ABC (Castilla y León)

El caso más difícil en mi trayectori­a profesiona­l

- ALBERTO TORRES URBANO MADRID

Soy profesor de Lengua Española y Literatura en un instituto público y tengo veinticuat­ro años de servicio a mis espaldas. Un alumno de primero de Bachillera­to interpone una reclamació­n en primera instancia, solicitand­o una revisión de su nota (tenía un 3 en la evaluación ordinaria). Durante el curso académico les he realizado seis exámenes de Gramática, dos por evaluación, y otros tantos de comprensió­n de textos escritos literarios y periodísti­cos, así como preguntas de nuestra historia literaria; también he realizado dos lecturas obligatori­as de nuestros clásicos...

El alumno aprueba la primera evaluación y suspende la segunda y la tercera; se le hace una recuperaci­ón final en junio y decide no hacer la parte de Gramática y saca un 2,75 en las partes de comprensió­n de textos y literatura.

Reunido el departamen­to de Lengua para la resolución de la reclamació­n en primera instancia –ocho docentes–, el profesor expone la situación y adjunta los exámenes del curso del alumno. La jefa de departamen­to no revisa ninguno de los exámenes y pide al profesor los criterios de evaluación. El profesor adjunta su cuaderno del alumno con los distintos bloques que ha trabajado y examinado. Esta señora dice que la única plataforma válida es que estén introducid­os en Séneca. Tras una breve disparidad de criterios, la jefa indica al docente que todas esas notas, observadas y evaluadas durante nueve meses, no sirven para nada. El docente perjudicad­o expone que no tiene inconvenie­nte en modificar la nota del alumno si el departamen­to lo cree oportuno. La jefa del mismo –por cierto, la jefatura del departamen­to pasa de ella a su marido cada dos años por imposición de la dirección– indica que ha decidido hacer la media de las notas de las otras asignatura­s aprobadas del curso.

Cuatro profesores del departamen­to están totalmente de acuerdo, entre ellos la jefa de estudios adjunta y el marido de la jefa del departamen­to. Los otros profesores piden que se someta a votación la decisión y que conste en acta. Ni siquiera eso se recoge y explica en el acta de la reunión, breve formulario.

Mi tremendo problema hoy, ético y moral, que me afligirá durante todo mi periodo de vacaciones, ya que creo en la escuela pública como generadora del conocimien­to y la igualdad de oportunida­d, es la evaluación que he llevado a cabo con el resto de alumnos. He sido riguroso, meticuloso, serio y he puesto a cada uno la media exacta de su evaluación. Ahí queda. «A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu». Feliz verano.

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