▶En el nombre del padre, su hijo brinda una tarde de cuatro orejas y sale a hombros con El Juli en un emotivo homenaje
El eterno legado de Manzanares
Lloraban los tendidos y lloraban los herederos de un genio irrepetible, con la afición en pie y las miradas al cielo. Alicante olía a M, a la M de Manzanares, a la M de Mediterráneo, a la M de Melancolía. Por esa calle paseaban los sueños eternos de un torero que marcó una época, que lo aunaba todo, desde el empaque a la hondura y la torería. En el nombre del padre, su hijo, del mismo bautismo, desplegó su estética. Atrás han quedado ya esos ternos azabaches del luto de hace siete inviernos. Alicante celebraba ayer el cincuenta aniversario de alternativa de su figura predilecta. En su honor, su vástago y El Juli, al que apadrinó, disputaron un mano a mano –de más emotividad que emoción, de más orejas que rivalidad– en esta Feria de Hogueras sin fuego.
Como su progenitor, según había comentado a la revista ‘Aplausos’, la montera nunca estuvo sobre la cama, ni se cortó las uñas antes del paseíllo, en esa herencia de las supersticiones del hombre que fue su padre y su maestro. El discípulo se puso el añadido antes de la taleguilla y comenzó a vestirse por el lado derecho. Hasta rescató del armario un añejo canela y oro, aquel de la inolvidable faena de Algeciras.
Y como tantas tardes el viejo Manzanares, el nuevo recibió con una larga cambiada a su primer toro, que se cruzaba y se le fue dos veces al fajín. Apretó en banderillas este ‘Boticario’, que prendió por la chaquetilla a Domingo Siro tras un arriesgadísimo par. Cariavacado,
se abría por su tendencia mansa. Como quería pirarse constantemente, José María tuvo que plantear su dispuesta labor en el umbral de chiqueros. En la hora final, la del silencio, arrancó la banda, a lo suyo. El espadazo desató la pañolada, que dio paso a la oreja.
‘Compositor’ se llamaba el cuarto, bien lidiado por Duarte y toreado sin apenas toques, pulseando la embestida al notable garcigrande. Repetía el pariente de los músicos y Manzanares, centrado en la mano de la cuchara, enlazaba los muletazos, acompañando el rítmico viaje. El estoconazo recibiendo tuvo su sello. El triunfo se desbocó con dos orejas y la vuelta al ruedo a ‘Compositor’ en el arrastre.
PLAZA DE TOROS DE ALICANTE. Jueves, 24 de junio de 2021. Primera corrida. Toros de Garcigrande, en el límite de presencia varios, de juego desigual; destacaron el 4º, premiado con la vuelta en el arrastre, y el bravo 6º.
de verde y plata. Pinchazo, estocada y descabello. Aviso (saludos). En el tercero, estocada caída (oreja). En el quinto, media trasera tendida y descabello (oreja).
de canela y oro. Espadazo (oreja). En el cuarto, estoconazo recibiendo (dos orejas). En el sexto, estocada (oreja con petición de otra).
En el límite de trapío andaba el sexto, con la viveza de la bravura. ‘Congresista’ metía la cara y repetía en los hondos naturales ‘manzanaristas’, jugando con los vuelos y su muñeca dorada. Por el derecho también era una máquina de embestir, pero fue a izquierdas por donde brotaron los momentos de más plasticidad y belleza del festejo. Se relajó en la última tanda diestra antes de perfilarse para matar y enterrar una estocada hasta los gavilanes. Fue la obra más profunda, con el mejor garcigrande, pero esta vez la recompensa se quedó en una solitaria oreja, pese a la petición del público, que había llenado la sombra.
‘Arrebato’ lucía una embestida de calidad extraordinaria. De lío parecía en el suave capote de El Juli, que ganó terreno en los lances del saludo. Humillaba con temple este chorreado primero, como picado antes de pasar por varas. Las chicuelinas de mano baja recordaron al homenajeado, pero el tributo estaría luego en el brindis a sus cuatro hijos, con los que se fundió en un emotivo abrazo. Caían las lágrimas, se rompían las palmas. Julián López principió con toreros doblones rodilla en tierra. Siguió una serie diestra, con un cambio de mano y un lujoso pase de pecho a la hombrera contraria. Al ralentí nacieron los zurdazos, pero al toro le faltó fondo dentro de su clase y el fallo en la suerte suprema enfrió el ambiente.
Con pases por alto, sin enmendarse, inició su faena al tercero, renqueante de los cuartos traseros, como desriñonado. El Juli se adornó con un molinete y le dio aire. Con oficio, combinó la media altura con el poder, entre aforalodados y pases de pecho que entusiasmaban. Pero la realidad es que el animal no decía nada, aunque el madrileño se metió entre los pitones, con redondos invertidos que despertaron las ovaciones. Todo lo puso El Juli, con más raza que su rival. Ni la caída estocada frenó el trofeo. Tampoco fue nada del otro mundo el rajado quinto, al que llevó tapado en una actuación de enorme técnica, con una trabajada oreja.
Al filo de la anochecida, ambos matadores salían a hombros. En el recuerdo: el legado eterno de Manzanares.