Sin guardias en el barrio chino y sin inmigrantes en las calles de Melilla
A las diez de la mañana de un viernes de noviembre, un gato anaranjado, entre los arbustos que hay a los pies de los olivos anexos a la frontera de Melilla con Marruecos por el paso para porteadoras del barrio chino, es la única presencia en el lado español de la valla. No hay un alma. Todo está cerrado a cal y canto, pero reina la tranquilidad en la zona. Por la carretera discurre algún coche, pero la zona española de la frontera es un remanso de paz. Ya no hay inmigrantes encaramados a las verjas, ni tampoco se tira piedras a los agentes, ni el radial trata de romper las puertas. Solo unas voces del lado marroquí, militares que se saludan bajo la bandera roja del país, rompen el silencio.
La paz gobierna Melilla, mientras en Madrid se pide la cabeza del ministro de Interior, Fernando Grande Marlaska, por sus varias versiones de la tragedia, que hace cuatro meses, sacudió esta parte del perímetro fronterizo. Las cifras oficiales señalan que hubo 23 muertos en aquel intento de asalto a la verja, con más de 200 heridos, 140 agentes marroquíes lesionados y medio centenar de guardias civiles agredidos. «Hubo quien recibió hasta siete pedradas», señala uno de los guardias que participaron en la operación.
Unas 400 personas fueron llevadas al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), que está a pocos minutos del lugar del salto, justo enfrente de un campo de golf, donde ahora, como en aquellos días, hay quien se echa unos hoyos bajo la leve brisa ajenos a las realidades fronterizas. Aquella masa social ya está acogida en España. De ellos no queda prácticamente rastro en Melilla. «No hay sudaneses ya», recuerda uno de los trabajadores del centro cuando se pregunta por los inmigrantes que lograron pasar a España aquel día.
Las solicitudes de asilo están vaciando el CETI de Melilla. «Hay algunos inmigrantes, pero muy pocos. Está como antes de aquel salto. Hacemos programas con los que hay, pero ahora mismo son pocos», reconocen en la asociación Melilla Acoge,
que trabaja con las personas que llegan en situación irregular. «Puede haber unas 80 personas de las más de 700 plazas que tiene el CETI», afirman fuentes de la Delegación del Gobierno de Melilla.
La presión migratoria ahora es muy baja en la ciudad autónoma, afirman las mismas fuentes. «Seguro que hay gente esperando para entrar en la parte marroquí, pero no hemos vuelto a tener intentos de salto a la valla desde el 24 de junio, solo alguna aproximación, pero sin relevancia», añaden desde la Delegación del Gobierno. Y eso se nota en las calles. En la Plaza de España ahora son marroquíes los que lavan los coches. Es habitual, desde siempre, que los subsaharianos hagan esa labor. Por unos cuantos euros enjabonan y enjuagan el coche por fuera en este céntrico lugar de la ciudad. Es su forma de ganarse la vida mientras esperan en el CETI los papeles para viajar a la península.