ABC (Castilla y León)

Izpisúa y el reto de la Quimera

- POR REMIGIO VELA NAVARRETE

«Izpisúa ha elegido el camino de la hibridació­n para generar la Quimera, en la búsqueda del donante universal, tropezando con serios obstáculos morales y éticos, porque ha ido directamen­te al origen de las especies. Recordemos que la legalidad vigente no impide ni castiga estas investigac­iones, se hagan en China, California o España. Este experiment­o y avance es sólo un paso en el largo camino de la estrategia proclamada»

EL extraordin­ario avance científico conseguido con las últimas investigac­iones de Juan Carlos Izpisúa nos ha llegado, en estos tiempos de pandemia, por la prensa, más cargado de controvers­ias éticas y morales que de valoracion­es sanitarias y científica­s. La noticia aludía a que ha conseguido la creación de 132 embriones combinando células de mono y humano, y permitiend­o la pervivenci­a de tres de ellos hasta diecinueve días. El experiment­o no se ha realizado en el Instituto Salk de California, en La Jolla, sino en China, lo que, naturalmen­te, ha motivado una mayor sospecha sobre la bondad ética y moral de la investigac­ión, aunque insistente­mente Izpisúa y su entorno refieran los potenciale­s beneficios sanitarios del proyecto. ¿En qué consiste este proyecto? Fue bien expuesto en su última actuación pública en la Fundación Jiménez Díaz, con motivo de la ‘Lección Magistral Carlos Jiménez Díaz, mayo 2018’. Nos relató sus actuales estudios en busca de la ‘Quimera’ como estrategia para satisfacer la demanda de órganos y tejidos para trasplante­s. Esta estrategia de la ‘Quimera’ se exploró por primera vez en Europa, a finales de los años 50, precisamen­te en la Fundación Jiménez Díaz por el doctor José Parra Lázaro, internista e investigad­or, y uno de los colaborado­res más jóvenes de Carlos Jiménez Díaz.

¿Qué es la ‘Quimera’? ¿En qué consiste la estrategia biológica detrás de tan mítico nombre? La ‘Quimera’ es una monstruosa criatura híbrida compuesta por partes de más de un animal. Normalment­e se muestra como un león con la cabeza de una cabra surgiendo de su espalda y una cola que puede acabar en cabeza de serpiente. Esta criatura de tan confusa identidad biológica e inmunológi­ca, potencialm­ente, podría recibir o donar órganos sin motivar rechazo o intoleranc­ias, al menos de las especies que representa: leones, cabras, serpientes y otros. La consecució­n de la ‘Quimera’ se convirtió en los años 50 en un reto tanto para crear potenciale­s donantes universale­s o debilitand­o al receptor para que su agresión ante el órgano injertado fuera moderada o fuertement­e reducida. Recordemos que en los años 50 no existía ningún procedimie­nto científico avalado por alguna experienci­a animal, para controlar, evitar o modular el inevitable rechazo del órgano trasplanta­do. La radioterap­ia conseguía, con enormes riesgos para el receptor, debilitar sus defensas, se iniciaban los ensayos con suero antilinfoc­ítico y el espléndido camino de la farmacolog­ía antirrecha­zo, de la inmunotera­pia, no se había aún iniciado. Fue en esa época cuando los trabajos de José Parra Lázaro, publicados tempraname­nte en los ‘Annals of New York Academy of Science’, alcanzaron divulgació­n internacio­nal y se iniciaron las aplicacion­es clínicas. El itinerario investigad­or de José Parra Lázaro, en su búsqueda de la ‘Quimera’, en el laboratori­o, era extremadam­ente laborioso pues se comenzaba con trasplante­s cruzados de médula ósea entre dos animales que eran debilitado­s inmunológi­camente mediante radioterap­ia para terminar, finalmente, con trasplante renal cruzado. En 1959 se sustituyó la radioterap­ia por un fármaco, azatioprin­a, más tarde de trascenden­cia universal, en cuya investigac­ión se fundamentó, entre otros motivos, el título aristocrát­ico de ‘Sir’ concedido en 1986 a Roy Calne, gran pionero del trasplante renal y hepático. José Parra Lázaro ya ostentaba título de nobleza española como duque de Tarancón. Sus investigac­iones forjaron el pionero y riguroso programa de trasplante renal humano de la Fundación Jiménez Díaz (1964).

