«Ser el último homínido no nos convierte en vencedores»
▶ La arqueóloga aleja a nuestros primos lejanos del cliché de seres brutos y torpes
Rebecca Wragg Sykes (Londres, 40 años) participó en su primera excavación arqueológica a los 14. «Hipnotizada» por las herramientas de piedra, la lectura de ‘El clan del oso cavernario’ de Jean Auel sobre el mundo de los neandertales capturó su imaginación para siempre, hasta el punto de que ha dedicado su carrera científica a estudiar a esa especie humana extinta que se extendió por Eurasia durante cientos de miles de años. En su libro ‘Neandertales’ (geoPlaneta), recopila un sinfín de descubrimientos sobre la vida de estos homínidos al tiempo que consigue contar una emocionante historia humana, repleta de sensibilidad y fascinación sincera. Lejos de los clichés que describen a nuestros primos lejanos como unos brutos que malvivían en páramos helados, la investigadora de la Universidad de Liverpool defiende que fueron exitosos, curiosos e inteligentes, creativos y con capacidad de adaptación. «Me entusiasman porque nos obligan a cuestionar nuestras suposiciones», dice. —¿Hasta qué punto eran inteligentes? —Los neandertales estaban realmente interesados en la calidad material de las cosas. Su tecnología de piedra fue muy variada. Ellos inventaron la primera sustancia sintética, conocida como alquitrán de abedul. Se puede usar como pegamento para pegar una escama de piedra en un mango de madera. Hacerlo requiere comprender cómo los materiales pueden transformarse. —¿Eran sofisticados como los sapiens? —Los neandertales existieron desde hace más de 350.000 años hasta hace 40.000 años y, durante la mayor parte del tiempo, no vivieron de forma muy diferente a los sapiens. Ambos eran buenos cazadores pero también comían plantas en ocasiones, y la tecnología de la piedra también era bastante similar. Cada vez más, si se encuentra algo cognitivamente avanzado en los primeros Homo sapiens, descubrimos que los neandertales también lo hacían.
—Es difícil hablar del lado emocional de una especie humana que no existe, pero usted no tiene miedo de hacerlo. —Para mí era muy importante que los lectores conozcan los hechos científicos, pero también ayudarles a contactar con los neandertales como otro tipo humano, que sintieran cómo podría ser estar en el Abric Romaní (yacimiento de Barcelona) de hace 60.000 años mientras se masacraba el cadáver de un gato montés junto a un hogar humeante. —¿Tenían los neandertales sentimientos similares a los nuestros?
—A menudo los sentimientos subyacen en lo que hacemos y muchos de ellos los compartimos con los simios. Los neandertales están más cerca de nosotros en términos evolutivos que los simios y, dado el tamaño de sus cerebros, sería sorprendente si no hubieran tenido ricas, complejas vidas emocionales. —¿Podrían haber expresado amor? —El amor es un impulso biológico basado en el apego emocional. Sin duda, los padres experimentaron un sentimiento feroz de protección hacia sus hijos, y juzgando de nuevo por las reacciones de especies como chimpancés o elefantes a muertes de parientes cercanos o amigos, también esperaría que experimentasen dolor.
—¿Se emparejaban?
—La pasión sexual fue parte de sus vidas, pero la idea del apego monógamo está menos clara. El ADN sugiere que las hembras de diferentes grupos se mudaban a otros formados por varones estrechamente relacionados, pero tenemos que recordar cuán pocas muestras genéticas tenemos. Supongo que no había una única forma de organizar las relaciones sexuales.
—Dedica un largo capítulo a su relación con la muerte, ¿por qué?
—La forma en que los neandertales, como nuestros parientes más cercanos, trataron a sus muertos es extremadamente interesante. Protegían los cuerpos enteros de los muertos. No hay tumbas muy claras ni ordenadas, pero hay un trabajo en Shanidar (Irak) sobre que preparaban o alteraban áreas cóncavas naturales en sedimentos. También se han encontrado varios esqueletos de bebés muy bien conservados.
—¿Y qué hay del canibalismo? —Procesaban cuerpos, cortándolos con herramientas. A veces los consumían, incluso destrozando los huesos en busca de médula. La explicación obvia es el hambre, pero no encaja con los restos de animales que se encuentran en los yacimientos. La impresión no es de escasez de alimentos. Quizás en algunos casos hubo violencia, quizás una reacción al encuentro con extraños. Sugiero otra idea: se interesaban por los cuerpos porque establecían con ellos fuertes lazos emocionales.
—Dice que el cambio climático nos llevará a un mundo más peligroso que cualquier otro que un homínido haya conocido. ¿Qué lecciones podemos aprender de los neandertales para afrontar ese futuro?
—Las condiciones que corremos el riesgo de experimentar serán más extremas que el calentamiento al que sobrevivieron los neandertales hace 123.000 años. El clima promedio fue de 2º a 4ºC más cálido y los niveles del mar de 7 a 8 metros más altos. Su mundo pasó muy rápido de las frías condiciones glaciales a un bosque caliente. Tuvieron que adaptarse, y podemos ver que la escala de sus vidas quizás se encogió. Los neandertales tenían mucha mayor flexibilidad en poder hacerle frente porque había menos (individuos) y podían desplazarse. Nosotros no podemos hacer eso y tendremos que utilizar toda la tecnología para hacerle frente. Tenemos que pensar mucho más como especie y considerar lo que significa ser un buen ancestro. La desigualdad en las respuestas tanto ante el Covid como ante la crisis climática muestra que tenemos un largo camino por delante.
—¿Qué nos dicen los neandertales sobre nosotros, los orgullosos sapiens? —A los neandertales los hemos usado como un espejo para examinarnos. Han representado tanto lo que somos como lo que no somos. Y su desaparición se ha utilizado como un medio para consolidar la posición que reclamamos nosotros, en el trono de la vida. Pero las cosas no son tan simples.
—¿En qué sentido?
—Debemos considerar que alguna parte de lo que les pasó a los neandertales fue cuestión de suerte. En la historia de la vida en la Tierra, ha habido una serie de crisis extraordinarias donde muchas criaturas se extinguieron. Pudieron tener mala suerte, y otros pudieron tenerla buena por razones que no implica que fueran superiores. Muchas de las primeras poblaciones pioneras de Homo sapiens que entraron en Eurasia se extinguieron. Podemos ser los últimos supervivientes de los homínidos, pero eso no nos convierte en vencedores.