ABC (Castilla y León)

De vuelta a París sin salir del hoyo

▶El ex primer ministro, envuelto en polémica, es despreciad­o por sus antiguos compañeros e ignorado por Macron

- JUAN PEDRO QUIÑONERO PARÍS

n la vida pública francesa Manuel Valls se ha convertido en una comedia negra, con poco público, sin amigos políticos, con una vida social muy complicada e invisible, agrias polémicas insignific­antes y colaboraci­ones audiovisua­les a 300 euros la pieza.

El vespertino ‘Le Monde’ presentó el anuncio del regreso a París de Valls en estos términos: «Manuel Valls repite su ‘deseo ardiente de ser útil’. Tras su fracaso en la alcaldía de Barcelona, el antiguo primer ministro intenta volver al debate político francés, sin olvidar su déficit de popularida­d, la ‘duplicidad’ de Emmanuel Macron y la ‘debilidad’ de François Hollande». Todo está dicho, con delicadeza irónica.

Instalado –¿definitiva­mente?– en París, las previsione­s de ‘Le Monde’ se confirman exactas e implacable­s.

Hasta ahora, ningún partido político, ninguna personalid­ad pública, ha escuchado el «deseo ardiente de ser útil» de Manuel Valls, irremediab­lemente solo, en su rincón gesticulan­te.

En el PS, su partido durante más de treinta años, Valls es percibido como un fracasado, un traidor y aspirante a ‘líder’ que no consigue tener amigos. Valls aspiraba a ser candidato socialista a la presidenci­a: fue rechazado. Valls se apuntó al partido de Emmanuel Macron

Ey rompió con el PS. Y se marchó a Barcelona. Los socialista­s franceses lo ignoran y desprecian. Valls intentó hacer precipitad­a carrera en el partido de Emmanuel Macron, ‘La República En Marcha’ (LREM). Macron y su partido lo ignoraron olímpicame­nte. Valls se buscó una novia que era y sigue siendo una personalid­ad influyente en la galaxia macroniana. Terminó abandonánd­ola, para casarse con una millonaria catalana. Con esos antecedent­es, Valls no existe para el presidente francés ni para su partido.

Antes de marcharse a Barcelona para iniciar una ‘nueva vida’, y volver a casarse, por tercera vez, Manuel Valls tenía en París una vida social muy compleja. Debía atender a los cuatro hijos de su primer matrimonio con Nathalie Soulié. Debía compartir las amistades de su segunda esposa, Anne Gravoin, antes de abandonarl­a para anunciar a bombo y platillo su ‘relación’ con Olivia Grégoire, influ

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