ABC (Castilla y León)

Parafernal­ia, debates, algún político y mucha sed en las terrazas de la zona de Colón tras la protesta ciudadana

Poscolonia­les y tabernario­s En el Carmen Bar unas señoras piden una silla: «Claro que sí. Aquí se cede todo menos la soberanía nacional». Y se ríen

- JESÚS NIETO MADRID

«Tienen hambre de Justicia, y sed de champán», que diría el poeta maldito Pedro Luis de Gálvez. La Justicia es que no den indultos a cascoporro, de tapa, como dan las aceitunas de Campo Real. Y la sed es la sed, aquí y en el Palau de Lledoners, subsede de la Generalita­t.

Lo que pasó fue que en Colón hay una terraza que se ocupó desde pronto, Papua, como una Ibiza rojigualda y encima del Teatro Fernán Gómez. Pero de Colón a los bares, a «donde está la España viva» que le decía un veinteañer­o a otro, hay que dar un pateo con tiendas de complement­os femeninos de noches especiales que sí abren hoy.

Antes, hay que cruzarse con Santiago Abascal y los suyos, jacarandos­os, y subir por Claudio Coello, y ver en el Carmen Bar los ojos de Marimar Blanco con una tristeza infinita y un grupo de señoras que preguntan si le puede ceder una silla. «Claro que sí, que aquí se cede todo menos la soberanía nacional». Y se ríen. En el mismo sitio donde después Edmundo Bal, con vaqueros de pitillo y felicidad centrista, pidió una Seagram junto a un fan «muy razonable».

Cierto, también, que brujulea por estas tascas ‘verdemadri­les’ el niño con la Fantita y la bandera, bebiendo en paja, mientras que el padre le mesa el cogotillo y mira en el televisor mudo «lo bien que ha quedado la distancia social». Distancia social que para otros será pinchazo. Curioso es también que haya mucho bar cerrado entre las joyerías del barrio de Salamanca, que ya son ganas de perder la vez.

Antes, los que comen en casa se han ido con la mirada perdida, han abierto el portal con mármol y quedaron prendados de ese sentimient­o de servir a la Patria previo a la siesta. Algún legionario de Melilla, con la bandera de la bandera y con el borrego en el pecho hasta la nuez, lleva la enseña veterana y pide un vermú «hasta la bola»: tanta parafernal­ia, y no quiere retratarse ni dar el nombre. Él mismo.

En la televisión del bar del Lulo en Génova, cómo no, dan lo de Podemos y un cincuentón de buen ver, con canas, se pasa el botellín por la frente –creemos que por la fatiguita ideológica–. Aquí piden Ramón Bilbao, «hasta el fondo, sin miedo, niña». Ya que se anda en el ambiente de la Hostelería, en las traseras de Colón también empiezan pronto los cubatas, que eso de «pitar al traidor» explica la dureza de las circunstan­cias políticas.

Luego, mascarilla­s con escudito de Galicia y la bandera nacional, o dos cuñados discutiend­o sobre la tonalidad del león del escudo patrio, y una rubia que ha comprado una blusa en Zara para vestirse de verano y musa. Lo que sí llama la atención en las terrazas que suben por los bulevares son dos mellizos, Juan y Antonio, de Almendrale­jo, que van con un difícil traje: pantalones cortos que dejan ver varices y un chaleco de pescadores con el pin nacional. Discuten sobre «si los catalanes van a salir ganando y con la cartera llena». Los hermanos han reservado pensión céntrica, y algo harán, que la tarde es larga y el tren de mañana, lento.

En las hamburgues­erías franquicia­das de Alonso Martínez resuenan zapatos castellano­s, hamburgues­as baratas y mucha mala idea. «Te vas a poner como Junqueras», dice uno. «O como tu madre», responden tirándose patatas imperecede­ras. Es la juventud de España, que no tiene para un gin tonic de Magellan pero sí para estas litronas con aire acondicion­ado y filete ruso.

En la anterior ‘manifa’ se vio a Juan José Cortés, de zapatillas. Pero era invierno y el cuerpo pedía callos, y no se vivía como en una posguerra vírica de la que nos vamos reponiendo. Con la pandemia y el miedo a Sánchez, con el vientito de verano, el Derecho Constituci­onal da paso a criticar ciertas formas de Luis Enrique. Como el Cid, aquello de «buen vasallo si oviesse buen senyor».

Se van poniendo el discurso de Díez en el teléfono, salen comandas de tarta de manzana por donde pasamos, y la vida sigue en los bares: donde a Sánchez le pitan los oídos. En lo del Lulo suena ‘Resistiré’. Luz de domingo.

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