El independentismo más exaltado diseña una Diada hostil con ERC
▶Se espera reunir a más de 100.000 personas en el primer 11-S con manifestación desde la pandemia ▶La Generalitat no confirma si Aragonès estará en una marcha que disparará contra la mesa de diálogo En los últimos tiempos se han hecho habituales los ataqu
El lema de la manifestación de la Diada de este año será «luchemos y ganemos la independencia». Un eslogan combativo para un movimiento que desde 2017 ve como cada año disminuye la asistencia a una jornada antaño masiva. Si en 2014 la afluencia de personas a la marcha de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) se contó por millones, en esta ocasión se prevé que acudan a la capital catalana unas 100.000 o 150.000 personas, reconocen fuentes de la organización.
La marcha de este año, la primera en pandemia, está pensada para presionar al gobierno catalán y a los partidos independentistas para que no renuncien a la secesión a corto plazo. Por ello, inicialmente la cita iba a terminar su recorrido a las puertas del Parlamento de Cataluña, opción que, finalmente, la ANC ha descartado forzada por las medidas de seguridad y distancia social por la pandemia.
Acabe donde acabe, la Diada de 2021 estará marcada por un elemento: la mesa de diálogo que se reunirá en la semana del 13 de septiembre en Barcelona, apenas unos días después de la manifestación que abre el curso político nacionalista. Ello es un factor de incomodidad para Esquerra, donde son conscientes de que la estrategia de diálogo con el Estado que se escenificará con la reunión Gobierno-Generalitat no cuenta con el aval de quienes pilotarán el tono y los discursos de la marcha. De hecho, la ANC ha expuesto en repetidas ocasiones su escepticismo respecto a este espacio de negociación.
Por ahora, fuentes del equipo de
Pere Aragonès consultadas por ABC tampoco dan por hecho que el presidente catalán esté en la manifestación. Todavía no se ha decidido, detallan. En el pasado, tampoco Artur Mas acudió a las manifestaciones para reforzar su perfil institucional como presidente del Govern, aunque el antiguo líder de CiU sí escuchó y trasladó a su agenda las reclamaciones de la Diada. Tampoco en ERC dan por confirmada al cien por cien la asistencia de Junqueras a la manifestación. «Todavía no lo podemos asegurar, pero es probable que vaya», apuntan en su partido.
Las reticencias de ERC están relacionadas con el recuerdo, aún muy presente, de los abucheos e insultos que ha tenido que sufrir su líder en otras citas del soberanismo más exaltado en los últimos tiempos. Los gritos de «Junqueras traidor», y ofensas peores, vociferados por radicales se han escuchado en varias manifestaciones, actos y hasta a las puertas de la sede de Esquerra esta misma primavera, cuando Junts y los republicanos negociaban la investidura de Pere Aragonès.
Otro «otoño caliente»
Más allá de la manifestación del día 11 (que desde la plaza Urquinaona de Barcelona apelará a las violentas protestas de 2019 contra la sentencia del Supremo a los líderes del 1-O) la ANC prepara para octubre una batería de concentraciones y actos pensados para reavivar la llama independentista, apaciguada desde hace meses por los indultos, el choque entre partidos y la pandemia. La entidad tiene previsto movilizar a sus bases con varios actos tanto el 1-O como el día 3. Esa fecha coincide con el aniversario de la huelga general independentista de 2017, una jornada que acabó marcada por el discurso en el que el Rey Don Felipe defendió la Constitución, el autogobierno de Cataluña, la concordia y la unidad nacional.
La intención de la ANC es que el 11S, y el eventual fracaso de la denominada mesa de diálogo Gobierno-Generalitat,
encienda la mecha de otro «otoño caliente» que, a medio plazo, vuelva a movilizar el soberanismo. En la misma línea trabaja también el entorno del prófugo Carles Puigdemont, que espera que el fracaso de la vía de la negociación que defienden los republicanos sirva de combustible para su estrategia de «choque y confrontación» con el Ejecutivo. En ello está ya el Consell de la República, el órgano de gobierno del expresidente.
Previsiones aparte, mirando atrás se puede establecer un paralelismo entre la Diada de este año y la de 2012. En esa ocasión, la primera gran marcha soberanista –«Cataluña, próximo Estado de Europa»– reforzó al entonces presidente Artur Mas una semana antes de la reunión que mantuvo con Mariano Rajoy en La Moncloa. En Madrid, el ‘president’ reclamó un pacto fiscal que acercara Cataluña al modelo vasco y navarro, algo que Rajoy descartó por completo.
Pocos días después de esa cita frustrada, e impulsado por la fuerza mostrada por el independentismo en la Diada, Mas convocó elecciones y puso el acelerador en el proceso independentista, acercándose a ERC y consagrando la influencia de la ANC y la CUP en las decisiones del Govern. Ahora, el esquema puede ser el opuesto y la jornada del 11 de septiembre puede acabar desgastando a Aragonès y su apuesta por el diálogo. Eso, al menos, pretenden los organizadores de una Diada en la que cada año caben menos catalanes.