POSTALES
Ambos están interesados en mantener viva la posibilidad de ‘convivencia’, de ‘reencuentro’, las palabras de moda
QUE nadie espere resultados. Ni siquiera un empate. El encuentro que mañana tendrán Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, y Pere Aragonès, presidente de la Generalitat, será como mucho una toma de contacto, cara a la apalabrada mesa de diálogo entre España y Cataluña, otra concesión del primero, pues el del Estado no debería tratar de tú a tú al de una de sus partes, con demérito para las demás. Tal como están las cosas, lo mejor sería que ni siquiera hablasen, o que se limitaran a asuntos que nada tienen que ver con el contencioso. Por ejemplo, los problemas que están teniendo tanto el Barça como el Real Madrid, o si nos amenaza una quinta ola del maldito virus con las alegrías que nuestros jóvenes se están permitiendo. Cualquier cosa mejor que las demandas nacionalistas, la amnistía de los recién indultados o el referéndum de autodeterminación que piden, lo que llevaría al choque directo y acabaría con el diálogo y con la mesa, antes de iniciarse. Algo que no interesa a uno ni al otro. Ambos están interesados en mantener viva la posibilidad de ‘convivencia’, de ‘reencuentro’, las palabras de moda, aunque sepan lo difícil que es. Estamos ante el pulso de dos nacionalismos, el español y el catalán, excluyentes entre sí. Es verdad que el nacionalismo español es mucho más amplio, al incluir sus variedades regionales. Pero el catalán ha dado muestras de no conformarse con eso, Quiere un nacionalismo estatal, aunque su fracaso histórico ha sido tan largo como clamoroso. Su última intentona ha llevado a la cárcel a sus dirigentes. Por su parte, el nacionalismo español no puede ceder parte de su territorio, con los españoles que viven en él, a quienes iban a convertir en ciudadanos de segunda clase.
¿Cómo va a acabar esto? Sánchez no puede dar a los nacionalistas lo que le piden, la soberanía sobre Cataluña, porque no le pertenece, sino al pueblo español en su conjunto. Podrá darles más dinero que a las otras comunidades, ya lo está haciendo, y con los fondos de recuperación de Europa aumentarán, pero los separatistas catalanes tampoco pueden derribarlo, porque saben que tras él viene el PP, y con el PP, Vox, así que confían en que Europa les apoye, tras el informe de un organismo que ni siquiera pertenece a la Unión Europea. Pueden seguir engañándose. Hace unos años, el embajador alemán en Madrid, aprovechando la visita de un miembro de su Tribunal Constitucional, nos invitó a los que habíamos sido corresponsales en su país a mantener una charla con él. A mi pregunta sobre la ‘cuestión catalana’, su respuesta fue: «No voy a hablar sobre un caso particular, sino en general. Si la Unión Europea tiene ya problemas con 27 miembros, con 50 sería inmanejable». Total: seguiremos como estamos. O peor.