Aumentan los ictus entre menores de 60 años tras la pandemia
▶Los expertos lo atribuyen, en parte, a un «mal control» de los pacientes con factores de riesgo por el colapso sanitario
Tenía 37 años, una hija de siete y llevaba una vida sana. Tampoco tenía, ‘a priori’, ninguna enfermedad declarada que le augurara un problema grave de salud. A Angélica Pérez le cambió la vida un ictus sin que su cuerpo le hubiera enviado señales de alarma. Ella cree que sí las hubo pero que los médicos no las detectaron porque el sistema estaba colapsado por la pandemia y solo atendían las emergencias. En julio de 2020 la operaron de varices; también le salían moratones con facilidad. Todo apuntaba a problemas del aparato circulatorio pero, según denuncia, «nadie fue más allá porque querían resolver el problema rápido. Estaban desbordados». Un año después del ictus, cuando la sanidad empezaba a recuperar el pulso, le diagnosticaron una predisposición genética a sufrir trombos y un problema de corazón, del que se está tratando. «Si lo hubieran visto antes, según me han reconocido algunos médicos, probablemente se hubiera podido evitar el ictus», señala.
Su caso no es el único de personas menores de 60 años que coincidiendo con la pandemia han padecido un accidente cerebrovascular, también conocido como infarto cerebral –interrupción súbita de la circulación de la sangre que llega al cerebro debido a que un vaso sanguíneo se ha roto o ha quedado taponado–. Las consecuencias de esta falta de bombeo de sangre en el cerebro pueden ser graves y en un 15 por ciento de los casos conllevan la muerte. Especialistas consultados por ABC advierten de un aumento de estos episodios en personas en edad laboral en estos últimos años. Lo relacionan, en parte, con el colapso de los servicios sanitarios y con unos peores hábitos de salud.
Aumentan los ingresos
Responsables de las unidades de ictus de hospitales de referencia de Madrid y Cataluña, las dos comunidades autónomas más castigadas por la pandemia, consultados por ABC dan fe de que el caso de Angélica no es aislado.
Desde su experiencia advierten de un aumento de las enfermedades cerebrovasculares no solo entre la población de edades avanzadas sino también entre personas de menos de 60 años. Desvinculan ese incremento de la incidencia del efecto de la infección en el organismo, y apuntan a «un seguimiento más deficiente de los pacientes con patología crónica desde los ambulatorios debido a la situación de emergencia en el sistema» y a los malos hábitos.
Aclaran, no obstante, que ese incremento de los accidentes cerebrovasculares (no hay un registro nacional de casos pero sí han percibido un aumento de los ingresos en los hospitales y también de la demanda de tratamientos por estos cuadros) no ha supuesto una subida de la mortalidad debido a la mejora del abordaje terapéutico y a que cada vez se atienden los ictus de manera más temprana como consecuencia de los protocolos impulsados por las autoridades sanitarias. El ictus es la segunda causa de muerte más frecuente en España, y la primera en el caso de las mujeres, según datos facilitados por el Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares (GEECV) de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Cada año se producen de 110.000 a 120.000 muertes en España, lo que se traduce en una muerte por ictus cada 14 minutos.
El doctor Jaime Masjuan, responsable de la Unidad de Ictus del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, corrobora un aumento de pacientes con ictus en su unidad en los últimos años. «Ha aumentado la demanda de tratamientos por ictus y los ingresos de pacientes con estos cuadros», señala el especialista . Subraya en este sentido, su preocupación por el mayor impacto de esta enfermedad en personas menores de 55 años. «Hace diez años la incidencia del ictus en pacientes de estas edades era de uno de cada ocho, actualmente ha subido a uno de cada seis», indica Masjuan.
Difícil acceso a Primaria
Respecto al aumento de casos coincidiendo con la pandemia el responsable de la Unidad de Ictus del hospital madrileño apunta a «una mayor dificultad de los pacientes de estas edades con factores de riesgo (hipertensión, colesterol,...) para acceder a la Atención Primaria donde les hacen el seguimiento y también más trabas para obtener cita con los especialistas». «La pandemia centró todo el esfuerzo asistencial, sobre todo durante los primeros meses y eso pudo ser una causa», señala Masjuan, quien desvincula el efecto directo del Covid-19 en este repunte de los casos. «La relación entre Covid-19 e ictus, aunque sí existe, es muy baja», puntualiza.
