Un agujero en el ciclismo español
▶Por primera vez en la historia, los corredores locales no ganan una etapa en la Vuelta, el Giro o el Tour. Síntoma de una crisis de talento y carestía en la base
En la plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela, imponente la visión nocturna de la catedral, concluye la Vuelta 21 ante la perpleja mirada de los peregrinos. Han sanado mente y alma recorriendo caminos, como sendas han transitado los ciclistas españoles durante 21 días. Pero ellos no han aliviado su espíritu. Acaba la carrera con un infausto balance: por primera vez en la historia, sin remontarse al pleistoceno, los corredores locales se marchan de las tres grandes sin una victoria de etapa. Ni Vuelta, ni Giro ni Tour, la serie es una continuación de una decadencia que se adivinaba.
Los ciclistas españoles han perdido protagonismo en las carreras y el eterno Alejandro Valverde, retirado por accidente en esta edición, no puede a sus 41 años taponar todas las vías de agua. ¿Qué sucede? Responden a la pregunta exciclistas que conocieron tiempos mejores.
El abulense Carlos Sastre ganó el Tour 2008, vivió en la abundancia del principio de siglo. «Las escuelas de ciclismo se han dejado de lado y las federaciones solo se centran en el ciclismo profesional. Solo quieren acumular licencias para hacer caja, da igual si son productivas o no. No se facilita el trabajo a las escuelas y no hay proyectos formativos a largo plazo. Funciona el cortoplacismo». Sastre se educó en la escuela de su padre, Víctor Sastre, en el Barraco, de donde salieron Chava Jiménez, Mancebo, Lastras, Navas, Curro García o Diego Rubio.
El asturiano Samuel Sánchez fue campeón olímpico en Pekín 2008 y posee seis triunfos de etapa en la Vuelta. Está involucrado en la MMR Academy, una escuela de ciclismo. «Tenemos un déficit formativo respecto a otros países, en Estados Unidos y en muchos lugares de Europa existe un entorno de programas y entrenamientos adecuados a la edad y los kilómetros. Si nosotros preparamos carreras de junior de 90 o 100 kilómetros, los americanos las organizan de 120 o 130. Esa diferencia es bestial a estas edades. Están mejor preparados. Desde las categorías inferiores se nota que están más hechos. Y dan antes el salto».
En 1996, el año de la despedida de Induráin en el hotel Capitán de Cangas
de Onís, se produjo un intervalo incómodo para los españoles. Solo Ángel Edo consiguió una etapa en el Giro en una sequía de éxitos en la Vuelta que ganó Alex Zülle y el Tour, que Induráin perdió ante Bjarne Riis. Por entonces
Ganador del Tour 2008
Oro olímpico en Pekín 2008
Exseleccionador español daba sus últimos pasos ciclistas el segoviano José Luis de Santos, exseleccionador español y actual presidente de la asociación de corredores.
«Se han dado un cúmulo de circunstancias para que estemos así –opina– . También hubo mala suerte. Tenemos corredores muy buenos como Enric Mas, Herrada, los hermanos Izaguirre, Omar Fraile, Mikel Landa, que pueden ganar sin problemas donde apunten. Volveremos pronto a ganar».
De Santos organiza la Vuelta Junior Cofidis, carrera en miniatura donde los chavales emulan a las estrellas del pedal en las ciudades por donde pasa la Vuelta. Labor formativa que empieza en los colegios que el segoviano realiza con agrado. «En mi época todos los niños queríamos ser Miguel Induráin o Perico Delgado. Ahora ya no es así. Antes solo había dos canales de televisión y el ciclismo era un deporte de masas. Ahora hay otras formas de ocio, más tecnología. Es distinto».
Lo que ha detectado De Santos es la dificultad para captar futuros profesionales. «Es complicado que ahora los niños y las niñas vayan a las escuelas de ciclismo. Tenemos que ir a buscarlos nosotros. Con la Vuelta Junior Co
«La escuelas de ciclismo se han dejado de lado y no hay proyectos formativos a largo plazo»
«Los americanos y muchos europeos están más hechos y formados en júnior»
«Antes los niños querían ser Induráin o Perico. Ahora hay que buscarlos»
fidis les damos la opción de disfrutar del ciclismo. Es una pena, pero las escuelas de ciclismo están desapareciendo. En Valladolid, que es un tierra con mucha tradición, solo queda la de Juan Carlos Domínguez».
