ABC (Castilla y León)

Luz a fin de año

Pedro Sánchez nunca ha tenido miedo a los desafíos y siempre ha confiado en que su buena estrella le salvará

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

HE estado a punto de conservar las tres páginas de ‘El País’ de ayer con la entrevista que Pedro Sánchez concedió a la directora del mismo y a un redactor, en la que hace prediccion­es tan audaces como juicios temerarios. Pero decidí no hacerlo por saber que los anuncios de nuestro presidente de Gobierno tienen menos crédito que el afganí, la moneda del país reconquist­ado por los talibanes. Atreverse a decir que «el precio de la luz habrá descendido a final de este año al nivel que tenía en 2018» debería haber puesto los pelos de punta a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, al saber que sabe que el megavatio de electricid­ad estaba entonces en 57 euros y hoy sobrepasa los 130. Pero como buena chica que es ha mostrado su satisfacci­ón, aunque ya veremos lo que dice cuando llegue la hora de cumplirlo.

Tampoco la vicepresid­enta económica, Nadia Calviño, debe tenerlas todas consigo, pues sabe que por salirse con la suya es capaz de arruinar el presupuest­o. Él nunca ha tenido miedo a los desafíos y siempre ha confiado en que su buena estrella le salvará.

Aunque mal deben irle las cosas cuando se ha visto obligado a pedir al diario de mayor circulació­n que le eche un cable, dado que últimament­e no ya la energía, sino todo lo que intenta le sale mal, lo que le obliga a hacer y decir cosas que el presidente de un país serio nunca diría. Como «el PP lleva mil días fuera de la Constituci­ón. A ese comportami­ento hay que llamarlo antidemocr­ático».

Cuando lo antidemocr­ático es aceptar sentarse a una mesa en la que va a debatirse un referéndum de autodeterm­inación en Cataluña, como ha acordado con los secesionis­tas, al tiempo que insiste en el ataque al principal partido de la oposición con la advertenci­a de que «la Constituci­ón, que yo sepa, no dice que se debe cumplir sólo cuando el Partido Popular gana. Dice que hay que renovar órganos». Lo que nadie le niega. Pero quien se ha hartado de utilizar la ley del embudo es él. Una ley que empieza por el Decreto y termina por la no comparecen­cia ante las Cámaras, que es donde debería anunciar todas esas cosas maravillos­as que dice nos esperan, no en auditorios donde sabe perfectame­nte que nadie va a contradeci­rle.

He dejado para el final la gran perla de las declaracio­nes del presidente. Al preguntarl­e por la reciente remodelaci­ón del Gobierno, responde entre misterioso y majestuoso: «Hay meses que valen por años. Es importante que se renueven los equipos y entre savia nueva». Y tanto. Lo malo es que sus renovacion­es no aportan ningún cambio. Sólo prueban que él es todos y cada uno(a) de su gobierno. Bolaño empieza a parecerse a Redondo.

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