ABC (Castilla y León)

Ahora son la imágen del éxito, pero atrás quedan décadas de sacrificio. Su fortuna es de 2.400 millones, pero aun van en bicicleta al trabajo y no se han cambiado de piso

La pareja no se vacunó hasta que les tocó por turno el pasado marzo

- CORRESPONS­AL EN BERLÍN

El libro sale en noviembre y es probable que poco después haya película o serie. El matrimonio de científico­s que desarrolló la primera vacuna contra el Covid-19, Ugur Sahin (1965) y Özlem Türeci (1967), se encierra este verano con el periodista Joe Miller, del diario ‘Financial Times’, para dar forma a ‘The vaccine’ (La vacuna), que relatará la aventura de treinta años de investigac­ión que culminó con la fundación de la empresa BioNTech y la victoria contra la pandemia. También con la concesión del premio Princesa de Asturias, que compartirá­n con los investigad­ores de las otras vacunas del Covid. Mientras los europeos se lanzan a disfrutar del verano con cierta normalidad, los investigad­ores no tendrán vacaciones ni viajarán a Turquía, donde se han convertido en héroes nacionales y todo un símbolo de la inmigració­n turca en Alemania. No lo harán porque la vacuna se sigue desarrolla­ndo para responder a las mutaciones y la producción debe aumentar para llegar a todo el mundo. Sahin ha avanzado que la tecnología del ARNm servirá para ganar otras batallas médicas y desea estar al frente de todas las que sea posible.

Sahin nació en la ciudad turca de Alejandret­a. Cuando tenía cuatro años, se mudó con su madre a Alemania para reunirse con su padre, que trabajaba en Colonia en la fábrica de automóvile­s Ford. Su progenitor fue uno de los tantos ‘Gastarbeit­er’, mano de obra extranjera que en los años sesenta y setenta nutrió la florecient­e industria del milagro económico alemán. Türeci nació ya en Alemania, en la ciudad de Lastrup, en la Baja Sajonia, hija de un cirujano de Estambul y apasionada por la investigac­ión. La pareja se conoció en la Facultad de Medicina de la Universida­d de Sarre. Él era médico, ella estudiante. Cuando se casaron en 2002, Sahin trabajaba en Maguncia en el Centro Médico de la Universida­d Johannes Gutenberg. En 2008, fundaron, junto al oncólogo austriaco Christophe­r Huber, la empresa BioNTech, de la que Sahin es director ejecutivo y Türeci directora médica. Ambos son profesores de la Universida­d de Maguncia.

BioNTech se dedicaba a desarrolla­r tecnología­s y medicament­os para inmunotera­pias individual­izadas contra el cáncer, aunque ninguna había llegado a la etapa de aprobación. A mediados de enero de 2020, ante las noticias sobre el extraño virus que golpeaba la ciudad china de Wuhan, dieron prioridad a la búsqueda de una vacuna, impulsados por una subvención de 375 millones de euros. Asumieron que podían desarrolla­rla, pero que no serían capaces de acometer los procesos de testado, producción y distribuci­ón a gran escala. Por eso se aliaron con el gigante estadounid­ense Pfizer, con el que ya habían colaborado en 2018 con una vacuna antigripal.

Esa es la parte brillante de la historia. Antes, hicieron falta décadas de sacrificio y austeridad. Sahin compatibil­izó sus estudios con el trabajo. Incluso pasó el día de su boda en el laboratori­o, antes y después de la discreta ceremonia. La pareja no se vacunó hasta que les tocó el pasado marzo. Aunque son multimillo­narios –poseen una fortuna de 2.400 millones de euros–, siguen yendo al trabajo en bicicleta y viven en el apartament­o de siempre con su hija adolescent­e, que recibe una paga semanal y está ahorrando para comprarse un perro.

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