El agujero se ha abierto ahora, pero el problema viene de lejos, según Sastre. «En 2007 ya lo advertí a personas relacionadas con el ciclismo. A los jóvenes se les dice que pueden ganar el Tour con 18 años y eso no es así, aunque ahora lo gane Pogacar con 21. El cocido hay que prepararlo a fuego lento, como siempre se ha hecho. Por otro lado, el ciclismo es un pilar del bienestar social y del ser humano, y eso tampoco se está teniendo en cuenta».
«Estoy de acuerdo en que las bases se han dejado de lado –considera Samuel Sánchez–. El ciclismo ha entrado en una vorágine de cambios muy rápidos en el que todo se basa en la especialización. Los equipos profesionales están estructurados por sectores muy definidos, nutricionistas, preparadores, osteópatas... Hay equipos como Jumbo, AG2R y otros, que tienen sus filiales en sub 23 y junior. Eso es clave».
En el horizonte español se anuncian mejores tiempos con Juan Ayuso, Carlos Rodríguez, Igor Arrieta o los hermanos García Pierna. «Habrá que esperar tres o cuatro años, pero volveremos a ganar carreras, sin duda», dice Samuel Sánchez.
Primoz Roglic, vestido de peregrino, en el podio de Santiago una maestra, desempeñó estas y otras ocupaciones (repartidor de publicidad, conserje) como corresponde a alguien obligado a buscarse la vida por necesidad.
La periodista americana Kate Wagner, crítica de arquitectura, lo deconstruyó en una magnífica entrevista en ‘Bicycling’ y Roglic ofrece retazos de su personalidad enigmática y en apariencia neutral, siempre al borde la sencillez útil, jamás inclinado hacia una parte o alternativa. Cuenta cómo fue su trasvase de los saltos de esquí, y del accidente que lo anuló, hacia el ciclismo profesional. Roglic se dedicó a enviar correos electrónicos a personas relacionadas con este deporte, en base a una pregunta que describe su carácter lacónico, directo e impasible. «¿Qué necesito hacer o ser para poder unirme a su equipo o intentar ser un profesional? ¿Qué se necesita?», preguntaba el exsaltador.
Aterrado en el manillar
Con 23 años, mientras todos sus actuales competidores en el pelotón llevaban desde los 12 o 13 años montados en una bicicleta, Roglic disputó su primera carrera. Tenía demasiado miedo en ese enjambre de ciclistas y no se soltó del manillar, aterrado como estaba, para comer o beber durante más de 170 kilómetros. «No sabía cómo ponerme y quitarme la ropa, cómo comer, cómo beber... cómo mear desde la bici. Necesitaba aprender muy, muy rápido. Y sí, me caí muchas veces en los avituallamientos», recuerda en ‘Bicycling’.
En 2015 ganó el Tour de Eslovenia y el Tour de Azerbaiyán. Los equipos de primera división se fijaron en el esloveno desconocido. Frans Maasen, director deportivo del actual Jumbo-Visma, dijo a VeloNews: «Lo llevamos en avión a Holanda para hacer una prueba. Era como un Ferrari». Un prodigio físico. Y arrancó su meteórica ascensión hacia la cumbre, ganando carreras, descubriendo el ciclismo y aprendiendo sus entresijos. En un deporte ocupado en puestos de responsabilidad por antiguos pasajeros, excorredores y demás, Roglic siempre ha sido el novato, un alternativo que recorrió el camino inverso.
Su derrota en el Tour 2020 ante Pogacar fue impactante. El casco desencajado sobre la nuca, la cara colorada, la figura descompuesta sobre la bici, el lamento al entrar en la meta de La Planche des Belles Filles y el abrazo de caballerosa felicitación a su compatriota al perder el Tour.
«Los grandes problemas de la humanidad...», dijo para relativizar aquella derrota en contraste con otros dilemas que acucian a cualquier ser humano. El relato de Primoz Roglic es la redención, el rescate del que se presume cautivo. Después de aquello, ganó la Lieja, la Vuelta, el oro olímpico contrarreloj, de nuevo la Vuelta... La historia de alguien que replica a la adversidad con una tenacidad superior y rigor mental, al que ninguna fatalidad le parece tan grande como para no superarla.