ABC (Castilla y León)

El último secretario de Gandhi

Anunció al mundo la muerte del Mahatma pocos minutos después de que Nathuram Godse le descerraja­ra tres tiros

- JOSÉ Mª BALLESTER ESQUIVIAS

na intervenci­ón in extremis del Gobierno indio impidió en junio de 1996 la subasta de 450 documentos personales –cartas, esbozos, reflexione­s diversas...– pertenecie­ntes al Mahatma Gandhi y que habían sido conservada­s durante medio siglo por quien fuera su último secretario, Venkataram Kalyanam. Sobre todo contenían

Umaterial inédito, como una carta de Gandhi a Lord Mountbatte­n –último virrey de la India– en la que culpa a los británicos de la partición del continente en 1947, a la que siempre se opuso. Reveladora es la elegancia argumental del Mahatma: «Ya no es posible volver sobre el error [la partición], pero la muy admirable doctrina del juego limpio me exige que no ayude ahora al bando del error a pensar que el error no lo fue». También llaman la atención un duro intercambi­o epistolar con Winston Churchill, encarnizad­o adversario de la independen­cia de la India.

Tampoco faltan detalles que el propio Gandhi daba sobre su singular vida sexual, como su propensión a dormir junto a una mujer desnuda a su lado para poner a prueba el compromiso de castidad que se impuso a sí mismo en 1907. «Algo me dice que cada tacto, por muy superficia­l que sea, es propenso a la erupción de pasiones animalesca­s». Kalyanam pasaba a máquina todas estas confidenci­as que Gandhi escribía a mano, si bien no reparó en un detalle determinan­te: los derechos pertenecía­n a una editorial fundada por el mismo Gandhi en 1929. Ese es el motivo por el que se anuló la subasta, cuyo beneficiar­io, en todo caso, no hubiera sido Kalyanam, sino una entidad benéfica que él había elegido. Fue probableme­nte el único error que cometió. De lo contrario, no hubiera vivido junto a Gandhi momentos históricos. Uno de ellos fue la noche del 14 al 15 de agosto de 1947 en la que se proclamó la independen­cia de la India.

El pandit Nehru, primer ministro del nuevo Estado, insistió para que Gandhi ocupara un lugar destacado en la ceremonia de traspaso de poderes, pero el interesado prefirió recorrer, junto a Kalyanam, las calles de Calcuta intentando convencer a los musulmanes para que detuvieran las masacres a los hindúes. Y por supuesto, el secretario estaba justo detrás de su jefe la fatídica tarde del 30 de enero de 1948 en que Nathuram Godse descerrajó tres tiros a Gandhi. Kalayam, en compañía de otros allí presentes, lo recogió y se llevó para adentro mientras sangraba abundantem­ente. Poco después, salió, lloroso, y anunció: «Bapu [otro apelativo de Gandhi] ha muerto».

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