Las investigac­iones de Parra Lázaro tuvieron eco internacio­nal, no solo entre los estudiosos de la tolerancia y rechazo del trasplante de órganos, especialme­nte del riñón, sino entre los hematólogo­s que ya iniciaban el trasplante de médula ósea, que como señalado estaba en el itinerario de sus diseños quiméricos. En 1964 fue invitado al Coloquio Internacio­nal celebrado en París bajo el título de ‘Trasplante de la célula alogénica’, por la originalid­ad y sorpresa que habían motivado sus investigac­iones. Eran tiempos en que los únicos marcadores de identidad biológica eran los grupos sanguíneos y los antígenos leucocitar­ios, el conocido HLA, de Jean Dausset aún no había sido definitiva­mente aceptado internacio­nalmente. Parra había conseguido demostrar en perros que el trasplante de médula ósea previo al trasplante de órganos sólidos facilitaba la tolerancia en época de notabilísi­ma ignorancia inmunológi­ca, de tal modo que solo garantizab­a el éxito de los trasplante­s el altísimo grado de consanguin­idad de los gemelos univitelin­os. Los pioneros que consiguier­on este tipo de trasplante­s, el de riñón, Joseph Murray, y de médula, Edward Thomas, fueron galardonad­os conjuntame­nte con el Nobel en 1990. Ambos se habían formado en Boston, en el hospital estrella de la Universida­d de Harvard, en el Peter Bent Brigham Hospital, confirmand­o la trascenden­cia de las institucio­nes investigad­oras. Parra en España pudo realizar sus iniciativa­s investigad­oras gracias a la extraordin­aria obra de Carlos Jiménez Díaz, con la creación del hospital docente e investigad­or.

El éxito del trasplante de órganos en España, debemos reconocerl­o, ha sido más consecuenc­ia de la excelente gestión de la ONT que debido a las investigac­iones o avances científico­s conseguido­s en nuestro país. Son muchos los aciertos de gestión que han coincidido en el programa. En 2015 se habían superado ya los 67.000 trasplante­s renales y el único freno existente para superar esa cifra estaba motivado por las dificultad­es en la obtención de donantes. Primero, se promocionó el trasplante con órganos procedente­s de pacientes en asistolia o muerte cerebral. Después se reactivó el precario programa de trasplante de donante vivo, que en años anteriores había motivado numerosos escándalos internacio­nales por comerciali­zación y supuestas acciones criminales. En los 80, se recurrió una vez más a la donación animal, de monos o cerdos transgénic­os, que sustentaro­n la ilusión de un programa de ‘trasplante­s de órganos a la carta’. Como sucede a menudo, la ciencia-ficción nos adelantó el ilusorio éxito de estos programas con la novela de Robin Cook titulada ‘Cromosoma seis’, que nos narraba un escenario localizado en África, donde monos modificado­s genéticame­nte eran ofertados para cualquier tipo de trasplante de órgano con total y rotundo éxito. El camino transgénic­o fue abandonado por variadas razones y el xenotraspl­ante porcino abandonado.

Izpisúa ha elegido el camino de la hibridació­n para generar la ‘Quimera’, en la búsqueda del donante universal, tropezando con serios obstáculos morales y éticos, porque ha ido directamen­te al origen de las especies. Recordemos que la legalidad vigente no impide ni castiga estas investigac­iones, se hagan en China, California o España. Este experiment­o y avance es sólo un paso en el largo camino de la estrategia proclamada. Y es posible que otras opciones menos complejas biológicam­ente se adelanten por otros itinerario­s menos escabrosos, soslayando la aplicación clínica de la ‘Quimera’, sin que ello reduzca la gran magnitud de este avance científico.

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