Detrás del aumento de la incidencia de ictus está también una mayor activación de los protocolos clínicos de ictus debido a la «mayor concienciación de la población». «Ahora la gente, más joven y más mayor acude antes al hospital ante cualquier sospecha de síntoma y eso es muy positivo porque los cuadros se atienden antes y se mejora notablemente el pronóstico», afirma Jaime Masjuan.
En ello coincide su homólogo en otro de los hospitales de referencia del país, el Vall d’Hebron de Barcelona, el doctor Carlos Molina, responsable del
proyecto de dinamización del ictus en Cataluña. Molina tiene una foto detallada de la realidad en esta comunidad. «Hay una clara tendencia de aumento de los ictus entre población joven», apunta y lo atribuye, como Masjuan, a «un peor control de los factores de riesgo por el colapso de la Atención Primaria durante la pandemia y a que los jóvenes mantienen peores hábitos de vida que hace diez años», lo que, según dice, «ha hecho que aumenten los casos de hipertensión y diabetes entre la población de estas edades». El Código Ictus en Cataluña, protocolo de actuación urgente
pionero en Europa, dirigido a identificar rápidamente los casos de ictus y dirigirlos al hospital de referencia más cercano, ha permitido ofrecer una «radiografía más detallada de la incidencia de esta enfermedad cerebrovascular en Cataluña y otras comunidades». «Hay muchos más códigos ictus en estos últimos años, no solo porque la gente está más concienciada, también hay más casos», reconoce Molina.
Desciende la mortalidad
Las activaciones del Código ictus de Cataluña han crecido un 32 por ciento en los últimos tres años, pasando de las 6.324 activaciones en 2018 a las 8.398 en 2021, según datos facilitados por la Consejería de Salut. Como consecuencia de estas activaciones, «cada año se incrementa el número de personas tratadas con celeridad en la fase aguda de esta enfermedad», indica a este diario Natalia Pérez de la Ossa, responsable del Plan Director de Enfermedades Vasculares Cerebrales de la Consejería de Salud y responsable de la Unidad de Enfermedades Vasculares Cerebrales del Hospital Germans Trias i Pujol de Badalona (Barcelona).
«Gracias a que cada vez se activan más Códigos Ictus, y pese a que haya aumentado la incidencia de la enfermedad, la mortalidad ha descendido», precisa la experta del departamento de Salud y cifra esa caída en un 25 por ciento en el caso de los menores de 65 años. Reconoce que en los tres primeros meses de pandemia, «los más duros, las activaciones de los protocolos descendieron debido al miedo al contagio, por lo que probablemente el incremento de los códigos durante estos tres años haya sido algo mayor». Al igual que el resto de especialistas consultados por ABC, Pérez de la Ossa admite un aumento de la incidencia de los ictus entre la población mayor de 70 años y también entre los menores de 65 años. En relación con este último grupo de población lo atribuye, entre otras razones, a la «saturación de los servicios de emergencias en la fase aguda de la pandemia». Expertos y administración coinciden en la importancia de actuar de forma rápida ante la más mínima sospecha. «Cada minuto cuenta», concluyen.
Angélica Pérez da fe de ello. Cuando sufrió el ictus, el 9 de septiembre de 2020, había atravesado por duros meses de estrés por los problemas que le acarreó la pérdida de su empleo, el único ingreso familiar, como consecuencia de la pandemia. Relata con voz entrecortada cómo vivió esos minutos de horror y cómo gracias a una llamada hoy puede explicar su historia. «Todo fue muy rápido. Me levanté para prepararme un café y noté un hormigueo en mi mano, luego sentí que mi visión empezaba a afectarse. Me preocupé cuando intenté coger la taza y mi mano no me respondía. Solo lloraba pero no podía gritar. Logré con gran esfuerzo llegar a mi cama, me estiré con el móvil encima y vi que me llamaba un amigo. No sé cómo pero pude descolgar, y gracias a ello sigo con vida», explica.
Gracias a que fue atendida con rapidez, a su tesón, y a la ayuda de asociaciones como la de Superar el Ictus de Barcelona (ASIB), ahora empieza a recuperar la normalidad. Justo acaba de conseguir un trabajo y su vida se encauza aunque con algunas limitaciones. «Este nuevo trabajo ha sido un reto para mí pero ya estoy rodando», dice Angélica con satisfacción. Asegura que su hija ha sido el motor que la ha animado «en todo momento a luchar por su vida» y lanza a los jóvenes una advertencia: «Que escuchen a sus cuerpos porque nadie está libre de enfermedad».
El difícil acceso a Atención Primaria y unos peores hábitos aumentaron la incidencia de infartos cerebrales