Dos días de duros reproches políticos por un caso falso
El falso caso de la manada de Malasaña ha desatado entre el lunes y ayer un durísimo cruce de acusaciones entre los partidos de izquierdas y, sobre todo, Vox, a quien reprochan alentar los discursos de odio hasta desembocar en la agresión múltiple denunciada.
Pese a conocerse que todo ha sido una invención, el colectivo Movimiento Marika Madrid, sector crítico de las organizaciones LGTBI, mantuvo ayer su protesta en las calles, a la luz de otros ataques recientes a miembros del colectivo «en Toledo, en Melilla, en Castellón y en Vitoria», dijo ayer la organización. La concentración de la FELGTB del sábado en la Puerta del Sol se mantiene.
Pero algo chirriaba, y mucho. El denunciante no aportaba qué tipo de acento tenían, si español o de otro país, después de que le gritaran «maricón», «comemierda» y «asqueroso». Eran, dijo, las 17.15 horas. Lo cierto es que el muchacho, que sí es homosexual, estaba aterrado por lo sucedido. Pero a los investigadores les extrañó que en ese momento no pidiera ayuda: ni a sus vecinos, ni al 091 ni al Samur. Es más, tardó cinco horas en poner los hechos en conocimiento de la Policía. Se presentó alrededor de las 22.30 horas en la comisaría de la calle de Leganitos. Lo hizo solo.
Le habían entrevistado al menos en tres ocasiones, pero consideraban que «no estaba colaborando lo necesario». Veían muchas lagunas en su relato. Se manejó la posibilidad de que conociera a su agresor o agresores y que podían tener una cuenta pendiente.
«Como los terroristas»
Los agentes recelaban de que ocho personas, encapuchadas y en una calle tan transitada y llena de bares abiertos (algunos, vecinos del mismo portal), hicieran algo así y pasaran desapercibidos. Las cámaras no recogieron nada. Incluso hay una justo delante del portal. Y eso que se revisaron secuencias desde el sábado. Tampoco las del Metro más cercano, Tribunal. El puerta a puerta de los agentes, tanto con vecinos como comerciantes, no dio resultados. El chico negaba tener problemas con alguien o que hubiese sido víctima de amenazas previas. Aunque sí especificó a los policías que «iban enmascarados como los terroristas», algo aún más increíble.
Se rastrearon sus redes sociales e incluso las aplicaciones de contactos, por si las había utilizado para quedar con alguien que le hubiese podido hacer daño. La Policía mantenía mientras abiertas varias hipótesis, con más sospechas sobre el denunciante a medida que pasaban las horas, y con un hermetismo total, habida cuenta también de la politización creada.
Pronto, se sospechó que los hechos no pudieron ocurrir en el lugar denunciado y que era imposible que hubieran actuado tantas personas y enmascaradas. Parecía increíble que una agresión de ese tipo, con una persona retenida en un bloque de viviendas, al que tuvieron que bajar los pantalones y le acuchillaran en la boca y le rajaran el insulto en el glúteo, se llevara a cabo en tan poco tiempo. Mínimo, media hora calcularon.
Las circunstancias de los hechos fueron otras y por eso ayer volvieron a llamarle para que testificara en dependencias policiales. Estuvieron horas con él, a sabiendas de que mentía y lograron que se desmoronara.
Desde el Ministerio del Interior se puso en valor el trabajo de la Policía Nacional: «Ha decidido rectificar su declaración inicial y ha declarado que las lesiones inicialmente denunciadas fueron consentidas». «Esta declaración se produce sin perjuicio del desarrollo de las investigaciones y del procedimiento judicial».