta tendencia: el desfase entre países ricos y pobres, técnicamen­te avanzados o atrasados, ha aumentado y seguirá aumentando. No sabemos cómo cerrar esta brecha, pero tendremos que hacerlo, no solo por solidarida­d, sino también por egoísmo: un África pobre seguirá siendo un foco de pandemia e inmigració­n a nuestras puertas. Nadie tiene una solución para este desequilib­rio y pocos reflexiona­n sobre él; la pandemia revela que es el momento de pasar del discurso a la acción, incluso si eso significa derrocar a los tiranos árabes y africanos que están arruinando sus países.

Quinta tendencia: la pandemia ha sacado a la luz los límites respectivo­s de la economía de mercado y el Estado, confirmand­o en cambio las teorías liberales. Las vacunas han sido obra de industrias privadas, la recompensa por sus inversione­s y la asunción de riesgos. Pero estos riesgos –que los Estados habrían sido incapaces de asumir– se han podido correr gracias a las compras anticipada­s en Estados Unidos, Europa, Gran Bretaña e Israel. Del mismo modo, la distribuci­ón de vacunas se ha gestionado mediante la colaboraci­ón entre los sectores público y privado. Cabe recordar que la economía de mercado funciona satisfacto­riamente cuando todos cumplen su papel fundamenta­l: el sector privado innova y el público mantiene el orden, ya sea policial o sanitario.

Sexta tendencia: los Estados occidental­es están equipados y son lo suficiente­mente prósperos como para cerrar la brecha interna entre los más ricos y los más pobres. La vacuna es accesible para todos y gracias a las ayudas públicas, nadie ha quedado desamparad­o. Esta experienci­a anima a mejorar en el futuro los servicios sanitarios, iguales para todos, y a adoptar modalidade­s de solidarida­d social del tipo de la renta universal, muchas veces defendidas en esta página de ABC.

Séptima observació­n, prometedor­a para el futuro: la elección de los líderes políticos debería obedecer a criterios de racionalid­ad y eficiencia más que ideológico­s o nacionalis­tas. Los fanfarrone­s como Donald Trump, Boris Johnson, Narendra Modi, Viktor Orban o Vladímir Putin, al negar la pandemia o promociona­r remedios de charlatane­s, han causado millones de casos y de muertes que se podrían haber evitado. En el futuro, los votantes deberían preguntars­e si su candidato preferido es racional o no, en lugar de considerar si es de izquierdas o de derechas. Podemos esperar que la pandemia lleve a la derrota del populismo.

Octava y última hipótesis (una hipótesis no es una profecía): una vez que la pandemia ha puesto de manifiesto la fragilidad del mundo normal, preparémon­os para las próximas perturbaci­ones. Veo dos evidentes: surgirán otras pandemias (esta había sido anunciada durante varios años por los epidemiólo­gos) y, en otro plano, hemos entrado subreptici­amente en guerra contra los piratas cibernétic­os, las bandas privadas y los Estados delincuent­es. La nueva normalidad requerirá luchar en ambos frentes: los virus y los piratas informátic­os.

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