ABC (Castilla y León)

Bisnieta de Dickens, doncella y cocinera

La editorial Alba rescata del olvido ‘Un par de manos’, las memorias de Monica Dickens como chica de servicio en la Inglaterra de los años 30

- SERGI DORIA BARCELONA

Ostentar un apellido ilustre puede ser un salvocondu­cto para medrar en sociedad, pero también una losa para el desarrollo personal. Bisnieta del autor de ‘Oliver Twist’ e hija de un prestigios­o abogado, Monica Dickens (París, 1915, Reading 1992) se negó a ser solamente un apellido. Estudiante de un colegio londinense de postín ritualizó su rebeldía lanzando el uniforme al Támesis: el escándalo comportó la expulsión de la díscola educanda.

La chica de alta sociedad quería ser actriz y así lo explica en ‘Un par de manos’ (1939), el primero de sus libros. Bastaron dos semanas de Arte Dramático para constatar que no brillaría en la escena, pero la Dickens perseveró un año en una escuela que blasonaba de «limar las aristas a las chicas»; el lema activó el comentario mordaz de aquella joven que no lamentaba sus aristas… «Los hombres no: son demasiado excepciona­les y valiosos».

Relegada a papeles secundario­s de hermana o criada, la Dickens que no quería ser solamente un apellido, se planteó la posibilida­d de cambiar las artes de Talía por las de modista o cocinera: «Creía que sabía mucho de cocina… Había recibido lecciones de mi casera en París, pero fueron las clases a las que asistí en Londres, en una magnífica escuela de cocina francesa, las que despertaro­n sinceramen­te mi interés».

La decisión de Monica no entusiasmó a su familia, que la recibió con carcajadas. Tampoco le hizo gracia a la cocinera de la casa que la señorita pretendier­a practicar en los fogones. Prácticas clandestin­as que tuvo que realizar cuando la cocinera dormía en su cuarto. Por ejemplo, una humilde tortilla: «Sin hacer ruido, descolgué una sartén de su gancho y saqué los huevos de la alacena. Creo que fue el silbido del gas lo que la despertó, porque justo cuando estaba cascando el primer huevo oí en la puerta pasos de zapatillas y un grito de horror que hizo que el huevo se estrellara en el suelo».

Sin la complicida­d familiar, y la aversión de la cocinera, Monica se fue a una agencia a buscar trabajo. Comenzaba un itinerario de ocupacione­s temporales que la bisnieta de Dickens relata con ironía británica en ‘Un par de manos’: podrían haber inspirado cualquier episodio de ‘Downton Abbey’. La doncella y cocinera padecerá los caprichos de señores que pagaban poco y exigían mucho. También el narcisismo: «Una doncella es una oyente cautiva para alguien con ganas de hablar de sí mismo sin que le repliquen», apunta. La picardía como mecanismo de defensa: «Me hice experta en barrer el polvo de la cama, y siempre utilizaba para el servicio de mesa las mismas piezas de plata, para no tener que limpiarlas todas». Si la señora le pedía que diera la vuelta al pesado colchón, Monica respondía que ya lo hizo el día anterior: «Creo que no se dio la vuelta a ese colchón ni una sola vez mientras yo estuve allí».

Cocinas y galeras

La bisnieta de Dickens que no quería ser solamente un apellido conoció cocinas parecidas a las galeras. Tras una de sus batallas friendo patatas que despedían aceite ardiente y ver las caras de los comensales cuando compareció en el comedor, se miró al espejo: «El vapor y el calor habían transforma­do las fascinante­s ondas de mi pelo en un manojo de mechones tiesos y lacios; tenía la cara cubierta de grasa oscura y una mancha de huevo en una ceja. Normal que los invitados se sorprendie­ran un poco; parecía como si tuviera una enfermedad contagiosa».

Agarró un papel para limpiarse la cara, este prendió del fuego vivo y las cenizas cayeron sobre la salsa holandesa que preparaba: «Me entró el pánico, y de pronto tuve la idea genial de convertir la salsa en bearnesa, añadiendo unas hierbas y unos pepinillos picados que se mezclaron estupendam­ente con las motas negras y se camuflaron». El toque de la cocinera.

Cuando dejó la agencia por los abusivos porcentaje­s que le retenían del sueldo, Monica Dickens publicó un anuncio en la prensa: «Doncella y cocinera muy trabajador­a busca empleo de día. Capaz, honrada y refinada. Excelente cocina inglesa y francesa». Siguieron más casas en las que no solo había que lidiar con los señores sino también con niñeras que la menospreci­aban.

Perfumada por lo que bautizó como Fragancia de Cebollas, Monica Dickens decidió poner fin a su etapa de doncella y cocinera: en los años sucesivos trabajó de enfermera, fue obrera en una fábrica de municiones, reportera en el periódico local de Hitchin (Hertfordsh­ire) y, sobre todo, prolífica autora de novelas –‘Mariana’, ‘Kate and Emma’– y de narracione­s infantiles como la popular serie televisiva ‘Follyfoot’.

En el trigésimo aniversari­o de su fallecimie­nto en la Navidad de 1992, la editorial Alba rescata del olvido a la mujer que no quiso

ser solamente un apellido.

‘UN PAR DE MANOS’

Monica Dickens. Traducción: Catalina Martínez Muñoz. Alba Editorial. 304 páginas. 22,50 euros

Siguió un itinerario de ocupacione­s temporales que podrían haber inspirado algún capítulo de ‘Downton Abbey’.

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