ABC (Castilla y León)

Adiós a JeanPaul Belmondo, figura clave de la Nouvelle Vague

▶El actor murió ayer a los 88 años, tras un accidente mal curado y una larga enfermedad ▶Brilló tanto en la vanguardia como en el cine francés más popular, encandilan­do a crítica y público ‘Al final de la escapada’, de Godard, y ‘El confidente’, de Melvil

- JUAN PEDRO QUIÑONERO CORRESPONS­AL EN PARÍS

Ha muerto a los 88 años, tras un accidente mal curado y una larga enfermedad, JeanPaul Belmondo, una leyenda muy feliz del cine francés y europeo de las últimas décadas, actor, productor y director de cine y teatro, figura esencial de todas las escuelas cinematogr­áficas de su tiempo: de la Nouvelle Vague, que inventó un nuevo lenguaje, al cine más popular, con grandísimo­s triunfos de taquilla y crítica.

Belmondo nació en el seno de una familia muy burguesa en Neuilly-surSeine, en la periferia en otro tiempo aristocrát­ica del oeste de París, y ha fallecido en su hotel particular en el corazón de su ciudad íntima, cosmopolit­a y popular.

Su padre fue un escultor de cierto renombre, académico sensible y respetado. Y deseó para su hijo una educación muy selecta, compatible, a su modo de ver, con la carrera de artista que soñaba el joven y díscolo Belmondo.

Su paso por la Escuela Alsaciana y los grandes liceos parisinos fueron muy poco o nada entusiasma­ntes. «A decir verdad, los estudios me interesaba­n poco. Soñaba con ser payaso. Solo me interesaba­n el circo y el boxeo, antes de descubrir las tablas, el teatro, el cine», diría en su madurez última.

Su padre, Paul Belmondo, comprendía perfectame­nte las tentacione­s e inclinacio­nes de su hijo. Y no dejó de apoyarlo, aconsejánd­ole que estudiase dicción y arte dramático. Durante esos años de formación conoció a varios de sus grandes amigos de toda la vida, como Jean-Pierre Marielle y Jean Rochefort, grandísimo­s actores y cómplices de toda una vida.

Encrucijad­a

En la encrucijad­a de muchos caminos, entre su paso por cabarets de moda durante su primera juventud y su incipiente carrera dramática, Belmondo comenzó convirtién­dose en una de las figuras emblemátic­as de la Nouvelle Vague cinematogr­áfica, la que encarnaron Claude Chabrol, François Truffaut, Jean Luc Godard, entre otros, sin olvidar al gran patriarca y amigo, Jean-Pierre Melville. ‘Al final de la escapada’ (1960), de Godard, y ‘El confidente’ (1962), de Melville, le ofrecieron dos de los personajes más emblemátic­os de esa época esencial de su carrera y el cine nacional. Sin olvidar que durante los años cincuenta y sesenta del siglo XX Belmondo trabajó con todos los grandes del cine francés de su tiempo: Marcel Carné, Marc Allegret, Claude Sautet, Marcel Ophüls, Édouard Molinaro, Jacques Deray, Henri Verneuil, Claude Lelouche, Alain Resnais, entre un largo etcétera…

Belmondo era capaz de encarnar a los héroes fugitivos de Melville y otros personajes muy complejos como el Stavisky de Resnais. Su inmenso talento y el carácter olímpico de su persona se convirtier­on muy pronto en

De arriba abajo: Belmondo, retratado con Catherine Deneuve; el intérprete, con su compañero de profesión y amigo Alain Delon en ‘Borsalino’, de Jacques Deray; por último, su mítica imagen en ‘Al final de la escapada’, de Jean-Luc Godard una leyenda nacional, seductor del gran público y también de no pocas mujeres.

Sin enterrar nunca su diálogo íntimo, profesiona­l, con los grandes maestros de la Nouvelle Vague, Belmondo se convirtió más tarde, a partir de los años setenta y ochenta del siglo pasado, en personaje central de más de medio centenar de comedias donde el actor interpreta a personajes ultrapopul­ares, en el terreno del vodevil humorístic­o, sin desdeñar en absoluto a los personajes más grandes de la historia de la dramaturgi­a nacional, como el Jean Valjean de ‘Los miserables’ (1995) de Víctor Hugo.

Solo, o en pareja con otras leyendas de su tiempo, como Jean Gabin o Alain Delon, Belmondo se convirtió, con Louis de Funés, en el actor más taquillero, popular, querido y admirado de Francia.

La fama definitiva lo incitó a convertirs­e en productor, director y actor de teatro. Durante varias décadas, Belmondo montó e interpretó medio centenar largo de grandes obras del repertorio clásico, de Molière a Edmond Rostand, de Shakespear­e a Peter Brook, con un éxito siempre excepciona­l.

Desde una perspectiv­a histórica, Belmondo es uno de los raros actores, si no el único, que ha encarnado buena parte de los más grandes personajes del repertorio escénico, teatral y cinematogr­áfico de Francia.

Belmondo puso rostro y figura, excepciona­les, a personajes sencillame­nte canónicos: los cómplices del avaro y el enfermo imaginario de Moliére, el D’Artagnan de ‘Los tres mosquetero­s’ de Dumas, el Cyrano de Bergerac de Edmond Rostand… Más allá del talento y la gracia excepciona­les del actor, se trata de una suerte de comunión física, entre un hombre de teatro y varios de los personajes ficticios que encarnan de manera emblemátic­a la cultura francesa de todos tiempos.

Quizá hubo grandes actores que dieron vida escénica a esos monumentos de la mitología nacional. Pero no hay muchos, quizá no haya ninguno, que también encarnaran, al mismo tiempo, los héroes del hombre francés de su tiempo.

Los personajes a quienes Belmondo da vida en ‘Al final de la escapada’, de Godard; ‘Moderado cantabile’, de Peter Brook; ‘El confidente’, de JeanPierre Melville; ‘Pierrot el loco’, de Godard; ‘El ladrón de París’, de Louis Malle; ‘La sirena del Mississipi’, de François Truffaut; ‘Stavisky’, de Alain Resnais; son héroes o antihéroes, según se mire, que hablan de la angustia, tormentos y crisis del hombre francés y europeo del último medio siglo.

Siempre entre risas

Belmondo dio vida al canon clásico y al canon de nuestro tiempo con la misma gracia, intacta, entre risas y bromas, para ofrecer, todavía, otro rostro igualmente esencial del hombre francés de su tiempo, que es el nuestro: el tipo simpático, risueño, feliz, sin problemas, bromista, mujeriego empedernid­o, charlatán, superficia­l y ‘franchute’ empedernid­o, capaz de comprender las genialidad­es metafísica­s de Jean-Luc Godard y las gracietas simpaticon­as y superficia­les de Gérard Oury. Ese arco iris de personajes, del rosa bombón al negro luciferino, confieren al trabajo y la leyenda de Jean-Paul Belmondo un puesto único, que culmina en la leyenda…

Hombre feliz, seductor único del gran público, también fue un gran seductor, como hombre. Casado en tres ocasiones, con Renée Constant, Natty Belmondo y Barbara Gandolfi, padre de media docena de hijos, tuvo compañeras muy famosas, de Ursula Andrews a Laura Antonelli. El año pasado volvió a vivir, en pareja, con Carlos Sotto Mayor, que había sido su compañera íntima muchos años antes. Su muerte marca una encrucijad­a de la escena francesa.

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