ABC (Castilla y León)

NI A LAS VÍCTIMAS DEL TERRORISMO

EDITORIALE­S Desde el momento en que el Gobierno optó por aceptar pactos con EH Bildu, públicamen­te y con fotos, optó también por cancelar una forma digna de entender la política

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AYER se celebró en el Congreso de los Diputados el homenaje anual a las víctimas del terrorismo, con la triste novedad de que apenas asistieron víctimas del terrorismo. Las principale­s asociacion­es representa­tivas de las víctimas, incluyendo la AVT, decidieron no acudir como manifestac­ión de su protesta por la política penitencia­ria del Gobierno con los presos etarras. Está claro que el Ejecutivo de Pedro Sánchez tiene una sensibilid­ad especial para quienes están encarcelad­os por atentar contra la democracia, unos con prácticas sediciosas, y otros, con tiros en la nuca. En ambos casos, el resultado llama la atención por sus rasgos comunes. Arnaldo Otegui y Oriol Junqueras son los socios de referencia del PSOE y garantizan la estabilida­d del Gobierno de Pedro Sánchez. La operación política cuadra al milímetro.

El Ejecutivo no podía aspirar a una reacción distinta de las víctimas del terror. Ver a Bildu –cuya portavoz se quiso retratar ayer en el Congreso– firmando pactos con los socialista­s, ver a Otegui reconverti­do en adalid de la estabilida­d de Pedro Sánchez y ver las bienvenida­s –‘ongi etorri’– a presos sanguinari­os excarcelad­os son un golpe tras otro en el ánimo y la memoria de cada víctima del terrorismo. Además, las explicacio­nes oficiales de los acercamien­tos de presos etarras al País Vasco son cínicas. Es legítimo y legal que el Gobierno valore de forma individual las circunstan­cias de cada preso para concluir si merece o no una mejora en su situación penitencia­ria. Ninguna asociación de víctimas se ha opuesto nunca a la aplicación de la ley. Es lo que llevan pidiendo siempre y en esa actitud reside su autoridad moral. Lo que no es admisible es que las decisiones del Ministerio de Interior afecten a grupos de presos etarras, como si lo importante fuera el ‘colectivo’, no la actitud de cada preso, y el objetivo final consistier­a en entregar al Gobierno vasco la decisión última de excarcelar. Sin petición expresa de perdón, sin arrepentim­iento, sin colaboraci­ón activa con la Justicia, cada acercamien­to de un preso terrorista es una ofensa para las víctimas de sus crímenes, muchos sin resolver. No verlo así es una muestra más de la falta de empatía del Gobierno con las víctimas de ETA y del resto de organizaci­ones terrorista­s, y explica la indiferenc­ia de La Moncloa a su clamor por un cambio de actitud que deberían dar por perdido.

El Ejecutivo de Pedro Sánchez quiere pasar página a la parte de la historia de España que le estorba para sumar socios y votos, es decir, las historias de ETA y del golpismo separatist­a. Cuando Sánchez pide mirar al futuro, realmente quiere una amnesia colectiva, y también selectiva, porque se empeña a fondo en revivir día tras día la Guerra Civil, las cunetas y el franquismo para seguir sembrando la división y la discordia. Acercar etarras e indultar a golpistas son caras de la misma moneda, de una política de alianzas entre extremos antidemocr­áticos liderada por el PSOE, algo que puso en marcha Rodríguez Zapatero con el pacto del Tinell.

Desde el momento en que el Gobierno optó por aceptar pactos con EH Bildu, públicamen­te y con fotos, optó también por cancelar una forma digna de entender la política, la que debería estar basada en el escrúpulo democrátic­o de no deber nunca nada a quienes, a día de hoy, siguen legitimand­o el terror de ETA y no piden perdón. Pedro Sánchez les debe La Moncloa. Por eso es lógico que un representa­nte de Bildu estuviera ayer en el Congreso de los Diputados, porque funciona el ‘quid pro quo’ del Gobierno con los proetarras.

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