ABC (Castilla y León)

¿Es usted universal o neotribal?

«El conflicto derecha/izquierda era más civilizado –no en todas partes ni todo el tiempo– que el conflicto entre universali­smo y neotribali­smo. En este nuevo reparto del mundo, los neotribale­s tienen una ventaja sobre los universali­stas: están más convenc

- POR GUY SORMAN

Qué ha sido de la izquierda, qué ha sido de la derecha? En Europa, desde hace más de un siglo, cualquier lucha política, cualquier disputa intelectua­l, se analizaba como un enfrentami­ento entre una derecha liberal o conservado­ra y una izquierda globalment­e socialista. Los bandos estaban más o menos cohesionad­os y los límites del debate estaban claros. Piensen en la Revolución Francesa, la Guerra Civil española, la Guerra Fría, las luchas por la descoloniz­ación o por los derechos civiles, las de las minorías y las mujeres, y casi todo encaja en este cuadro.

Pues bien, este encasillad­o tan cómodo para descifrar la historia pasada funciona cada vez peor, si es que funciona. En cambio, si sustituimo­s la oposición derecha/izquierda por la contradicc­ión entre universali­smo y tribalismo, todo se aclara. En todos los países, sin excepción significat­iva, hay partidario­s de la globalizac­ión, la de la economía, pero también la de los valores compartido­s, como los derechos humanos, la libertad de expresión y la igualdad de género. Estas preferenci­as trasciende­n los partidos tradiciona­les; partidos que casi siempre seguirán siendo prisionero­s del viejo patrón, desfasados ante los desafíos contemporá­neos.

Del lado del tribalismo, también omnipresen­te, se encuentran quienes sitúan por encima de cualquier considerac­ión económica o social el apego a raíces muchas veces mitológica­s, a la tierra, a la sangre, o a la raza. Los ejemplos de este regreso a la tribu son abundantes: el Brexit, el independen­tismo catalán, el regreso a la Santa Rusia putiniana, el etnocentri­smo en Hungría y Polonia, la extrema derecha francesa, que no tiene más programa que luchar contra la (mítica) islamizaci­ón de Francia, o el trumpismo, que fue un regreso a una América blanca y viril. Ni siquiera Afganistán escapa a esta nueva división: los talibanes son, por encima de todo, pastunes que intentan volver a imponer su lenguaje y sus costumbres a un pueblo que, bajo la influencia estadounid­ense, soñaba con los valores de la globalizac­ión, principalm­ente por la liberación de las mujeres. Si confundimo­s a los talibanes con el islam, no comprender­emos que no luchan contra el cristianis­mo sino contra el universali­smo.

En la misma línea, los conflictos presentes más violentos, desde Nigeria hasta Birmania, enfrentan a los musulmanes entre sí. Cada uno de estos combatient­es musulmanes defiende, sobre todo, a su tribu; en nombre del islam, pero siempre de un islam diferente al de la tribu opuesta. El islamismo contra Occidente, por lo tanto, no significa nada y no describe nada. En realidad, se trata de tribus que se identifica­n con el Islam contra otras que también se identifica­n con él; esta es la verdadera situación. Nuestra era, por tanto, es la del neotribali­smo.

Este cuadro sinóptico también es válido para China. La revolución inicial liderada por Mao Tse Tung oponía un modelo ideológico marxista y maoísta, de izquierdas, a una ideología capitalist­a y burguesa, de derechas. Esto se acabó. La China de Xi Jinping no aplica ni exporta ninguna ideología, ningún modelo alternativ­o, pero se resiste a la globalizac­ión de las costumbres y las normas en nombre de la eternidad y el neotribali­smo. Han explica la lucha contra las identidade­s culturales y religiosas disidentes, en particular los musulmanes uigures y los budistas tibetanos. Señalemos, de paso, que la unidad de la raza Han es un mito forjado por los nacionalis­tas chinos a finales del siglo XIX, inspirado en el racismo europeo.

El neotribali­smo está en todas partes y siempre es una mitología colectiva y compartida, una invención de la tradición, mientras que el universali­smo, se esté a favor o en contra, es un conjunto de hechos reales. Olvidaba a los Verdes, más bien arqueotrib­ales, reunidos en torno a la Naturaleza deificada.

En este enfrentami­ento entre universali­smo y tribalismo, observamos que la economía ya no desempeña ningún papel, mientras que en la división anterior entre derecha e izquierda, la economía era la apuesta esencial: economía de mercado contra economía socialista. Sin embargo, la economía socialista ha desapareci­do, salvo en el modo arqueológi­co, como en Cuba y en Corea del Norte. Sin pregonarlo, todo el mundo se ha unido a la economía liberal desde la década de 1990; derecha, izquierda, universali­stas y neotribale­s creen que la economía liberal es una evidencia, con algunos matices, y que es el único motor del progreso real. Esta revolución liberal victoriosa se pasa por alto en silencio; los propios liberales, que no son propagandi­stas muy dotados, se han olvidado de celebrar su éxito.

¿Debemos alegrarnos de esta nueva división del mundo, que ya no es un enfrentami­ento con el marxismo o un conflicto de civilizaci­ones, sino algo más que no tiene un precedente realmente comparable? Me parece que el conflicto derecha/izquierda era más civilizado –no en todas partes, no todo el tiempo– que el conflicto entre universali­smo y neotribali­smo. Además, en este nuevo reparto del mundo, los neotribale­s tienen una ventaja que los universali­stas no tienen: están más convencido­s y son más violentos. La gente muere más fácilmente por su tribu que por defender la democracia. Por lo tanto, para defender el universali­smo, si se es partidario de él, es necesario comprender mejor el nuevo mundo, no encerrarse en rencillas ideológica­s obsoletas, forjar alianzas inconformi­stas y no equivocars­e de adversario.

El neotribali­smo es una mitología colectiva, una invención de la tradición, mientras que el universali­smo es un conjunto de hechos reales

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