El don de ser servicial
Aunque hablar sobre mi primo Pablo daría para escribir otro Quijote, eso sí, con un desacierto abismal por mi parte, quisiera, al menos, dedicar algunas palabras en su memoria. Pablo Silva Pérez, policía nacional, falleció el pasado día 11 de junio en accidente de moto a escasos kilómetros de su casa y a pocos días de cumplir 42 años. Hijo de policía nacional y de una madre siempre entregada, trabajó durante muchos años en el Museo Nacional del Prado. Llevaba poco tiempo destinado en su tierra, Sevilla. Era orgulloso padre de Pablo y Elisa. Y esto, ser padre, creo que es lo mejor que hizo en su vida.
Pablo era una de esas personas singulares y carismáticas, imposibles de olvidar. Trabajador, cariñoso, con un gran corazón, generoso y servicial. Buena persona. Estas son algunas de las palabras que tan bien lo definían. Él no tenía nada suyo. Todos sabíamos lo atento y predispuesto que era, pero no podía imaginar que hubiese ayudado a tantos, sin importar condición social alguna. En estos días tan tristes y dolorosos, son incontables y reconfortantes los favores que nos confiesan que ha hecho. Yo no lo vi alabarse por tantas buenas acciones.
La vida es nuestra. La vivimos a nuestra manera. Él la vivió a su manera. Con gran intensidad. Con la intensidad del que, quizá, sabe lo efímera y frágil que puede ser una vida.
Por donde quiera que iba presumía, con la boca grande, de familia, de España, de Andalucía, de su pueblo, Burguillos, del mejor equipo de fútbol del mundo, de perro... El día anterior al accidente que se llevó su vida, que nos cambió la nuestra, lamentaba profundamente lo ocurrido a la niña Olivia a manos de su propio padre. Algo incomprensible para él.
Nunca morirá mientras recordemos sus vivencias.
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