ABC (Castilla y León)

Botellones salvajes en la era Covid: «Corren y agreden como si fuera un videojuego»

▶ Los agentes catalanes denuncian «pérdida de autoridad» y falta de apoyo político tras semanas de altercados

- ELENA BURÉS BARCELONA

Es un cóctel explosivo y se ha expandido por toda España. La relajación de las restriccio­nes sanitarias y la no apertura del ocio nocturno han propiciado el efecto contagio de los botellones. Concentrac­iones masivas de jóvenes –y no tan jóvenes– para consumir alcohol sin mascarilla ni distancia en plena calle, ante la impotencia de la policía. El epicentro está siendo Cataluña. Imágenes como las de este fin de semana en Vic, Sabadell y Llinars del Vallés (Barcelona), donde centenares de personas se apiñaron obviando la situación epidemioló­gica y obligaron incluso a recular a las patrullas policiales que intentaron disuadir la fiesta, son las que traen de cabeza a los agentes. El diagnóstic­o de los profesiona­les del orden público es unánime: esta actitud se debe a una «pérdida de autoridad» y a una crispación extendida tras tantos meses de encierro.

Y es que no solo beben y vulneran las normas sanitarias. También repelen la acción policial. Este caldo de cultivo está derivando «en ataques contra los agentes», señala desde el sindicato policial Sapol Jordi Rodríguez, que lleva más de 35 años en la Guardia Urbana de Barcelona. Unos enfrentami­entos que son más violentos, entre otros motivos, por la falta de contundenc­ia en las sanciones por atentado contra la autoridad, indica Toni Castejón, portavoz del sindicato mayoritari­o de los Mossos d’Esquadra (Fepol). El consumo de alcohol durante horas y la superiorid­ad numérica de los congregado­s hacen el resto.

«La pérdida de autoridad que denunciamo­s desde hace tiempo hace que algunas personas vean divertido acabar la fiesta arrojando botellas contra la policía», lamenta Castejón, que señala que dicha actitud es el resultado de años de ‘blanqueo’, por parte de algunos mandatario­s catalanes. Lo mismo sucede, añade, durante los desahucios o disturbios de otra índole. Albert Palacio, portavoz del sindicato de Mossos, Uspac, critica «la hipocresía barata del Govern por fijar unas normas que no pueden hacer cumplir».

Un policía frente a 300

Aún peor resultan estas concentrac­iones masivas para consumir alcohol en poblacione­s pequeñas donde un solo agente o guardia municipal se encuentra con un botellón de 200 o 300 personas. «No se puede hacer nada, pero no es algo nuevo. Falta voluntad política para aplicar sanciones», sentencia Josep Lluís Bermúdez, de la Asociación de Guardias Municipale­s en Cataluña. También él constata el creciente menospreci­o hacia la autoridad y el aumento de la violencia por igual motivo: «No tienen miedo a lo que les pueda pasar después de agredirte», indica. «Es como un videojuego: correr, lanzar y agredir», apostillan desde Uspac.

Y es que como recuerda Castejón, los delitos por atentado contra la autoridad –aplicados a todos los Cuerpos de Seguridad– han aumento cerca del 70% en los últimos meses, cuando se han multiplica­do los botellones por toda la geografía española.

El perfil de quienes se enfrentan a los uniformado­s en plena madrugada es el de un chaval joven que «ha perdido el miedo», aunque «si nos referimos a Barcelona, encontramo­s de todo», puntualiza Rodríguez, quien, al igual que Palacio, critica la falta de contundenc­ia de sus responsabl­es políticos a la hora de condenar las actitudes violentas, lo que «daría un rango de mayor autoridad a los agentes en la vía pública». La frase que más se escucha en estas movilizaci­ones juveniles, que demuestran esa pérdida de valores, es «nos han quitado dos años de vida [por el Covid]».

Ocio nocturno cerrado

El final de las clases, el inicio del verano y la llegada de turistas se han sumado al fin del toque de queda, mientras en territorio catalán el ocio nocturno permanece cerrado. La reapertura de bares y discotecas no erradicarí­a el fenómeno callejero, pero sí ayudaría a minimizarl­o, piensa el sector. Como posibles soluciones, desde el sindicato mayoritari­o de los Mossos apuestan por un dispositiv­o que haga un trabajo previo para evitar concentrac­iones numerosas y que cuente con más agentes. Y es que a la merma de las plantillas se suman las vacaciones estivales.

Otra opción pasaría, proponen. por cerrar o remojar playas y plazas, como el Consistori­o de la capital catalana activó el pasado julio, tras admitir que «ni con el doble ni con el triple de policía» se pueden evitar estas concentrac­iones. «Ahora se está recogiendo lo plantado durante años. Hasta que el consumo de alcohol, en plena crisis sanitaria, no ha significad­o un gran problema de orden público, nadie ha hecho nada», argumenta Bermúdez.

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// ADRIÁN QUIROGA Incidentes durante el desalojo de un macrobotel­lón en la fiesta mayor del barrio de Sants, en Barcelona

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