Toma que toma
«Si enfadas a Gabriel Rufián es que has hecho las cosas bien. Es una fórmula sencilla que no falla», señalaba no hace mucho Edmundo Bal, a quien el portavoz de ERC en el Congreso, por alusiones, también ha dedicado algunos de sus más exquisitos gestos de camaradería parlamentaria. «Ciudadanos, llegando al debate con todos sus votantes», escribió Rufián como pie de foto de la imagen de un autobús electoral del partido naranja, en apoyo de Bal. Con Sánchez permanentemente en la cuerda floja de las Cortes, la apertura de un nuevo periodo de sesiones permite a unos y otros, amigos de interés o socios de excepción, poner el contador a cero e intercambiar notas manuscritas, posiciones y sonrisas enmascaradas. Casi todo es posible en el Congreso de las inmensas minorías, donde todo se mueve, salvo Meritxell Batet, que no dejó pasar la oportunidad de cargar contra el PP –de forma elíptica y a partir del argumentario socialista– por no someterse a la disciplina del sanchismo y aceptar la renovación del CGPJ. Lo institucional siempre permanece.