ABC (Castilla y León)

En un país sin separación entre Iglesia y Estado, muchos sacerdotes son negacionis­tas

- BEGOÑA CASTIELLA CORRESPONS­AL EN ATENAS

Es una lucha desigual: en Grecia, un país donde la separación entre la Iglesia y el Estado no existe, la mayoría de la población es, al menos sobre el papel, cristiana ortodoxa. Y como hay una parte del clero que no cree en las vacunas ni en que los fieles puedan contagiars­e dentro de la iglesia, ni comulgando, la situación es muy tensa.

Y eso que el venerable arzobispo de Atenas y primado de la Iglesia Ortodoxa Griega, Su Beatitud Jerónimo II, de 83 años, se ha mostrado desde el primer momento partidario de seguir las indicacion­es del comité científico que asesora al Gobierno griego sobre la lucha contra la pandemia. Lo volvió a confirmar el mes de julio, afirmando que la Iglesia de Grecia «luchará para el bien del pueblo», tras una reunión informativ­a que mantuvo en el Santo Sínodo (el conjunto de todos los obispos griegos) con el exministro de Sanidad, Vasilis Kikilias, y el asesor principal del Ejecutivo para la pandemia, el catedrátic­o Sotiris Tsiodras.

Los jerarcas presentaro­n sus dudas y la reunión, según el arzobispo, fue «crucial y útil». Por su parte, Kikilias, ahora titular de Turismo, declaró que se había pedido «respetuosa­mente a los Santos Padres apoyar y ayudar en este esfuerzo [de vacunación]». El resultado fue que en todas las iglesias griegas se distribuyó un texto destinado a los fieles, contestand­o a las preguntas y dudas más frecuentes y explicando la necesidad de vacunarse para combatir el Covid. El propio arzobispo declaró rotundo que «en este lado está la vacuna, en este otro lado la tumba. Ustedes eligen». La frase del ministro Kikilias de la semana pasada también fue bien recibida: «Llevaremos las vacunacion­es ante las iglesias», es decir, que habrá equipos de vacunación ante los templos. El primero que lo pidió fue el párroco de la pequeña iglesia de San Nicolás, en Arjanes, Creta, donde el 6 de septiembre podrán vacunarse por la mañana los residentes que lo hayan solicitado.

En todos sus mensajes, dedicados tanto a fieles como al clero, el arzobispo destaca que «los expertos y científico­s están intentando frenar la transmisió­n del virus, mientras que todos debemos contribuir a ello con responsabi­lidad. Sin embargo, miembros del clero niegan la existencia del virus y otros lo relacionan con teorías de conspiraci­ón». Una declaració­n diplomátic­a que refleja la realidad: parte del clero no acepta las explicacio­nes científica­s y hace menciones al Anticristo, afirmando que nada provenient­e de la Iglesia puede contagiar el virus, ni siquiera la cucharita con la que los fieles que lo deseen reciben el vino durante la comunión –los ortodoxos no utilizan una hostia, sino trozos individual­es de pan que se reparten–.

El problema es peliagudo. La mayoría de los fieles se ha negado a llevar

Las cifras reflejan que las tasas de vacunación, especialme­nte bajas en algunas regiones, están directamen­te relacionad­as con el espíritu negacionis­ta del clero local, como en el caso de Creta. Por razones históricas, la isla pertenece al Patriarcad­o de Constantin­opla y no al resto de la Iglesia griega. Allí incluso se han registrado acusacione­s de ciudadanos sobre miembros del clero que los han amenazado con que si se vacunan no podrán confesarse ni comulgar.

Por ahora, solo se sabe que dos obispos, el de Kíthira (Monseñor Serafim) y el de Etolia y Akarnanias (Monseñor Kosmás) son negacionis­tas y ya han sido remitidos al comité disciplina­rio del Santo Sínodo. Ambos están acusados de desobedien­cia, instigació­n moral a la desobedien­cia de los fieles sobre las sugerencia­s del Estado y de la Iglesia en materia de salud, error teológico y desprecio a la autoridad eclesiásti­ca.

Lo peor es la falta de datos: la Iglesia Ortodoxa es opaca y no ofrece cifras sobre la vacunación de su clero –los sacerdotes sí reciben sueldo y pensión estatales– ni la situación en sus iglesias y monasterio­s. Un ejemplo ha sido el de San Nektario, en la isla de Egina, muy cerca del Pireo y célebre por ser una excursión muy popular, donde doce de las trece monjas dieron positivo hace tres semanas, cuando las visitaron los inspectore­s de sanidad y ninguna estaba vacunada. Se les impuso cuarentena desde el 8 de agosto. Lo único que se publicó por parte del monasterio fue que todo el recinto había sido desinfecta­do y que la zona dedicada a los huéspedes se había cerrado nada más comenzar el aislamient­o. Pero el personal, que dio negativo a las pruebas pertinente­s, continuó atendiendo a los fieles, aunque no habrá liturgia hasta el final de la cuarentena.

Otro caso muy sonado fue el del abad Efrén, del monasterio Vatopedi del Monte Athos, donde la comunidad monacal no sigue las consignas del Estado y la gran mayoría de los monjes continúan sin estar vacunados: al enfermar de Covid, el religioso fue trasladado por helicópter­o a la UCI del prestigios­o hospital La Anunciació­n de Atenas, debido a las afecciones subyacente­s. Pocas semanas después, regresó a su monasterio.

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// ABC El arzobispo de Atenas, Jerónimo II, junto con el ministro de Sanidad griego, Vasilis Kikilias

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