El relativismo, condena o salvación
La lucha contra el relativismo fue el eje doctrinal del papado de Benedicto XVI, que no dejó de alertar a los fieles de los riesgos de la relajación y la elasticidad de los valores morales. El Papa Francisco abogó ayer por flexibilizar los pilares de una Iglesia que pierde su sitio frente al creciente fenómeno de la secularización. «A las nuevas generaciones –confiesa el Obispo de Roma– no les atrae una propuesta de fe que no les deje libertad interior, una Iglesia en la que sea necesario que todos piensen del mismo modo y obedezcan ciegamente». El Pontífice reconoce su preocupación ante el progresivo alejamiento de los jóvenes, que huyen
–añade– de una Iglesia «que no deja espacio a la aventura de la libertad, incluso en la vida espiritual, y que corre el riesgo de convertirse en un lugar rígido y cerrado». Con Francisco no ha dejado de entrar aire fresco en el Vaticano, bien ventilado. Los templos, sin embargo, siguen vacíos, quizá como consecuencia de la autorreferencialidad que denuncia el Papa. «El centro de la Iglesia –señala– no es la Iglesia».