ABC (Castilla y León)

La cruz de Podemos a la candidata de IU que les llamó «ratas» (y otros condenados al ostracismo)

▶ La coalición castiga a la ‘tres’ de su lista al 4-M pese a que Iglesias y la ‘dos’ han renunciado El partido morado castiga la crítica y la diputada de IU es un ejemplo. No hay muchas opciones para el que no hace suyo el discurso oficial

- GREGORIA CARO MADRID

Las portavocía­s y portavocía­s adjuntas de los grupos parlamenta­rios de la Asamblea de Madrid ya están fijadas y Vanessa Lillo, número tres de Unidas Podemos en la región, y de Izquierda Unida, no tiene ninguna. Lillo atrajo en mayo la atención mediática durante un par de días –no era un perfil muy conocido– por un audio desvelado por ABC en el que mostraba su fuerte malestar con Podemos. Más allá del desahogo de llamarles «sinvergüen­zas» y «ratas», Lillo reveló el sentimient­o de ninguneo de IU con el partido hegemónico en campaña. Situación que ahora la castigará en el grupo.

A pesar de que Pablo Iglesias e Isa Serra, números uno y dos de la candidatur­a, renunciaro­n a su escaño, la ‘tres’ no ha sido designada a un cargo parlamenta­rio relevante. La portavocía del grupo es para Carolina Alonso y la portavocía adjunta, para Alejandra Jacinto. Puestos 7 y 4 en la candidatur­a de UP, del sector de Podemos y por detrás de Lillo. Hay tres hechos en el proceso que ABC ha comprobado en conversaci­ón con Unidas Podemos. Uno, que IU reclamó alguna portavocía en la Asamblea y se les negó; dos, que antes de trascencer la grabación crítica de Lillo, Podemos no iba a darle ese protagonis­mo a su socio de coalición; y tres, que después de conocerse el audio, menos oportunida­des tiene ella.

Le han puesto la cruz. Aunque sí que sugieren desde el partido morado que será portavoz en alguna de las comisiones de la Cámara regional. Una dinámica que no sorprende a nadie. La dirección de Podemos no da oportunida­des a quien no hace suyo el discurso oficial y es crítico. Y siempre premian la lealtad. Además, en este caso, IU no tiene margen para plantarse e imponerse. Son menos fuertes y movilizan a un menor electorado en comparació­n. Tienen que acatar lo que Podemos fija.

La noche de la dimisión de Iglesias, Lillo estaba a su lado en la sede de Podemos porque así lo pidió la organizaci­ón, según explica ella en el audio. Ya entonces se queja de esa falta de protagonis­mo. «‘Ah, ¿ahora sí voy a ser la tres, después de toda la campaña que me habéis estado tapando?’ (...) Y me veo ahí, al lado de Pablo Iglesias», protestaba. Durante una rueda de prensa, el portavoz en el Congreso de UP, Pablo Echenique, dijo que no había problemas con Lillo y no quiso hacer valoracion­es del audio. «El espacio confederal goza de buena salud», señaló sobre las grietas internas en UP. «Con las disculpas y la explicació­n de la diputada nos basta», zanjó. Perdonan, sí; pero no lo olvidan.

El de la número tres madrileña no es un caso aislado. Otros dirigentes en la coalición o en el partido han sido apartados, relegados a un segundo plano o radicalmen­te purgados. Siempre que la sospecha de traición ha empezado a rondar en las altas esferas del partido o alguien ha roto con el discurso único y molestado a la cúpula. Los cofundador­es de Podemos Íñigo Errejón y Carolina Bescansa son los ejemplos más mediáticos. Iglesias, el exsecretar­io general, fue alejando a Errejón y su equipo según entendía que buscaban controlar el partido. En 2016, un ordenador abierto en la sede del partido dejó al descubiert­o los planes del ‘errejonism­o’ para derrocar al ‘pablismo’. Ahí, Sergio Pascual, secretario de Organizaci­ón y afín a Errejón, fue cesado. En 2017, Iglesias y Errejón se enfrentaro­n en Vistalegre II. Errejón fue relegado a la Comunidad de Madrid y apartado de la política nacional después de que Iglesias ganase. Errejón no llegó a presentars­e a esas elecciones con Podemos porque en 2019 abandonó el partido para configurar Más Madrid. Un proyecto lejos de los corsés que le habían impuesto. También fueron apartando gradualmen­te a Carolina Bescansa por razones similares. En 2018, filtró por error en un grupo de Telegram sus planes para derrocar a Iglesias y liderar Podemos con el apoyo del ‘errejonism­o’. Lo borró lo más rápido que pudo pero tarde aún así. Corrió como la pólvora entre los periodista­s. Ella misma explicó que no había acuerdo con el equipo de Errejón todavía y el entonces número dos lo rechazó de todas formas. Aquello fue el principio de su final en Podemos. El sector oficialist­a la apartó de los círculos de poder y ella terminó dejando el partido.

La vicepresid­enta tercera del Congreso, Gloria Elizo, hasta hace unos meses responsabl­e del equipo legal del partido, criticó a Iglesias en público y se fue ganando la antipatía de la dirección. Hoy, a pesar de su cargo en la Cámara, su relación no es de confianza con dirigentes como Ione Belarra, Irene Montero o Echenique. Jose Manuel Calvente, también del equipo legal, fue cesado por acoso laboral a una compañera, aunque la querella contra él se archivó. Calvente insiste en que le purgaron por denunciar irregulari­dades en las cuentas de Podemos. También Germán Cantabrana, exportavoz parlamenta­rio en La Rioja, asegura que le purgaron por ser molesto. Por su lado, un juez declaró nulo el despido por razón de acoso y lo atribuyó a luchas de poder.

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