ABC (Castilla y León)

El sevillano cuaja la faena más sublime del año y Ferrera sale a hombros tras una obra de emotiva inspiració­n

Y Morante juntó el cielo con la tierra ▶

- ROSARIO PÉREZ ALICANTE PLAZA DE TOROS DE ALICANTE. ANTONIO FERRERA, MORANTE DE LA PUEBLA, JUAN ORTEGA,

YMorante juntó el cielo con la tierra, como Ferrera, de otro modo, un capítulo antes. Fue el sevillano el autor de la faena más pura, donde todas las tauromaqui­as añejas sobrevolab­an a compás sobre el ruedo de Alicante. Los Gallo, Joselito y Rafael, resucitaba­n en su muleta. Bienaventu­rados los ojos que lo vieron y emprendier­on el viaje a otro tiempo por el camino de los clásicos.

La obra imperecede­ra fue con el buen quinto, mejor en sus manos. Abrió la senda de la torería con ayudados por alto. Para paladear despacio. Qué comienzo. Y lo que vino después. Aquello no eran pases, aquello eran caricias de las que calan, con la difícil sencillez de la pureza. Brotaron naturales al ralentí, con un pase de pecho que de tan profundo dolía. De otro siglo los ayudados rodilla en tierra cuando este ‘Recompuest­o’ pasaba. Inspiradís­imo Morante hasta en los molinetes invertidos. La exquisitez de los zurdazos a pies juntos enronqueci­ó las gargantas. Como el broche, tal y como arrancó. Los tendidos empujaban con el acero, pero pinchó y todo quedó en una solitaria oreja. El premio no fue la pequeña peluda –alejada de esos horrorosos orejones de carnicería que se estilan hoy–, el premio fue ser testigos de tan descomunal hondura.

La otra obra de emotivo cante había llevado la firma de Antonio Ferrera, que hizo el esfuerzo de torear con la herida fresca del día anterior en Badajoz. El extremeño brindó a Yeyes, la hija de José María Manzanares. Era el brindis que unía el ayer con el hoy. A una mano, con una larga, dio la bienvenida al tercero. Galleó por chicuelina­s mirando al tendido. De mano muy baja, a

Domingo, 27 de junio de 2021. Última corrida. Toros de Luis Algarra Polera, bien presentado­s y de juego desigual; mejores 4º y 5º.

de turquesa y oro. Dos pinchazos y media tendida caída (saludos). En el cuarto, pinchazo y media estocada (dos orejas).

de sangre de toro y azabache. Media caída (ovación). En el quinto, pinchazo y media delantera (oreja con petición de otra).

de verde esmeralda y oro. Tres pinchazos y diez descabello­s. Tres avisos (leves palmitas). En el sexto, pinchazo y estocada baja (palmas de despedida). lo Manzanares, fueron las del quite. Más bajas aún, enraizando las hojas con las ramas. La fiesta continuó en banderilla­s: menudo par sopló Fernando Sánchez. Se creció luego Montoliú y ambos se desmontera­ron. Ferrera aplicó la medicina de la altura y los terrenos perfectos para hacer que el notable ejemplar, aunque de primeras no humillara, rompiera hacia delante. Puso el alma en cada muletazo, como en un trébol de naturales. Las musas lo acompañaro­n en un cambio de mano de fantasía para proseguir con la izquierda, oxigenando mucho al toro entre serie y serie. Arrebatado y roto a derechas, tanto que se le caían las lágrimas cuando se fue a por la espada, cojeando ostensible­mente. Kilométric­o, en la otra punta, lo citó para entrar a matar, aunque ‘Tratante’ no le ayudó y pinchó. De nuevo lo intentó, ahora desde el cuatro. A paso de procesión iba hacia el animal, al que enterró algo más de media estocada, de enorme mérito. La pañolada fue unánime y se ganó el doble trofeo.

Un largo puyazo recibió el áspero ‘Traviato’, en el que brindó al cielo. Protestaba, con feo estilo; geniudo, se revolvía en los de pecho. El pacense tiró de oficio y acabó con una lidia añeja que la afición supo apreciar, pero entonces no se confió en la hora final.

Un ‘¡ole!’ al unísono crujió los cimientos de la plaza en el segundo. Aquel grito ensordeced­or contrastab­a con la armonía de la verónica morantista. ¡Cómo fue! De las que paran el tiempo y ralentizan la velocidad del toro, que enseñaba sus puntas negras. Antes, su capote deslumbró en un cuarteto rodilla en tierra. Pero fue erguido donde la pasión se desbordó. Lástima que en el tercer lance le tropezara las telas y luego este ‘Trianero’ se desplomara de mala manera. En el caballo asomó el pañuelo verde y el sevillano se marchó con rostro compungido al callejón: el de Algarra Polera había lucido un son estupendo. El castaño sobrero empujó en varas y recibió un puyazo en toda la yema. Tardeaba este ‘Abejaruco’, que nada tenía que ver con su hermano, con sus dificultad­es. Había que sacar agua de aquel pozo sin violencias y el de La Puebla del Río le dio un trato sensaciona­l. A media altura y con paciencia, extrajo más de lo que el rival merecía.

La falta de poder del noblote tercero condicionó la faena de Juan Ortega, que toreó con mimo y dejó varios muletazos lentificad­os, con gusto, pero todo quedó en esbozos. Con el acero pegó un soberano mitin: tras fallar en tres pinchazos, cogió el verduguill­o hasta que sonaron los tres avisos después de diez golpes. Y eso que a este ‘Matagallo’ ni le sobraba la pujanza ni era ninguna fiera corrupia. Se resarció en unas verónicas prodigiosa­s al sexto, pero el ‘algarrapol­era’ se rajó y solo hubo detalles sueltos.

Al filo de las diez de la noche, Ferrera salía a hombros y Morante sonreía a pie con la faena de más encendido arte de Hogueras y de muchas ferias, la mejor de lo que va de temporada.

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// TOROS ALICANTE
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// TOROS ALICANTE

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