Bruce Springsteen enciende las luces de Broadway
▶ Telonero de la reapertura teatral, recuperó este fin de semana su espectáculo en el St. James
—En marzo le preguntaba si iba a comprar un Picasso y usted lo negaba rotundamente...
—¿Cuándo he comprado un Picasso? Yo no me gasto un euro en un Picasso, ni en ningún pintor de este tipo.
—Está bien, ha sido un depósito y no una compra. Pero, ¿por qué Picasso en el Prado?
—Hace unos meses me llamaron de American Friends, porque le puedo asegurar que esto no lo he buscado yo, y me dicen que hay un coleccionista americano que quiere donar una obra de Picasso para que se deposite en el Prado. Yo me planteo dos cosas: lo decidimos nosotros y está aquí o esto no llega a España. Antes de nada llamé al Ministerio. Les dije: «He recibido esta llamada. ¿Sigo adelante o no?» Me dijeron que siguiera adelante, que es mejor que esté aquí para que lo disfrutemos todos a que siga en una colección particular americana. Si hubiera sido, yo qué sé, un Jasper Johns, igual tienes que planteártelo. Aquí de lo que se trata es de que se incrementa el patrimonio histórico español, si puede ser dentro de cinco años. Y eso es lo que yo he hecho. ¿Usted qué hubiera hecho?
—Me acojo a la Quinta Enmienda. —Ya sé que a mí me pagan para tomar esas decisiones.
—Si hay en el Prado un Blanchard, por qué no un Picasso, y si hay un Picasso, por qué no el ‘Guernica’... —Pues porque el ‘Guernica’ pertenece al Reina Sofía. Este Picasso no pertenece a nadie en España, país que, por cierto, no está sobrado de Picassos. A lo mejor hay quien piensa que es mejor que se rompa en pedacitos antes de que se exponga en el Prado... Hay mucho talibán. Esto no es una maniobra ni el primer paso para ir a por el ‘Guernica’. Pertenece legalmente al Reina Sofía, donde está maravillosamente, y no hay nada más que hablar. No se puede robar un cuadro a alguien que lo tiene. Es un argumento muy poderoso, ¿no? Todo se hace respetando la propiedad de cada uno. El ‘Guernica’ es y será toda la vida del Reina Sofía. ¿Me ha oído alguna vez pedirlo?
—No. Pero tampoco creíamos que habría un Picasso colgado en el Prado durante cinco años.
—Hace unos meses yo tampoco. No hemos buscado quién tiene un Picasso para que lo ceda al Prado. —¿Le ha llamado Miguel Zugaza para felicitarle?
—De momento no.
Broadway ha sido una rareza en este cambio de la primavera al verano en Nueva York, en el que la pandemia empieza a parecer algo del pasado. Cayeron las restricciones, no hay obligación de utilizar mascarilla en la mayoría de las situaciones, las terrazas explotan, los museos están abiertos desde septiembre, los Nets han jugado los playoffs de la NBA con las gradas llenas y los Foo Fighters llenaron la otra noche el Madison Square Garden.
Los grandes teatros de Broadway no abrirán hasta septiembre. Ha sido un tiempo extraordinario y devastador para el sector, año y medio con el telón bajado, algo que no consiguieron guerras mundiales, ataques terroristas o huracanes devastadores. Pero alguien se ha encargado de prepararles el camino de vuelta: el telonero de la reapertura teatral ha sido Bruce Springsteen, que este fin de semana recuperó su espectáculo en el St. James, un escenario en la calle 44, en el meollo de Broadway.
Mientras otros teatros de alrededor con grandes producciones como ‘Hamilton’ o ‘Wicked’ preparan escenarios, alistan los elencos y aceleran los ensayos, el Boss encendió las luces de Broadway con el mismo formato que utilizó en 2017 y 2018 y que es la clave de que haya podido adelantar el regreso: es un ‘one man show’, un espectáculo que solo tiene como protagonista al rockero de New Jersey –con una aparición puntual de su mujer, la cantante Patti Scialfa– y su música. Sin coreografías, grandes montajes ni cambios de vestuario. «Esto ha tardado mucho en llegar», dijo Springsteen al público tras concluir su primera canción. «En 71 años en este planeta no he visto nada como lo que ha pasado en el último año».
El espectáculo intimista del Boss tiene ahora una cualidad terapéutica. Recupera todo aquello que destrozó la pandemia: la conexión presencial, la emoción del directo, la comunión entre artista y público, el momento irrepetible que no se puede parar ni revisitar en la pantalla.
Springsteen lo explicó de otra manera: «Estoy aquí para ofrecer una prueba de vida», dijo, en una frase que ya compartía en el espectáculo antes de la pandemia, pero que ahora tiene más significado. Esa prueba, en sus palabras, es «eso que siempre es elusivo, nunca del todo creíble, especialmente en estos días: nosotros».
El espectáculo es una confirmación del regreso a la normalidad, con el aforo lleno, sin restricciones y pocas mascarillas entre el público. Pero no todo es igual que antes: era obligatorio estar vacunado y a las afueras del teatro había una protesta de activistas antivacunas –como también hubo en el concierto de Foo Fighters– que protestaban por la exigencia.