Arqueología de la gran hecatombe tartésica
▶El sacrificio de caballos en las Casas del Turuñuelo, uno de los yacimientos más importantes de España, se realizó en dos fases, con los animales más valiosos
obrecoge descender los escalones de la escalera de las Casas del Turuñuelo, en Guareña (Badajoz). Cuando los arqueólogos del proyecto ‘Construyendo Tarteso’ descubrieron los primeros peldaños pensaron que se trataba de la entrada al edificio que estaban excavando. Ya habían destapado una estancia con un altar con forma de piel de toro, característico de los santuarios tartésicos, y una intrigante bañera-sarcófago. Habían abierto también la sala del banquete, donde se comió desmesuradamente antes de sepultar este sitio para siempre a finales del siglo V a.C., tal vez a causa de un drástico cambio climático que obligó a esta población a marcharse. Era lógico pensar que esos escalones serían un acceso similar al del vecino yacimiento tartésico de Cancho Roano, pero tras un peldaño había otro y otro más...
Cuando llegaron al undécimo, se encontraron ante una gran escalinata de casi tres metros de altura construida con sillares de piedra y bloques fabricados con mortero de cal, una técnica que solo se había documentado en época romana. Era un hallazgo excepcional, pero aún no sabían la sorpresa que les deparaba el patio de 125 metros cuadrados que se extendía a sus pies. Allí, además de hallar un fragmento de una escultura griega del siglo V a.C. y vidrios macedónicos, se toparon con la imponente escena de un sacrificio en masa de animales. Hasta 41 équidos muertos (la mayoría caballos, pero también mulas y un asno), así como varias vacas, cerdos y un perro fueron colocados con cuidado y sepultados con dos metros de tierra. La visión de esa media hecatombe de caballos desde la escalera enmudecía a quienes la contemplaban. Aunque existían referencias en los textos antiguos sobre este tipo de rituales, era la primera vez en todo el Mediterráneo que se documentaba
Suno arqueológicamente.
¿Cómo llevaron a cabo este sacrificio de animales? ¿Por qué dispusieron así los caballos? Algunos parecían estar galopando, otros descansando, a los pies de la escalera los cuellos de dos de ellos se cruzaban... ¿Qué se quiso expresar con estas posturas y qué llevó a esas gentes a sacrificar lo que más preciaban? Las preguntas, desde entonces, no han dejado de multiplicarse. Aunque las investigaciones emprendidas desde diversos ámbitos científicos están lejos de finalizar, algunos interrogantes ya están encontrando respuesta.
En dos tiempos
Pilar Iborra y Silvia Albizuri, las dos arqueozoólogas que realizan el estudio taxonómico de los huesos, han descubierto que «existe una temporalidad» en su disposición. El sacrificio se llevó a cabo en dos fases. Los huesos desconexos y esparcidos de 9 caballos y un perro, con señales de haber sido mordidos por carroñeros (seguramente lobos), indican que estos animales permanecieron muertos durante un tiempo antes de ser sepultados.
«Entre esta primera fase y la siguiente hay un tiempo de distancia. ¿Cuánto? Es muy difícil saberlo. Desde cuatro a seis semanas o meses», explica Albizuri, investigadora de la Universidad de Barcelona. Los esqueletos del resto estaban enteros. Uno de ellos, ‘Fermín’, ha sido recuperado prácticamente por completo. Todo apunta a que fueron sacrificados en un momento posterior y que los colocaron en el patio y los cubrieron de tierra antes de su putrefacción.
Quienes llevaron a cabo este ritual dispusieron previamente unos lechos de semillas y lajas de piedra. «Hay una preparación intencionada del suelo antes de colocar a los animales», destaca Iborra. Y Albizuri corrobora: «Todo está muy planeado, sabían bien lo que iban a hacer allí». Era una ofrenda a sus dioses planificada con tiempo.
Con los estudios de microsedimentología están intentando averiguar si