Luz a fin de año
Pedro Sánchez nunca ha tenido miedo a los desafíos y siempre ha confiado en que su buena estrella le salvará
HE estado a punto de conservar las tres páginas de ‘El País’ de ayer con la entrevista que Pedro Sánchez concedió a la directora del mismo y a un redactor, en la que hace predicciones tan audaces como juicios temerarios. Pero decidí no hacerlo por saber que los anuncios de nuestro presidente de Gobierno tienen menos crédito que el afganí, la moneda del país reconquistado por los talibanes. Atreverse a decir que «el precio de la luz habrá descendido a final de este año al nivel que tenía en 2018» debería haber puesto los pelos de punta a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, al saber que sabe que el megavatio de electricidad estaba entonces en 57 euros y hoy sobrepasa los 130. Pero como buena chica que es ha mostrado su satisfacción, aunque ya veremos lo que dice cuando llegue la hora de cumplirlo.
Tampoco la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, debe tenerlas todas consigo, pues sabe que por salirse con la suya es capaz de arruinar el presupuesto. Él nunca ha tenido miedo a los desafíos y siempre ha confiado en que su buena estrella le salvará.
Aunque mal deben irle las cosas cuando se ha visto obligado a pedir al diario de mayor circulación que le eche un cable, dado que últimamente no ya la energía, sino todo lo que intenta le sale mal, lo que le obliga a hacer y decir cosas que el presidente de un país serio nunca diría. Como «el PP lleva mil días fuera de la Constitución. A ese comportamiento hay que llamarlo antidemocrático».
Cuando lo antidemocrático es aceptar sentarse a una mesa en la que va a debatirse un referéndum de autodeterminación en Cataluña, como ha acordado con los secesionistas, al tiempo que insiste en el ataque al principal partido de la oposición con la advertencia de que «la Constitución, que yo sepa, no dice que se debe cumplir sólo cuando el Partido Popular gana. Dice que hay que renovar órganos». Lo que nadie le niega. Pero quien se ha hartado de utilizar la ley del embudo es él. Una ley que empieza por el Decreto y termina por la no comparecencia ante las Cámaras, que es donde debería anunciar todas esas cosas maravillosas que dice nos esperan, no en auditorios donde sabe perfectamente que nadie va a contradecirle.
He dejado para el final la gran perla de las declaraciones del presidente. Al preguntarle por la reciente remodelación del Gobierno, responde entre misterioso y majestuoso: «Hay meses que valen por años. Es importante que se renueven los equipos y entre savia nueva». Y tanto. Lo malo es que sus renovaciones no aportan ningún cambio. Sólo prueban que él es todos y cada uno(a) de su gobierno. Bolaño empieza a parecerse a Redondo.