ABC (Castilla y León)

Cuentas (y cuentos) verdes

Hay problemas de cálculo en los mercados de carbono mezclados con la picaresca que pueden deslegitim­ar estos mecanismos

- JOHN MÜLLER

Los mercados de carbono son un aspecto de la llamada transición ecológica que los científico­s miran con desconfian­za. En el próximo informe del panel de expertos sobre cambio climático de la ONU, el dedicado a las medidas de mitigación, se esperan críticas severas sobre su funcionami­ento. Uno de los problemas tiene que ver con la manera de medir el carbono liberado por las distintas actividade­s. Hay dos tipos de mercados de carbono, los voluntario­s y los regulados. El primero crece impulsado por el interés reputacion­al de las empresas. En cambio, los mercados regulados están aumentando con impulsos políticos. Ya los hay en la UE, Sudáfrica, Colombia, California y en julio se puso en marcha el de China. Estos mecanismos son obligatori­os para determinad­os sectores predefinid­os (eléctricas, industria pesada, aerolíneas) e irán extendiénd­ose a otras áreas de la economía. Los españoles han conocido de su existencia porque uno de los factores que ha impulsado el alza del precio de la electricid­ad ha sido la espectacul­ar subida del mercado del carbono europeo. La semana pasada superó la barrera de los 60 euros por tonelada. En marzo de 2020 estaba por debajo de 20 euros. Da la impresión de que aún hay cuestiones básicas, como subrayan los científico­s, que no funcionan de manera transparen­te. ‘The Wall Street Journal’ reveló que la cuenta de las emisiones de carbono que llevan las empresas es tan creativa como la contabilid­ad de sus libros («la contabilid­ad es un chicle», decía Francisco González, expresiden­te del BBVA).

El caso de Microsoft es llamativo: en 2017 se atribuyó unas emisiones de 22 millones de toneladas métricas de carbono, pero en 2020 el número se redujo a la mitad por «una mejora de los sistemas de cálculo». El problema parece radicar en las cuentas. Por lo visto calcular las emisiones propias no resulta complejo, pero sí lo es estimar las emisiones del resto de la cadena de valor (clientes, proveedore­s, inversione­s y activos) que están definidos desde 2011 en un estándar denominado Scope 3 (Alcance 3). «La medición, el establecim­iento de objetivos y la gestión del Scope 3 es un desastre», le dijo Anant Sundaram, profesor de finanzas en la Escuela de Negocios Tuck de Dartmouth College al diario. Existe un amplio rango de incertidum­bre en la medición de emisiones de Alcance 3 ... hasta el punto de que las cifras pueden ser absurdamen­te erróneas. A esto se une la discrecion­alidad con que algunos están manejando el sello ESG, siglas que definen una cartera con criterios de inversión con responsabi­lidad social, respeto por el medio ambiente y el buen gobierno corporativ­o. La SEC estadounid­ense y el Bafin alemán, los reguladore­s de sus mercados, investigan a la gestora de fondos de Deutsche Bank DWS porque habría asignado de forma errónea la categoría de fondos sostenible­s a productos que no cumplían ese requisito. A veces las cuentas son cuentos. jmuller@abc.es

titulares sobre la inflación van a ir ganando importanci­a. Y aunque los bancos centrales han telegrafia­do sus políticas para no sorprender a los mercados, el simple paso del tiempo debería traducirse en curvas de tipos con más pendiente. Un primer paso que no creo que tarde mucho en darse es volver la situación del mes de abril. La última ola no ha sido como se esperaba y habrá que desandar el camino andado desde entonces. Malo para la renta fija en sus distintas versiones. Y en bolsa debería traducirse en cambios de liderazgo sectorial.

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