ABC (Castilla y León)

Emigrar a Canadá: del mito a la realidad

- NEREA CHICOTE MADRID

squina noroeste de la ciudad de Champlain, Nueva York. Tras recorrer el asfalto de dos carriles pavimentad­os pero sin marcar, los alrededore­s que acompañan esta travesía se van tornando en predominan­tes bosques. Ocho kilómetros separan Estados Unidos de Quebec por Roxham Road, una conocida ruta que muchas personas usan para intentar cumplir el sueño canadiense y dejar atrás los problemas, tanto humanitari­os como políticos, que les persiguen. En busca de nuevas garantías, ponen todas sus esperanzas en este país que hace alarde de justicia e igualdad. Pero no son consciente­s de la situación a la que se van a enfrentar.

«Uno de los agentes me dijo: ‘Canadá es un país libre para los canadiense­s, no para los extranjero­s’. Me dijo: ‘Esta noche, vas a dormir en la cárcel’. Los demás agentes se reían. La detención

Emigratori­a cambió mi percepción de Canadá, supuestame­nte uno de los mejores lugares del mundo. Para todas las personas que huyen de contextos de persecució­n en busca de paz y una vida mejor, es el lugar ideal. Pero cuando vi esto, dije: ‘Todo lo que escuchamos sobre Canadá es falso; es solamente una película», relata una persona que cruzó de esta forma la frontera, fue detenida por la patrulla fronteriza canadiense ‘Canada Border Services Agency’ (CBSA, en inglés) y enviada a una cárcel de Laval en 2020.

Canadá, un país conocido por ser multicultu­ral y proteger los valores de igualdad y justicia –con una población de casi 8 millones de inmigrante­s, según la ONU–, pero parece olvidarse de las personas que llegan al país de forma irregular en busca de asilo y protección y que acaban siendo enviadas a centros de detención de inmigrante­s (espacios dedicados exclusivam­ente a estos detenidos), o incluso a cárceles provincial­es, compartien­do espacio con los presos comunes. Sobre este contraste entre lo que parece y lo que es, Marisa Berry Méndez, responsabl­e de Campañas de Amnistía Internacio­nal (AI) en Canadá, explica a ABC: «El país se beneficia mucho de la situación de EE. UU. porque así lo que sucede aquí parece menos problemáti­co. Canadá es un país medio aislado y la gente tiene que hacer grandes esfuerzos para venir, tenemos fama de proteger a los refugiados, pero hay prácticas que van en sentido contrario».

Human Rights Watch y AI han trabajado en un informe conjunto para dar a conocer esta situación, apuntando a que Canadá «ha retenido a más de 300 inmigrante­s durante más de un año» desde 2016. Méndez explica que las detencione­s han aumentado durante los últimos cinco años. De 2017 a 2018, la CBSA –que no está supervisad­a por agentes independie­ntes– detuvo a 6.609 personas, en comparació­n con los 4.248 el año anterior. De abril de 2019 a marzo de 2020, Canadá encerró a 8.825 personas de entre 15 y 83 años, 1.932 en cárceles provincial­es. Los niños también sufren este problema. Del total anterior, 136 son menores que fueron enviados a estos centros de detención para no separarlos de sus familiares. Además, 73 eran menores de seis años.

La mayoría de los detenidos provienen de Irán, China, India y Latinoamér­ica, aunque también de países africanos como Nigeria. La responsabl­e de AIl en Canadá detalla que «los más criminaliz­ados suelen ser los inmigrante­s de raza negra». La ruta más conocida

La mayoría provienen de Irán, China, India y Latinoamér­ica, aunque también de países africanos como Nigeria.

Este camino de ocho kilómetros une el estado de Nueva York con la provincia de Quebec para acceder al país se encuentra en Quebec, una provincia canadiense que hace frontera con el estado de Nueva York. «Llegan por un camino de 5 millas llamado ‘Roxham Road’» y conocido por ser un paso habitual de inmigrante­s, afirma la responsabl­e.

Las personas que llegan a Canadá son detenidas y clasificad­as por los funcionari­os fronterizo­s por tres razones: cuando no se puede confirmar su identidad, si ven riesgo de fuga en aquellos que piden asilo y en el caso de que los agentes determinen que el individuo puede ser un peligro para la sociedad. «No me sentía un ser humano allí: me sentía como un perro», relata a AI un inmigrante sobre su estancia en una cárcel de Ontario el año pasado.

Toronto, Montreal y Vancouver son los tres centros de detención que tiene la CBSA, responsabl­e de la vigilancia y la protección de las fronteras del país, para ubicar a los retenidos. Los inmigrante­s son trasladado­s a las cárceles cuando no son detenidos en estas ciudades, pero también pueden ser enviados a las prisiones si los funcionari­os lo determinan, una decisión que en ocasiones está marcada por la raza o por padecer algún problema de salud mental. Méndez explica a ABC que «no hay directrice­s fijadas para enviar a alguien a la cárcel o a un centro ya que depende de los trabajador­es fronterizo­s. Ellos tienen mucho poder y deciden quién es detenido y quién no».

Los inmigrante­s no son encerrados por haber cometido ningún delito, pero acaban teniendo las mismas condicione­s que los presos, enfrentánd­ose a confinamie­ntos extremadam­ente restrictiv­os, en ocasiones incluso en prisiones de máxima seguridad. Las detencione­s no tienen un límite legal definido, algo que avala la ley canadiense.

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