ABC (Castilla y León)

La pesadilla con final feliz de Unai Simón: «Confiamos en él»

▶ El error del portero en el primer gol hizo recordar las grandes tragedias de España

- JAVIER ASPRÓN COPENHAGUE

el empate en el minuto 93, gol de Pasalic después de un centro de Orsic por el costado que pasó a defender Alba de aquella manera cuando se lesionó Gayà. Prórroga, un epílogo con el que nadie contaba, ni siquiera los ultras croatas que ya se habían hartado de lanzar sus minis de cerveza con total impunidad y que invadieron el campo tan panchos.

La prórroga fue una locura, no podía ser menos. Languidecí­a España, aturdida con tanto cambio, y Orsic fue una pesadilla. Él solito armaba el taco y Unai Simón firmaba definitiva­mente su propio indulto con un paradón, pero paradón de verdad, ante un disparo a bocajarro de Kramaric. Ahí estuvo la gloria croata y también la de España, quien reaccionó con un primer aviso antes de la sentencia. Morata, en plan torero, marcó un golazo y Oyarzabal, a la contra, hizo el quinto (en ambos asistió Dani Olmo). Hubo más opciones para marcar, pero ya estaba bien. En la locura, España vuela a cuartos.

Hay jugadas desgraciad­as que marcan carreras, que señalan futbolista­s de por vida. En España le ocurrió a Cardeñosa o Julio Salinas. También a Arconada o Zubizarret­a. Sus fallos representa­ndo a la selección han sobrevivid­o a sus propias generacion­es y aparecen, véase el ejemplo, cada vez que se habla de un nuevo error. Quizás Unai Simón se libre de aparecer en ese listado tras el pase a cuartos y su reacción posterior, aunque con el desafortun­ado control que le costó el primer gol del partido a España la tragedia sobrevoló por encima de él.

Dominaba la selección ante una Croacia muy replegada y que hasta ese momento no había tenido la menor intención de atosigar la portería del guardameta del Athletic. Ni siquiera en esa jugada intervino ningún futbolista balcánico. Fue un pase atrás de Pedri, quizás

// EFE

con más fuerza de la debida, que Simón no pudo parar con el pie. La pelota salió con la fuerza suficiente como para que resultara inútil correr tras ella. Cuando quiso reaccionar, ya se estaba introducie­ndo de forma mansa en la portería.

Fue un momento de ‘tierra, trágame’ que dejó en shock al portero. Luis Enrique se golpeaba la frente con una botella de agua mientras Azpilicuet­a y Busquets eran los primeros en acudir a consolar a su compañero. También Koke, que pocos minutos antes había tenido su propia acción para la galería de los horrores, con un mano a mano desperdici­ado frente a Livakovic.

Simón pasó el resto del primer tiempo meditabund­o, y solo respiró algo cuando Sarabia devolvió la igualada. Antes de que acabara ese primer acto se vio obligado a intervenir en otras dos ocasiones, en las que sacó a relucir la rabia acumulada. La primera, en un centro envenenado desde la derecha que le botó justo delante del cuerpo bajo la amenaza de Rebic. La embolsó con jerarquía. Poco después fue aún más rotundo al despejar con un pelotazo al otro extremo del terreno de juego. Después, cuando los jugadores enfilaron el camino hacia los vestuarios, él se tomó su tiempo. Agarró una botella de agua y caminó despacio en dirección a la boca del túnel. En mitad del campo le esperaba De Gea, que le abrazó con la ternura de un hermano mientras le preguntaba por cómo se encontraba.

Simón era, hasta ahora, el portero menos exigido de toda la Eurocopa. El que menos disparos entre los tres palos había recibido de todo el campeonato. Por ser, era también el único jugador de todo el equipo al que no se le había cuestionad­o su presencia en el once. Y eso, en España, ya es mucho.

Antes de iniciarse la segunda parte recibió una nueva dosis de cariños. Ahora, un abrazo de Morata, después una palmadita de Azpilicuet­a. El desenlace le tocó vivirlo bajo la grada ocupada por la afición croata, que aprovechab­a cada toque suyo al balón para recordarle la pifia. Él daba la impresión de tenerlo metido en la cabeza, y bien que lo sabían sus compañeros. Nada más marcar el segundo Azpilicuet­a, Eric García y Busquets no fueron a celebrarlo con el lateral. Recorriero­n el campo en sentido contrario para que el guardameta hiciera borrón y cuenta nueva con la remontada. Pero la redención final no llegó hasta la prórroga, cuando por fin emergió con una parada salvadora a un disparo a bocajarro de Kramaric. Justo después llegó el tanto de Morata. «Unai tiene toda nuestra confianza», resumió sobre él Busquets. «Su reacción ha sido espléndida y nos ha salvado en el 3-3 con una parada tremenda. Es un grandísimo portero», dijo también Ferran. De momento no se abre un debate.

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