El Prado rinde homenaje a la Fundación de Amigos en su 40 aniversario
▶ Una exposición reúne 36 de las obras que se han incorporado al museo gracias a su mecenazgo
una nueva edición del Festival Centroamérica Cuenta, que por primera vez acoge España. La jornada inaugural del encuentro, promovido por el propio Ramírez, que echó a andar en 2013 con el objetivo de contribuir a la proyección y difusión de la literatura iberoamericana desde Centroamérica, lo protagonizaron ayer el propio premio Cervantes y el Nobel Mario Vargas Llosa. Ambos entablaron un diálogo sobre literatura y América Latina, que estuvo moderado por el escritor colombiano Carlos Granés y la editora Pilar Reyes.
Los últimos acontecimientos hicieron que la conversación se escorara inevitablemente hacia la política. El autor de ‘La fiesta del chivo’ abrió la velada, incluso antes de su turno, reclamando un aplauso para Ramírez como «homenaje» ante la «situación en que se encuentra», pues «acaba de sufrir un atropello completamente escandaloso. Vamos a compensarlo con un fuerte aplauso». Vargas Llosa destacó de Ramírez que, además de ser «un magnífico escritor, ha sido muy activo en política, de manera moderada, que se asocia más a sus convicciones y a su personalidad».
El premio Cervantes, agradecido por este «fervoroso respaldo», se mostró emocionado y reconoció que «no son días fáciles los que estamos pasando mi mujer y yo, que hemos tenido que huir del país para no ir a la cárcel». El escritor abandonó Nicaragua el pasado mes de junio tras ser interrogado por la Fiscalía. «De esta manera me he librado de acompañar a los 140 presos políticos que existen hoy en Nicaragua», entre los que se encuentran «todos los candidatos» a las elecciones del próximo mes de noviembre. Algo que sería incluso «demasiado exagerado», si un novelista quisiera llevarlo al papel, bromeó. «A todo aquel que amenace el poder ubicuo de la pareja presidencial se detiene en Nicaragua».
Ramírez, autor ahora proscrito en su país, abordaba las razones que han llevado a que la política esté tan presente en sus obras, y en la literatura nicaragüense en general. «Desde la independencia nuestra realidad ha sido violenta, turbulenta, enconada... Y eso es lo que definitivamente terminó entrando en la novela, en la novela vista como epopeya, pero también como derrota», matizó. Y se refirió al autoritarismo, «un mal que afecta a América Latina y es de vieja data», que ha llevado una lucha entre institucionalidad y caudillismo, «que todavía no se ha resuelto en el siglo XXI. Es algo que está pendiente».
El valor «subversivo»
Vargas Llosa, por su parte, subrayó el valor «subversivo» de la novela, de ahí que «la prohibieran durante 300 años en la colonia. Y reconoció que es muy dificil en América Latina no verse afectado por la vida política donde hay dictaduras, «porque lo primero que establecen son formas de censura, o si no directamente meten presos a los escritores, prohíben los libros. Hay una inseguridad en el mundo de la literatura que tiene que ver con la problemática política, y no es raro que esté impregnada de ella. Aunque hay excepciones, pocos escritores no se sienten concernidos por la problemática política». Otras de las características que destacó el premio Nobel de la literatura latinoamericana es la de «hacer política. Estar muy cerca de ella. La realidad obligaba a los escritores a hablar de ella, lo quisieran o no».
Ramírez recordó que su propia realidad –nació y vivió durante muchos años bajo la dictadura de los Somoza, y ahora se enfrenta a la de Daniel Ortega y Rosario Murillo– le impidió «zafarse» de la política. El escritor abandonó la literatura para participar en la revolución sandinista y, tras diez años, volvió a ella, ya como vicepresidente de Ortega. Dejó la política en 1998 para dedicarse por completo a escribir, actividad que le ha llevado a ser prohibido en su país. Pero aquella experiencia le ayudó a conocer los entresijos del poder, y vertirlo en su libro, una amenaza para el régimen de Ortega.
«La mejor literatura crea ciudadanos incómodos. Por eso todos los poderes han intentado establecer un control sobre ella, incluso en los países más libres», apuntó Vargas Llosa, que añadió que también es «una fuente de renovación y progreso en las ciudades».
A mediodía de ayer la Reina, acompañada por el ministro de Cultura, Miquel Iceta; el presidente del Patronato del Prado, Javier Solana; el presidente de la Fundación Amigos del Museo del Prado, el duque de Soria, y el director de la pinacoteca, Miguel Falomir, inauguraba la exposición conmemorativa del 40 aniversario de la Fundación Amigos del Museo del Prado. Una muestra titulada ‘Cuarenta años de amistad’ y concebida como homenaje, reconocimiento y agradecimiento a la contribución que la sociedad civil ha hecho a la pinacoteca en las últimas cuatro décadas.
En diciembre de 1980 se creó esta fundación, tomando la Société des Amis du Louvre, de 1897, como modelo. Aunque, a diferencia de esta, la institución española no solo colabora con el enriquecimiento de las colecciones del Prado, sino que sus objetivos son mucho más amplios: fomentar la difusión y el estudio de sus colecciones, apoyar sus actividades culturales... Su primer presidente fue Enrique Lafuente Ferrari. Son ya más de 40.000 los amigos del museo y desde 2009 la fundación ha aportado a la pinacoteca unos 30 millones de euros.
La sala 9 del edificio Villanueva acoge, hasta el 16 de enero de 2022, una muestra, comisariada por Alberto Pancorbo, que reúne una selección de 36 obras que se han incorporado a las colecciones del museo gracias a la fundación. Entre ellas, ‘La Virgen de la Granada’, obra maestra de Fra Angelico y una de las joyas pictórica de la Casa de Alba, que en 2016 fue vendida al Prado por 18 millones de euros (muy debajo del valor del seguro: 40 millones), que abonaron en tres partes el Estado español, la pinacoteca y la Fundación de Amigos del museo.
De Velázquez a Picasso
Más sonada fue la reciente llegada de un Picasso, ‘Busto de mujer’, el primero que entra en las colecciones del museo, tras la salida del ‘Guernica’ en 1992, rumbo al Reina Sofía. En este caso no fue una compra, sino un depósito por cinco años realizado por la American Friends of the Prado Museum (los amigos norteamericanos del Prado, para entendernos), aunque es de esperar que acabe siendo donada al museo, como ya ocurrió con el ‘Retrato de Felipe III’, de Velázquez, también presente en la exposición. Su donante fue el mecenas William B. Jordan. En el caso del Picasso, la familia Arango Montull, herederos del hermano mayor de Plácido Arango. Y aún más sonada, la última donación de la fundación hasta la fede