Malentendido, o malentendida
La titular de Igualdad saca adelante su proyecto de ley de hormonación preadolescente
La exquisita actuación del Coro de Voces LGTBI de Madrid –chirigota no binaria, tampoco afinada– cerró ayer el festival de variedades con que Irene Montero se dio el homenaje que merece como matriarca y madrina del programa de hormonación preadolescente que a partir de ahora, y cambiando a la niñera del ministerio por una enfermera del seguro, pauta completa, nos va a hacer más libres. También promotora de la variante del suajili con que combate el heteropatriarcado y la cultura cisgénero, la titular de Igualdad reconoce que su forma de hablar puede «resultar rara y difícil de entender». No es para tanto. Sabemos latín. Lo verdaderamente raro y difícil de entender, por no dejar atrás la semántica clásica del ambiente, es que el Gobierno que la mantiene en nómina, especialmente Carmen Calvo, guardiana de las esencias y las ortodoxias feministas, tolere la redacción legal de un delirio de laboratorio, social y farmacológico, ensayado desde hace años por países que, como Suecia, comienzan ya a recular tras comprobar y lamentar las consecuencias físicas y mentales que ha tenido la transformación mecánica de quienes oyeron el canto de las sirenas del Coro de Voces LGTBI de Montero, con repertorio sueco de ABBA, y dejaron para siempre de ser ‘niñes’ para convertirse en un malentendido, o malentendida, o malentendide.